sábado, 31 de julio de 2010

BITÁCORA



I Y sobre todo mirar con inocencia. Como si no pasara nada, lo cual es cierto.

II Pero a ti quiero mirarte hasta que tu rostro se aleje de mi miedo como un pájaro del borde filoso de la noche.

III Como una niña de tiza rosada en un muro muy viejo súbitamente borrada por la lluvia.

IV Como cuando se abre una flor y revela el corazón que no tiene.

V Todos los gestos de mi cuerpo y de mi voz para hacer de mí la ofrenda, el ramo que abandona el viento en el umbral.

VI Cubre la memoria de tu cara con la máscara de la que serás y asusta a la niña que fuiste.

VII La noche de los dos se dispersó con la niebla. Es la estación de los alimentos fríos.

VIII Y la sed, mi memoria es de la sed, yo abajo, en el fondo, en el pozo, yo bebía, recuerdo.

IX Caer como un animal herido en el lugar que iba a ser de revelaciones.

X Como quien no quiere la cosa. Ninguna cosa. Boca cosida. Párpados cosidos. Me olvidé. Adentro el viento. Todo cerrado y el viento adentro.

XI Al negro sol del silencio las palabras se doraban.

XII Pero el silencio es cierto. Por eso escribo. Estoy sola y escribo. No, no estoy sola. Hay alguien aquí que tiembla.

XIII Aun si digo sol y luna y estrella me refiero a cosas que me suceden. ¿Y qué deseaba yo? Deseaba un silencio perfecto. Por eso hablo.

XIV La noche tiene la forma de un grito de lobo.

XV Delicia de perderse en la imagen presentida. Yo me levanté de mi cadáver, yo fui en busca de quien soy. Peregrina de mí, he ido hacia la que duerme en un país al viento.

XVI Mi caída sin fin a mi caída sin fin en donde nadie me aguardó pues al mirar quién me aguardaba no vi otra cosa que a mí misma.

XVII Algo caía en el silencio. Mi última palabra fue yo pero me refería al alba luminosa.

XVIII Flores amarillas constelan un círculo de tierra azul. El agua tiembla llena de viento.

XIX Deslumbramiento del día, pájaros amarillos en la mañana. Una mano desata tinieblas, una mano arrastra la cabellera de una ahogada que no cesa de pasar por el espejo. Volver a la memoria del cuerpo, he de volver a mis huesos en duelo, he de comprender lo que dice mi voz.

Caminos del Espejo. Alejandra Pizarnik




Quisieron arrojarme al vacío, pero sólo los auténticos sabían que podía volar… Hoy por fin soy libre. Gracias a cada una de mis VERDADERAS plumas.

jueves, 29 de julio de 2010

EX-PROFESO

La sofisticación muchas veces no significa mejor… Pero si la pasión y las buenas ideas.

Este video me lo ha pasado Russell, mi compañero de despacho: El Profesor Julius Summer Miller. Es lo que veían los niños de Estados Unidos en los 80 cuando volvían del colegio. No me digáis que no es auténtico -Hi, I´m Julius Summer Miller and physics is my business- y que ahora mismo, los peques no lo aguantarían ni cinco segundos. A mi me parece hipnotizante.



En mi caso, y cómo única excepción en la sequía televisiva que había en mi casa, se veía esto al salir de colegio: Érase una vez la vida. La verdad es que es una de las mejores series que he visto nunca. Y además, a lo largo de mi vida, he seguido encontrándome a mucha gente con exactamente la misma cara de ese microbio…



Lo cierto es que nos enseñaban montones de cosas mientras nos divertían… -Al estilo que tu madre te podía meter el conejo en la comida simulando que era pollo y ni rechistabas-. Y curiosamente, muchas de estas cosas no se nos han olvidado jamás…

¿Porqué los programas han cambiado hacia el otro extremo ahora? ¿Porqué aprender ya no es sinónimo de pasárselo bien? ¿Por qué la vida no ha continuado siendo así, un rato subyugante donde ilusionarte con las experiencias de la gente? ¿Qué nos ha pasado?

sábado, 24 de julio de 2010

CARRETERA PERDIDA

Para aquellos que no lo sepáis, vivo en una casita pequeñísima que da a un caminito de tierra, y éste desemboca en el mundo urbano, casi en pleno centro. La verdad es que adoro mi little cottage. Tengo unos tiestos para plantar mis cosillas –aunque mi vecino tiene una gallina que me cae antipatiquísima desde que se comió mis albahacas-, un trocito para tumbarme a la bartola, unos árboles frondosos y antiguos, un cielo bastante estrellado para tratarse de una ciudad estadounidense y un cri-cri relajante organizado por la asociación de grillos de la redolada.

Sin embargo, hay un pequeño factor que me hace plantearme uno de los temas recurrentes entre los Davisianos -¿estoy viviendo en una película?-. Muchos de nosotros, opinamos que Davis no es más que un show de Truman, donde todos aparentamos que no nos damos cuenta… En mi caso, mi camino está empezando a parecerse a una película de David Lynch.

Si, ese cine peculiar, onírico entre espeluznante y cómico, bien embutido en el inconsciente… -Siempre me acordaré de cuando fui a ver Inland Empire en un cine fantástico de Granada, El Granada 10, donde el camarero me invitó a la copa por haberme quedado hasta el final-.

El motivo por lo que digo esto es porque, muchos días me sucede algo curioso, nada más abrir la puerta, aparece un personaje pasando por mi camino –cosa que no va de paso para casi nadie-. A veces, se trata de un señor mayor con un chihuahua, que nunca me ha dicho ni una palabra, sólo me mira y mueve la cabeza en señal de aprobación, otras veces, un señor indígena con una mochila del año la polca, que siempre se detiene a beber agua enfrente de mi puerta, en ocasiones, un chico joven y desgarbado mirando a los árboles con cara de absorto…

Y pensareis, qué exagerada… Que no, que no. Aquí pasa algo, basta con abrir la puerta de mi casa, a cualquier hora, y aparece un -conocido o no- personaje, inconexo con el anterior y haciendo algo no demasiado lógico. He de decir, que me encanta. Es como abrir una caja de sorpresas y ver que te depara en su interior.

Si seguimos el hilo de conductor de peliculones como Mullholand Drive, Cabeza Borradora o Blue Velvet en breve, debería empezar a volverme loca… Dadme un toque cuando eso pase, no me lo querría perder. –Ah, ¿que ya lo estoy?- Vaya, me acabo de dar cuenta de que en mi casa todas las cortinas son rojas…

lunes, 19 de julio de 2010

CARGADOR

Se acaba un fin de semana de lo más reparador: muchas horas de sueño y de charla con buenos amigos, bañitos al solete, renovación de lecho con estilo rumbero –mucho más que un hecho físico-, comedias, poemas, descanso mental, ignorancia del reloj, cenas con amigos, sol, ropa limpia… Me siento mucho mejor.




Leer sin llevar la cuenta de los libros devorados en la última semana, engancharse a los programas de televisión más triviales, convertirse en una clienta asidua de los vídeo clubes del pueblo, aprovechar la benignidad del clima para salir a pasear por la playa, y proponerse llegar a una roca determinada, y dar la vuelta al lograrlo sin aspirar siquiera a la muda compañía de los cangrejos, encerrarse en la cocina de vez en cuando con un recetario de los difíciles e invertir mucho más tiempo del razonable en hacer una tarta irresistible para merendársela ella sola, y disfrutarla, fueron consolidándose como hitos apreciables en sí misma, habitaciones recién estrenadas y aún no exploradas del todo de una vida que sólo entonces empezó a ser distinta de las demás que había conocido.

Almudena Grandes. Los aires difíciles

viernes, 16 de julio de 2010

COSTURERO



Si puedes conservar la cabeza cuando a tu alrededor
todos la pierden, y te echan la culpa.
Si puedes confiar en ti mismo cuando los demás dudan de ti,
pero al mismo tiempo tienes en cuenta su duda.

Si puedes esperar y no cansarte de la espera,
o siendo engañado por los que te rodean, no pagar con mentiras,
o siendo odiado, no dar cabida al odio,
y no obstante, ni ensalzas tu juicio ni ostentas tu bondad.

Si puedes soñar y no dejar que tus sueños te dominen.
Si puedes pensar y no hacer de los pensamientos tu objetivo.
Si puedes encontrarte con el Triunfo y el Fracaso
y tratar a estos dos impostores de la misma manera.

Si puedes soportar escuchar la verdad que has dicho
tergiversada por bribones para tender una trampa a los necios,
o contemplar destrozadas las cosas por las que dedicaste tu vida,
y agacharte y reconstruirlas con las herramientas desgastadas.

Si puedes hacer una pila con todos tus triunfos,
y arriesgarlo todo en un golpe de azar,
y perder, y volver a comenzar desde el principio,
y no dejar escapar una palabra sobre tu pérdida.

Si puedes hacer que tu corazón, tus nervios y tus músculos
te respondan mucho después de que hayan perdido su fuerza,
y permanezcan firmes cuando nada haya en ti
excepto la voluntad que les diga: ¡¡Adelante!!.

Si puedes hablar con la multitud y perseverar en la virtud,
o caminar junto a reyes sin perder tu sentido común.
Si ni los enemigos ni los amigos pueden dañarte.
Si todos los hombres cuentan contigo pero ninguno demasiado.

Si puedes llenar el preciso minuto
con sesenta segundos de un esfuerzo supremo.
Tuya es la tierra y todos los que hay en ella.
Y, lo que es más, serás un Hombre, hijo mío.



Si, Rudyard Kipling

sábado, 10 de julio de 2010

WHERE THE STREETS HAVE NO NAME

Aprovechando este jet lag que se ha venido conmigo en este viaje a través del tiempo
-ayer viví dos veces varias horas del día-, voy a intentar desgranaros la infinidad de minutos nipones de estas dos ultimas semanas en cualquier orden aleatorio.

He descubierto que Japón debería aparecer como sinónimo de sauna en algún diccionario, dos minutos allí y os derretís, literalmente. Que muchas mujeres japonesas jóvenes suelen ir vestidas, peinadas y maquilladas como si estuvieran a punto de asistir a una boda y sobre unos tacones de aguja con mucha pinta de penitencia. Que todo Japón está bombardeado por cadenas de tiendas estadounidenses, siendo de lo más frecuente encontrar un McDonalds o 7-eleven en cada vuelta de la esquina -del otro bombardeo, yo no vi ni rastro-. Que la gente lee manga a todas horas, incluso los abuelitos de 70 años. Que Tokyo es un amasijo de rascacielos al estilo americano, luces de neón y tiendas atestadas de adolescentes desconcertadamente modernos o estrambóticos. Que Kyoto, por el contrario, representa la parte ancestral, la de los incontables templos delicadamente preciosos rodeados de Toris o puertas rojas –si se trata de sintoísta- o budas gigantes –si se trata de budistas-, todos ellos adornados con bosques enormes e impolutos.

Que el idioma nipón es agradable al oído, consiste en palabras muy largas y cantarinas, acompañados siempre de reverencias que pueden derivar en bucles infinitos. Que mi memoria occidental es capaz de retener el nombre de una barrio, calle o persona durante un máximo de dos minutos. Que una buena parte de las señoras mayores japonesas –sobre todo fuera de Tokyo- siguen llevando su elegante kimono, junto con sus chancletas con calcetín de chancleta y su moño perfectísimo. Que curiosamente, los calcetines de chancleta -manoplas para los pies- es un inventazo que no se ha exportado todavía. Que los aficionados a los deportes –vale, al fútbol- sueltan unos grititos muy agudos cada vez que un jugador merodea cerca de una portería. Que en Kyoto existe la cafetería más pequeña del mundo – medio pasillo de una casa- regentado por un japonés heavy muy salado que adora escuchar música a todo volumen y hacer la competencia a Starbucks. Que la gente vive en cubículos diminutos. Que incluso las habitaciones de hotel y los baños son diminutos. Que una ya no sabe si el hecho de que los japoneses sean delgaditos es una causa o consecuencia. Que las novelas de Haruki Murakami ahora cobran más sentido que nunca.

Que los nipones son muy sonrientes. Que los váteres tienen como 15 botones al lado, para que te alivies con diferentes chorros a tu elección, ruiditos o aromas. Que Hello Kitty o Picachu son héroes nacionales. Que las Geishas existen pero son difíciles de ver. Se reconocen porque van vestidas de kimono y con la cara completamente blanca. Que toda la población aprovecha cualquier viajecito en al metro para entroncarse, es decir echarse un sueño profundo para despertarse justo en la estación que les toca –gracias por la introducción de este vocablo Susi-. Que ir con una cámara por el metro no te convierte en guiri automáticamente, ya que todo el mundo echa fotos a cualquier cosa en la que aparezca el símbolo de victoria y se las manda por sus teléfonos de última generación a sus amigos. Que uno de los mejore restaurantes de Japón, se encuentra en Nara, donde puedes encontrar desde los monjes budistas en oración, hasta el vecino de la esquina que ha bajado a atiborrarse por un módico precio de sushi y tempura impresionantemente delicioso. Que incluso a los amantes del sushi como a mi, nos puede llegar a hartar tras comerlo durante diez días seguidos. Que está prohibido fumar en muchas calles y permitido en muchos bares. Que la gente va con la cartera en el bolsillo de atrás y nadie roba a nadie. Que el museo Ghibli -una casa encantada basada en las películas de Hayao Mizayaki- es una joyita completamente recomendable.

Que en un lugar donde las calles no tienen nombre y hay más densidad de humanidad que en cualquier parte del planeta, sólo puedes toparte con … cualquier cosa. Un abrazote desde aquí a Susi y David por descubrirme mucho de esto y compartir muchos de estos momentos.