Un hombre se propone la tarea de dibujar el mundo. A lo largo de los años, puebla un espacio de provincias, de reinos, de montañas, de bahías, de naves, de islas, de peces, de habitaciones, de instrumentos, de astros, de caballos y de personas. Poco antes de morir, descubre que ese paciente laberinto de líneas traza la imagen de su cara.
J.L Borges
Ya se que no es nada nuevo decir que este hombre es uno de los genios por excelencia de nuestra época, un poeta como pocos, un canalla con bombín que sabe deletrear muchas de nuestras experiencias… pero es que últimamente me ha arrancado demasiadas sonrisas como para no hacerle un hueco aquí. Y además, ¡qué coño, nos sobran los motivos!
Me encanta su chupa de cota de malla contra la desdicha... Gracias desde el exilio.
Sólo tengo una pregunta… ¿En qué momento se ha quitado la americana y cambiado el bombín?
Por eso es tan importante dejar que ciertas cosas se vayan. Soltar. Desprenderse. La gente tiene que entender que nadie está jugando con cartas marcadas, a veces ganamos y a veces perdemos. No esperes que te devuelvan algo, no esperes que reconozcan tu esfuerzo, que descubran tu genio, que entiendan tu amor. Cerrando ciclos. No por orgullo, por incapacidad o por soberbia, sino porque simplemente aquello ya no encaja en tu vida. Cierra la puerta, cambia el disco, limpia la casa, sacude el polvo. Deja de ser quien eras y transfórmate en quien eres.
A veces las cosas son todo, menos lo que parecen. Nunca podemos estar seguro de nada, ni de nadie. Las palabras no indican nada. Muchas veces, los actos tampoco. De hecho, continuamente redescubrimos personas que no sabíamos que existían dentro de nosotros. No deberíamos dar por supuesto que conocemos el punto cardinal hacia donde nos direcciona el orden que guía al caos.
Todo esto nos lo demostró David Lynch en una de las mejores películas de toda la historia, Mullholland Drive. Todavía puedo sentir erizarse mi piel al escuchar esta canción. No hay banda.
Aprovechando que ayer fue el puente del día de los presidentes –con la de presidentes que tienen en este país, ya podrían dedicarles más días de fiesta- nos hemos ido a visitar uno de los sitios más auténticos de este país: Texas.
Cuando se llega a un sitio nuevo, todos esperamos encontrarnos con los tópicos que hemos visto en películas, o escuchado de un amigo de un amigo de un amigo… Así, los estadounidenses o europeos, cuando viajan a Espein, esperan encontrarse a gente vestida de flamenco por la calle, echando la siesta a todas horas y bebiendo sangría. Y por supuesto, también pasa a la inversa.
En cuanto bajamos del avión, esperaba encontrarme con un extraño dialecto en el que la palabra más repetida fuera algo así como yiiiija!!, con gente vestida a lo Chuck Norris dando patadas giratorias y granjeros tocando el banjo en su rancho con su brizna de paja en la boca. Y hay que decir, que si bien vivimos cosas tan auténticas como los rodeos –divertidísimos, montones de pruebas en las que el vaquero tiene que tirarle el lazo a la vaquita, o aguantar subido al caballo hasta que éste le tire al suelo-, los policías son de tamaños inmensos y hay un porcentaje no despreciable de gente que viste con sus botas, cinturón y sombrero, al estilo ranger, en general siguen siendo la misma gente ultra amable y simpática que en California.
En particular, Austin, la capital de la música en directo, es una especia de ciudad-festival perpetuo en el que, no falta la música a ninguna hora, en ningún momento. Y además, el músico más mediocre le da cuantas vueltas a cualquier Bisbalito que se precie… Para que os hagáis una idea, en la calle principal había carteles de prohibido aparcar, excepto músicos... En fin, que nada como viajar para quitarnos prejuicios absurdos de la cabeza. Ale, ya os estáis comprando todos un billete de ida a explorar un sitio típico… Os dejo una versión de Little Wing de Jimmy Hendrix interpretada por el austiniano más ilustre, Steve Ray Vaugahn. Intenso y auténtico.
Aquellos que siembran el mundo de lazos rojos, también lo llenan de sonrisas e ilusiones por encontrarlos, por improbable que sea.
De pronto notó algo, y era una luz fría y blanca. La luna subía y el rectángulo de luz se movía en el silo y trepaba lentamente por el cuerpo de Tom. Entonces, sólo entonces, aflojó la mano. Lenta, cautelosamente, escuchando a los que dormían alrededor, Tom alzó la mano. Vaciló, contuvo el aliento, y entonces, poco a poco, abrió la mano y desarrugó el trozo diminuto de tela pintada. Todo el mundo dormía a la luz de la luna. Y allí, en la mano, estaba la Sonrisa.
Si hay algo que adoro en este mundo son esas librerías repletas de libros apilados, a la espera de que alguien los redescubra, ojee sus páginas y se decida a devorarlo. Los libros, como los humanos, necesitan de contacto físico y lo único a lo que temen es las temperaturas en torno a Fahrenheit 451.
Cada vez que exploro una ciudad nueva, intento encontrar la mía –si además, se encuentra una cafetería a juego, mejor que mejor-. A veces, se encuentran por casualidad, cómo la Elliott Bay Book de Seattle, que monopolizó gran parte de mi visita; otras veces te las recomiendan amigos, como la Central del Raval en Barcelona o la Shakespeare and Company de Paris, muchas otras, siempre estuvieron allí, como la Anónima de Huesca, -¡Felicidades, por cierto!- y en algunos casos, te fueron conquistando poco a poco, como The Avid Reader en Davis.
En cualquier caso, esas cuevas de páginas, esos mercaderes de palabras siempre tienen su mercancía más preciosa lista para que las descubramos y la manoseemos. Algún día, yo tendré una de ésas… a la que estáis todos invitados. Mientras tanto, os sugiero sumergiros en el paraíso que más tengáis a mano y regalaros un libro. Si no lo habéis descubierto todavía, os incito a que salgáis a descubrirlo. Hoy mismo. ¿Qué porqué? Me lo contáis, cuando os lo acabéis.
La ventaja de los libros, era que podías apropiarte de las vidas historias y reflexiones que encerraban, y nunca eras la misma al abrirlos por primera vez que al terminarlos. Personas muy inteligentes habían escrito algunas de aquellas páginas; si eras capaz de leer con humildad, paciencia y ganas de aprender, no te defraudaban nunca. Hasta lo que no comprendías quedaba ahí, en un rinconcito de la cabeza; listo para que el futuro le diera sentido convirtiéndolo en cosas hermosas o útiles. Había descubierto fascinada, estremecida de placer y de miedo, que todos los libros del mundo hablaban de ella.
Como buena psicóloga frustrada que soy, -me encanta todo lo relacionado con la mente- esta tarde he asistido a una charla espectacular de Alison Gobnik, llamada The Philosophical Baby, como su libro. Esta ciudad es una pequeña burbuja en la que un día cualquiera, así porque sí, puedes aprender cómo se reproducen los pulpos, o cual es el último avance en la lucha contra el cáncer, según la persona con la que interacciones.
Sin embargo, en la conferencia de hoy -lejos de ser una charla tocho, con resultados sobre el ultimísimo experimento del una especialidad que sólo unos cuantos entienden en el mundo- esta excelente divulgadora nos ha deleitado sobre el comportamiento del cerebro de un bebé y el porqué de su largo periodo hasta que deja de ser un ser aparentemente inútil –al final nos ha demostrado que eses período no es para nada inservible, son todo lo contrario-.
No sólo eso, también he aprendido cosas como que cuanto más sabemos de un tema, más nos cuesta centrar la atención. Esto último me produce cierta desazón, ya que eso implica que si te interesa mucho un tema, cuanto más sepas, más difícil será que te interese o te sorprenda.
Hoy me voy a dormir, sabiendo un montón de cosas más. Y con la satisfacción de que existen todavía excelentes científicos que tiene capacidad de llegar a todo el público de una manera divertida, amena y educativa. Os dejo con uno de los experimentos que me ha dejado perpleja. Por si alguien no entiende el inglés, tenéis que contar cuantas veces pasan la pelota el equipo blanco. Realícese con mucha concentración. Si a alguien le interesa, se lo explico en otro capítulo.
Existe una leyenda urbana, superstición o creencia –a gusto de cada uno- por la que, cuando alguna persona habla de uno mismo, te pitan los oídos. Esas personas hablan bien o mal, según te pite el oído derecho o izquierdo, respectivamente. Además, cuanto mayor número de personas hablen de ti, mayor será el pitido –imaginad por ejemplo, cómo debe estar personajes públicos como Obama-, aunque imagino que el pitido es mucho más poderoso cuando esa persona te conoce personalmente.
En mi caso, entro dentro del grupo de fe ciega a los pitidos. No hay día en el que, por unos instantes, voilá, allá esté el sonido. La mayoría de las veces es cómo un soplo de brisa: aparece, te roza unos segundos, y se va. Sin embargo, hay otras en las que tienes el soniquete constante durante un buen par de horas… y te preguntas qué ente estará susurrando al viento esas palabras andantes.
Creedlo o no. Hoy hace dos años justos que tuve que ir a urgencias por la aparición de un sonido constante en los dos oídos que no me dejaba hacer nada. Era como si todo el globo terráqueo se hubiera puesto a hablar de mi. Nadie supo qué pasó. Despareció tal cómo había venido al tercer día.
Lo interesante del proceso de la comunicación es que nos permite tomar conciencia de que las palabras que salen de nuestro cuerpo, ya sea en forma escrita, hablada o cantada, vuelan en el espacio cargadas del eco de otras voces que ya antes de nosotros las habían pronunciado. Viajan por el aire bañadas de saliva de otras bocas, de vibraciones de otros oídos, del latido de miles de corazones agitados. Se cuelan hasta el centro de la memoria y ahí se quedan quietecitas hasta que un nuevo deseo las reanima y las carga de energía.
En estas páginas hay espacio para la reflexión, las bitácoras, los viajes estelares y los terrenales, las experiencias compartidas y todos aquellos instantes que hacen cada sitio, cada momento de nuestra vida, un lugar inolvidable. Bienvenid@.
We do not grow absolutely, chronologically. We grow sometimes in one dimension, and not in another; unevenly. We grow partially. We are relative. We are mature in one realm, childish in another. The past, present, and future mingle and pull us backward, forward, or fix us in the present. We are made up of layers, cells, constellations.
Anaïs Nin