domingo, 28 de agosto de 2011

BAILEMUNDEANDO

Supongo que recordaremos y habremos visto alguna vez –la publicidad nunca es gratuita- este fantástico vídeo de Lotus Flower, el primer single del último álbum de Radiohead.

Este vídeo desde luego, no pasó desapercibido porque, además de señalarnos un cambio de estilo importante en su trayectoria, Thom Yorke –el cantante de Radiohead- se atrevió a marcarse una coreografía de lo más interesante sin ningún atisbo de pudor. He escuchado muchas críticas a este baile, a mi me parece magnético. En serio, creo que es lo más elocuente y ensimismante que he visto en mucho tiempo. Si creéis que no, intentad imitarle.

También recordaréis que hace un tiempo os hablé del poder del baile. De lo increíble y maravilloso es escuchar una canción, sentir que esta te atrapa, te va inundando y te nuble los sentidos para acabar moviéndote a sus ordenes sin control. Un orgasmo de calidad.

Bien, hace un par de días di con el proyecto de un chico que no sólo comparte y conoce bien este superpoder, sino que lo lleva a la práctica, traspasándonos parte de esta energía que él produce y que nos hace latir las entrañas. Se llama Davey y lleva desde 2007 grabando coreografías improvisadas delante de sitios emblemáticos del planeta. Cada una con una canción diferente de sus favoritas. Desde aquí, agradecimientos infinitos este enorme proyecto para llevar el buen humor, la alegría y el baile de viaje por el mundo. Mi más humilde respeto.

Sugerencia desde aquí: Cada día cuando os levantéis poneros a bailar mientras os ducháis, vestís u os miráis al espejo. Si os da algo de pereza, entonces pasad al plan B: entrad en el blog de Davey, DaveyDanceBlog, dadle al “Random” (esquina derecha de su blog), y dejar que durante unos minutos la sensación de dejarse fluir os embargue -además, la cara de la gente que pasa por allí no tiene precio-. Os lo aseguro, mejorarán nuestros días, todo nos saldrá bien, estaremos deslumbrantes y la vida nos mostrará su faceta simple. Si no está usted satisfecho, le devolvemos su energía.

miércoles, 24 de agosto de 2011

DESCENDIENDO

Como raza humana, sabemos que nuestro último sentido está en nuestra descendencia, en perdurar lo que somos, en traspasar todo lo bueno que somos, que hemos aprendido y conseguido a aquellos que estarán a nuestro cargo y dependerán de nosotros durante un buen número de años: nuestros hijos.

Quizá por eso, existe una inmensa mayoría que ve en los hijos una inmensidad de alegría -nublada quizá por alguna que otra noche en vela sin importancia- y un amor incondicional –siempre he escuchado que un hijo no sabe lo que sus padres le quisieron hasta que fueron padres-. Sin embargo, sólo en una ocasión escuché a alguien, con toda su valentía, decir algo diferente -Guille, un beso desde aquí-: un hijo está indefenso, tiene toda una vida de desubicado sufrimiento y desorientación por delante en la que, ni siquiera la gente que más le puede querer, podrá hacer nada para evitarlo. En una palabra: impotencia.

Es cierto que también le quedan muchos amigos, besos, risas y experiencias que vivir, pero… seguramente a nadie le gustaría volver a tener quince años de nuevo, ¿no es cierto? El crecimiento y fortaleza que hoy día hemos conseguido es un trofeo demasiado valioso.

Recuerdo que aquello me dió mucho que pensar: la imposibilidad de pasar una herencia de vida a nuestros hijos. La imposibilidad de crear una personita con todos nuestros errores, lecciones y deslices superados y aprendidos. Al contrario, crear una personita con una gran página en blanco lista para llenar de futuros errores a cometer y enmendar. Lo mismo que hemos hecho nosotros día tras día.

Los hijos dan mucha alegría y todo eso que se dice, pero también dan mucha pena, permanentemente, y no creo que eso cambie ni siquiera cuando sean mayores, y eso se dice menos. Ves su perplejidad ante las cosas y eso da pena. Ves su buena voluntad, cuando tienen ganas de ayudar y de poner de su parte y no pueden, y eso te da también pena. Te la da su seriedad y te la dan sus bromas elementales y sus mentiras transparentes, te la dan sus desilusiones y también sus ilusiones, sus expectativas y sus pequeños chascos, su ingenuidad, su incomprensión, sus preguntas tan lógicas y hasta su ocasional mala idea. Te la da pensar en cuánto les falta por aprender, y en el larguísimo recorrido al que se enfrentan y que nadie puede hacer por ellos, aunque llevemos siglos haciéndolo y no veamos la necesidad de que todo el que nace deba empezar otra vez desde el principio. ¿Qué sentido tiene que cada uno pase por los mismo disgusto y descubrimientos, más o menos eternamente?

Javier Marías. Los enamoramientos.

domingo, 21 de agosto de 2011

CON JOTA DE JOTA

Como siempre que vengo de pasar unos días en Huesca –especialmente en fiestas-, se me engancha un espíritu jotero -literalmente-en el cuerpo del que cuesta deshacerme. Creo que una de las sensaciones de más arraigo que tengo en el cuerpo es ese escalofrío atravesándome la espina dorsal cuando escucho el discurrir de una jota.

Aunque a priori, las jotas puedan parecer algo de otro tiempo, antiguo, aburrido, gastado..; encierran una gran poesía, una gran carga emocional, un desnudarse el alma cada uno con sus temas y los de su tiempo, que rara vez he vuelto a ver reproducido en cualquier otro cante.

Así, hace unos días, mientras gente de tres, incluso cuatro generaciones distintas se nos humedecían los ojos con el canto profundo y hermoso de un baturro de pura cepa, acaricié con todos los poros de mi piel la definición de arte, en las venas, en la sangre y en la atmósfera. La Jota de Aragón.

La música que arropaba misteriosamente todo cuanto hacíamos o decíamos. Fue entonces cuando intuí que todos nuestros movimientos, incluso los sentimientos, se producían mágicamente dentro de alguna sinfonía. Esa que luego, a retazos, reconocemos con los años, de donde brotan la añoranza o la memoria.

Ana María Matute. Paraíso inhabitado.

miércoles, 17 de agosto de 2011

ATRÁS


(Run fast for your mother, run fast for your father
Run for your children, for your sisters and brothers
Leave all your loving, your loving behind
You cant carry it with you if you want to survive)

Les anunció que el síndrome del duelo duraba como máximo dieciocho meses. Les explicó que eso no quería decir, ni mucho menos, que pasado ese tiempo la ausencia dejara de doler, pero sí que aceptarían ese dolor. Les dijo que al principio llorarían todos los días, que cada vez llorarían un poco menos, que un día se darían cuenta de que no habían llorado, que de pronto su recuerdo les traería paz y no tristeza, que pensarían en las cosas buenas que había hecho por ellos, que se conformarían, que se repondrían.

El tiempo mientras tanto. Carmen Amoraga

domingo, 14 de agosto de 2011

DESFASE TEMPORAL

En nuestra vida cruzan diariamente miles de personas. Algunas de estas interacciones son antiguas, aparecieron hace años, meses o tal vez días, y se quedaron en ella, gracias a una conexión mutua, esfuerzo y unas reglas no escritas con tintes de amor, amistad, coleguismo o -en una escala de mayor a menor clase-, simple conocimiento.

Desafortunadamente, muchas de estas interacciones no se dieron en el momento adecuado. Algunas llegaron cuando todavía no estábamos preparados para afrontar ésta o aquella faceta de la vida o de las personas y, muy a pesar, hizo que personas que años más tarde podrían haber ocupado una amplia casilla en nuestra vida, tan sólo hayan pasado a una categoría media de conocido, cuando no de olvidado. De la misma forma, también hubo gente que llegó a nuestra vida antes de tiempo y los relegamos a la desaparición de nuestra vida.

El único consuelo a este desfase horario es pensar que todos estos potenciales futuros amantes, amigotes o conocidos que llegaron en una mala hora, nos proporcionaron una visión telescópica con la que no contábamos. Con ellos aprendimos –en ocasiones, por desgracia, a cambio de comodines valiosísimos- a ser más pacientes, a entender, a compartir, a cuidar, a controlarnos, a respetar, a aclarar malentendidos… En definitiva, fueron parte del manual práctico para la vida, un aprender a vivir en esta vida agotadoramente sutil; tremendamente simple a grandes rasgos, complicadísima a nivel de microescala.

En parte gracias a ello y en parte, gracias a nuestra intuición –calibrada con nuestro tiempo local- hemos podido tener millones de interacciones fructíferas, valiosísimas y –tal vez a modo de consuelo- mucho más increíbles que lo que hubiera sido con las interacciones desfasadas en el tiempo.

Reencontrarte con algunos de los adelantados cuando ya hace tiempo que tomamos un buen número de bifurcaciones diferentes en nuestros camino y reconocer aquella esencia que podría haber sido una interacción de primerísima clase causa un remolino de congoja y frustración. La misma que sentimos cuando acabamos una película y queremos verla de nuevo para captar todos los detalles, ahora que sabemos el golpe final. La de desear que esta vida de ahora, fuera tan sólo una de las opciones en un Elige tu propia aventura.

Llegamos demasiado tarde a un mundo demasiado viejo.

Arturo Pérez-Reverte. La carta esférica

martes, 9 de agosto de 2011

HOGAR



Ahh Home. Let me come home

Home is wherever I'm with you.


Ese olor, el verde albahaca, las parrillas colgantes, las compras a última hora de combustible para el cuerpo, los rituales invencibles, el cansancio mezcla de expectación, ilusión y delirio que vendrá, el blanco deslumbrante, las ganas del reencuentro, los himnos consabidos y repetidos hasta la médula, las horas infinitas, el ensuciamiento matutino, los excesos preconcebidos y celebrados, los brindis multitudinarios, los dedicados a modo individual, la euforia compartida, la ilusión sin parangón… Si, una vez más, es San Lorenzo. And I’m at home.

¡Viva San Lorenzo!

jueves, 4 de agosto de 2011

¿DIGAME?

Cuando te paras a pensar la cantidad de gente anónima con la que has tenido una kilométrica conversación telefónica sobre impuestos, tarifas, billetes de avión, transferencias y otras palabrejas que nos hemos inventado para tener una supuesta calidad de vida, y escasamente recuerdas sus nombres –en la mayoría de los casos falso- por ya no decir sus caras, opiniones o posiciones en la vida, me entra un vértigo absurdo al contemplar esa perspectiva extraña que la realidad nos enseña a veces.

Hace mismísimos segundos he colgado tras una hora y media de palique con un chico que me ha explicado el despiadado mundo de las maravillas –parafraseando a Murakami- de los ahorros de jubilación en los EEUU –tema apasionante donde los haya-. El chico me ha mirado doscientas opciones, ha sido amabilísimo, nos hemos reído, cabreado y desconcertado juntos… Al final, hemos colgado con un efusivo: gracias, de nada, suerte con todo, igualmente, tú también, que vaya genial, gracias hasta pronto, hasta pronto, adiós… Vamos, que en más de una ocasión, he llamado colega o conocido a alguien con mucho menos…

Y diréis, ya, eso es la práctica que tienen los estadounidenses en venderse… Y claro que algo de eso hay, pero eso no quita para que –artificialmente o no- se cree una conexión con una persona que con toda probabilidad nunca más volverás a contactar –en el caso que llames otra vez, te atenderá otra persona diferente con propiedades similares de afabilidad extrema- y que ha tenido noción de tu existencia durante un lapso de tiempo del orden de un montón de ceros por ciento de su vida.

Lo cierto que conforme más miro a este ángulo muerto más me doy cuenta que es una ilusión del maldito egocentrismo humano. Olvidad que tropezasteis con esto.

Me gusta por ejemplo ir en las diligencias y observar a los desconocidos que viajan conmigo, me gusta inventar sus vidas, adivinar por qué se van o por qué llegan. Me pregunto si pasará algo que nos una por azar o si nunca volveremos a cruzarnos, que es lo más probable. Y como seguramente no volveremos a cruzarnos, pienso que esa intimidad es única, que podríamos seguir callados o confesarnos cualquier cosa, yo qué sé.

El viajero del siglo. Andrés Neuman

lunes, 1 de agosto de 2011

RESALAO

Tras un fin de semana lleno de luz, agua salada, playas y calas preciosas, unas buenas risotadas por los motivos más inverosímiles, y unos cuantos litros más de agua en tus órganos, todo se ve con una perspectiva mucho más simple.

Tengas o no tengas un problema, tengas o no tengas aquello que buscas, tienes millones de maneras de que actuar, pero la preocupación –es decir ocuparte del asunto antes de hora- , sólo provoca una pérdida de minutos valiosos. No sirve de nada. Es tiempo malgastado y malvivido. Por si tenéis alguna duda, aquí va una pequeña demostración a modo de algoritmo irrefutable.


La gran ventaja del mar era que podía pasar horas mirándolo, sin pensar. Sin recordar, incluso, o haciendo que los recuerdos quedasen en la estela tan fácilmente como llegaban, cruzándose contigo sin consecuencias, igual que luces de barcos en la noche. Aquello sólo pasaba en el mar, porque éste era cruel y egoísta como los seres humanos, y además desconocía, en su terrible simpleza, el sentido de palabras complejas como piedad, heridas o remordimientos. Quizá por eso resultaba casi analgésico. Podías reconocerte en él, o justificarte, mientras el viento, la luz, el balanceo, el rumor del agua, obraban el milagro de distanciar, calmándonos hasta que ya no dolían, cualquier piedad, cualquier herida y cualquier remordimiento.

La reina del sur. Arturo Pérez-Reverte.