Ya hace tiempo que llevo observando una curiosa costumbre de los personajes que viven por estas tierras: La parquitud –de parcos- en palabras. Tu lees unos de sus correos electrónicos, y piensas… Joder, qué borde el tío. Sin embargo, creo simplemente que tienen una forma diferente de entender los medios de comunicación. Por ejemplo, nosotros cuando escribimos un correo electrónico de trabajo, ponemos normalmente algo así como:
Hola Fulanito,
¿Qué tal estas? Espero que bien. Te escribo para comentarte los resultados que me enviaste el otro día. Yo diría que hay un error en algún lado del algoritmo, por eso los ajustes son tan extraños. ¿Lo podrías revisar? Gracias.
Abrazos,
Menganito
Bien, pues un estadounidense diría:
Los resultados que me enviaste el otro día no son adecuados. Meganito.
Pero claro, si os fijáis el mensaje, la transmisión de la información es la misma. Y eso es lo que importa -para ellos -… Como en otras muchas costumbres, conozco numerosos ejemplo de no-nativos de este país que ya han adoptado esa variedad del lenguaje. Así, si resulta que quieren quedar para ir al cine, mandaran un correo diciendo: Esta noche, cine a las 7 en la calle B. Concreto. Eficaz. Sin lugar a dudas. Es la versión extrema del A cascala.
Por otra parte, hay que añadirle un factor extra, que es la obsesión enfermiza que tienen por abreviarlo todo, y no llega un correo electrónico que no te encuentres un fyi (for your information) o un asap (as soon as possible), etc… Qué os voy a contar… no me gusta un pelo… Con la de palabras que andan sueltas por el diccionario sin que nadie las explote… ¡¡Hagamos la guerra contra la parquitud de palabras!! !!Usemos palabrejos que nadie haya usado nunca!! ¡¡Juguemos con las palabras!! ¡¡Comámosnos las abreviaturas!!
Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente sus orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el clinón, la esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpaso en una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentían balpamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias.
Rayuela. Julio Cortazar
Adiós
Hace 4 años