Resulta que, al igual que somos incapaces de contemplar nuestra galaxia precisamente porque vivimos en ella, somos incapaces de observarnos a nosotros mismos físicamente. Para ello, usamos aproximaciones como espejos, fotos y comentarios sesgados para hacernos una idea. Pensamos, a priori que se trata de una metodología bastante robusta, pero se nos olvida tener en cuneta que los que interpretamos los datos no podemos ser nosotros, porque entonces somos todo menos objetivos.
Sin embargo, existen momentos cualquiera, de esos que te pillan desprevenida o llena de lúcida –vete a saber- y descubres que existen otras interpretaciones muy distintas a aquellas que nuestra mente se ha empeñado a escoger. Y justo, en ese momento, decides que no volverás a malinterpretar los datos erróneamente y contemplarás todas las opciones que pueden apuntar los datos.
En otras palabras, que somos mucho más bellos de lo que pensamos, como ya apuntamos en su día.