Esta tarde he ido al supermercado a comprar unas cosillas, y es que, no dejo de sorprenderme cada vez que voy a uno aquí en los
Estates. En general, la gente aquí es un factor tres más amable que en España, pero ir al supermercado ya, se parece a… qué se yo, ir a una agencia de viajes, o a que te den un masaje o al banco a ingresar mucho dinero… Da la impresión que te están mimando para que compres ese chorizo de tres dólares… Hoy, sin ir más lejos, he puesto un par de pepinos en la cesta, y mientras paseaba por un pasillo, un señor encantador me ha parado para recomendarme una nueva línea de productos muy frescos donde el compra sus pepinos favoritos… Me he acordado de aquella vez que en Granada, la cajera del Mercadona me dijo:
Niña, ¡no querrás una torta por un euro, que estamos que lo tiramos!.
Por supuesto en cada sección, tienes a un amabilísimo personaje que te sonríe de un modo que, empiezas a buscar a tu alrededor una vitrina en que reflejarte para ver si llevas algo raro en la cara. Por ejemplo, en la sección de los quesos, el personaje viene a ti, y te hace sugerencias, o te anima, como si fuera una decisión esencial y crítica para tu vida:
-Excellent choice!-. Pero donde mejor me lo paso es en la sección de los vinos. Me encanta estarme un buen rato eligiendo un buen vino. Es cómo ir a una librería. Entonces, cuando estás absorta en tu decisión, aparece el enteradillo de los vinos y te pregunta, con preocupación:
Are you finding everything all right? Lo más impactante, de todas formas, es en la caja, a la hora de pagar… Nada más llegar, un cajero supersonriente, te coge la cesta a volandas mientras esperas que el cliente de delante acabe. Mientras tanto, ya puedes ir contestando las típicas preguntas de rigor:
How are you tonight? Great and you?… not too bad… - Un día voy a probar a decir
very bad, a ver qué pasa.- Cuando te toca el turno, otro cajero te va pasando las cosas por el scanner, mientras el cajero sonriente –con sonrisa exhausta- de antes, te las va metiendo en bolsas de plástico o cartón –según tu elijas- ordenadas de manera óptima, por ejemplo, las cosas frías o los líquidos juntos. No te dejan que tú hagas nada. De hecho hace unos días, el segundo de a bordo, debía haber ido al baño, así que empecé a meter las cosas en la bolsa, y en seguida llegó todo sofocado, pidiéndome perdón… Para finalizar, una vez ya has pagado y te vas con tus bolsas, te preguntan:
Can I help you with this tonight? A lo que contestas un
No, thank you y piensas lo bien que te vendría que viniera a casa y te hiciera la cena.
No se si habéis visto aquel capitulo de los Simpson en que los cajeros del supermercado se revelan contra los clientes porque Homer les hace ordenar las cosas por colores, y por precios, y por el orden que se los va a comer… Real como la vida misma. No os lo vais a creer, pero echo un poquito de menos la mala
follá granadina, o una vuelta absorta por la Boquería…