Un hombre se propone la tarea de dibujar el mundo. A lo largo de los años, puebla un espacio de provincias, de reinos, de montañas, de bahías, de naves, de islas, de peces, de habitaciones, de instrumentos, de astros, de caballos y de personas. Poco antes de morir, descubre que ese paciente laberinto de líneas traza la imagen de su cara.
J.L Borges
Como no podía ser de otra manera, la vida nos trae también regalos geniales de vez en cuando y en general, en momentos que no podíamos necesitarlo más.
Viejos amigos que se acercan a darnos compañía por unos días… Reconocernos en las personas que nos hemos convertido y sentirnos orgullosos de guardar amistades así. Toneladas de optimismo, de carcajadas, de vino y de música. Analizar lo que vale la pena en esta vida para concluir que tan sólo el Arte y las animaladas que podamos llegar a hacer.
Energía nueva, aire fresquísimo, risa renovada, ganas de comerse el mundo, simplicidad absoluta a manos llenas. Mil gràcies Ferri. Una abraçadota.
No podemos determinar el momento concreto en que nace la amistad. Como al llenar un recipiente gota a gota, hay una gota final que lo hace desbordarse, del mismo modo, en una serie de gentilezas hay una final que acelera los latidos del corazón.
No es por Horacio, amor, no es solamente por Horacio aunque él haya llegado como una especie de mensajero. A lo mejor si no hubiese llegado me habría ocurrido otra cosa parecida. Habría leído algún libro desencadenador, o me habría enamorado de otra mujer... Esos pliegues de la vida, comprendés, esas inesperadas demostraciones de algo que uno no se había sospechado y que de golpe ponen todo en crisis. Tendrías que comprender.
En este mes temático sobre superpoderes, hoy -por recién experimentado- toca el poder de la hostia. O lo que es lo mismo, el poder de tocar fondo. Aunque parezca irónico -o exótico-, éste es uno de los poderes más increíbles que existe.
El momento en que llega ese golpe que –inesperado o no- nos tumba al suelo, es mucho más glorioso que una simple colleja. A cambio de unas malas horas, la conmoción nos hace disipar toda la energía negativa que se había producido –no es más que una ley de la física-, nos hace desentumecer todas las lágrimas acumuladas que teníamos guardadas para la ocasión, nos hace desenvolver las entrañas para envolverlas de nuevo con un papel nuevo, nos hace pasar un luto necesario para tener la ocasión de plantearnos quién queremos ser a partir de mañana, cuando ya todo esté enterrado.
Y en el ojo del huracán, cuando estamos derrumbados en el suelo, nos damos cuenta que de allí ya no se puede bajar más. Ya hemos agotado todo lo que nos hacía sentir mal, todo a lo que temíamos. Cuando lo que nos torturaba se ha decidido a dispararnos el tiro certero, ya sólo cabe un renacer nuevo y exuberante.
Le sorprendería saber lo fuerte que es alguien que no tiene nada que perder excepto a sí misma.
Recuerdo aquella tarde de viernes en Granada, en la que acudimos a aquel acto benéfico en el centro cívico del Zaidín en el que diversos cantautores y un grupo de teatro granadinos nos regalaron su fantástico producto local…
Puedo rememorar cuando aquella chica –Zahara- salió al escenario y empezó a cantar. Aparentemente, nadie estaba demasiado atento a cómo sonaría aquello. Sin embargo, todos enmudecimos, se nos cortó el aliento y acariciamos el estupor que provoca el vello erizarse cuando aquella canción comenzó a sonar. Fue algo universal. En aquel teatro había un amplio abanico de gusto musicales, desde los amantes del heavy, hasta el flamenco más ancestral.
Y sin embargo, esta chica con una simple guitarra y su voz, supo parar el tiempo aquella tarde a todos y cada uno de los que estábamos allí. En mi caso, me regaló un billete de ida y vuelta a Granada desde cualquier lugar del mundo. Cada vez que escucho su voz, me transporto a aquella ciudad extraña, mestizaje de culturas, caracteres y escenarios. Y reproduzco cada uno de los momentos en que aquella voz aterciopelada contribuyó con su banda sonora a la mía.
Hoy día, por lo que parece, Zahara se está empezando a conocer -al menos en el ámbito nacional-, cosa que no me extraña en absoluto, pero que me regocija profundamente. Espero que llegue un día en que el mundo entero compartamos el hipnotismo que fabrica.
Cada uno de nosotros sigue perdiendo algo muy preciado. Oportunidades importantes, posibilidades, sentimientos que no podrán recuperarse jamás. Esto es parte de lo que significa estar vivo. Pero dentro de nuestra cabeza, porque creo que es ahí donde debe de estar, hay un pequeño cuarto donde vamos dejando todo esto en forma de recuerdos. Seguro que es algo parecido a las estanterías de esta biblioteca. Y nosotros, para localizar donde se esconde algo de nuestro corazón, tenemos que ir haciendo siempre fichas catalográficas.
Existen momentos en que un tropezón puede encadenar otro, y este otro, y otro, y otro… con resultados sorprendentes.
De hecho, un simple tropezón, te puede descubrir un gran número de perspectivas del suelo que desconocías -sobre todo si en San Francisco- y que, posiblemente te enseñará como no volver a caer, te puede perder en caminos que, de otra forma, jamás hubieras atravesado y, en algunos casos incluso, te puede dejar en la mano el picaporte de la puerta que estabas esperando encontrar.
Esta semana va de superpoderes. Si el último post iba sobre el poder del canto, hoy le toca el turno a uno de los poderes más desconocidos: el del soplo. Resulta que como bien nos contaba ya Albert Espinosa en El Mundo Amarillo, tenemos un arma preciosa dentro de nosotros que sirve para curar todo tipo de males:
Los soplidos se acumulan en nuestro interior y hay que sacarlos, hay que extraerlos. Creo que, sin saberlo, el organismo nos ha dado un arma contra la mala suerte; el problema es la cotidianidad de ese superpoder ha hecho que no la percibamos.
Si, en efecto, ponedlo en práctica, cuando lleguéis a ese momento del día en que estáis cansados, lo empezáis a ver todo negro o no veis nada claro, simplemente coged mucho mucho aire y soltarlo con todas vuestras fuerzas. Repetirlo hasta que os quedéis extenuados, y –no hay error de medida- veréis como inmediatamente se filtra un rayo de luz, y las comisuras de los labios comienzan a despertarse…
También se puede hacer cuando uno se siento feliz, muy feliz… Esos momentos en que uno daría brincos o volteretas. Probad a soltar un buen soplido… ¡No uno, cientos! Con eso contribuís a que parte de la energía que desbordáis se acumule en algún otro soplo más necesitado.
Va en serio, ya, ahora, probadlo. ¿Qué? ¿Funciona o no? Era así de fácil… Muchas de las cosas buenas que nos puedan pasar empiezan con un soplo.
Explicaba, entre muchas más cosas, el poder del soplo. Nos hablaba de las madres que soplaban las heridas de sus hijos que se habían caído de la bicicleta, de rasguños que se curaban con soplidos y un poco de agua oxigenada. El superpoder del soplo.
¿Y quién no ha querido alguna vez pasar por encima de las normas, recuperar a la personita pequeña y risueña que llevamos dentro y reírnos de las normas, del protocolo y de la vida?
Bien, ahí va un descubrimiento: la versión moderada consiste en cantar fuerte y a pleno pulmón –sin restricciones de afinación, ritmo o melodía- para que –al menos durante unos instantes- los tinieblos se tengan que cobijar de nosotros…
Y si no os lo creéis, ved este vídeo.
Anouk hablaba demasiado fuerte. o se reía demasiado rápido. O cantaba demasiado alto. O bailaba demasiado pronto, o...
En estas páginas hay espacio para la reflexión, las bitácoras, los viajes estelares y los terrenales, las experiencias compartidas y todos aquellos instantes que hacen cada sitio, cada momento de nuestra vida, un lugar inolvidable. Bienvenid@.
We do not grow absolutely, chronologically. We grow sometimes in one dimension, and not in another; unevenly. We grow partially. We are relative. We are mature in one realm, childish in another. The past, present, and future mingle and pull us backward, forward, or fix us in the present. We are made up of layers, cells, constellations.
Anaïs Nin