domingo, 23 de octubre de 2016

LA CUENTA DEL TIEMPO



Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda al reloj 

Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo saben-, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj. 

Instrucciones para dar cuerda al reloj

Allá al fondo está la muerte, pero no tenga miedo. Sujete el reloj con una mano, tome con dos dedos la llave de la cuerda, remóntela suavemente. Ahora se abre otro plazo, los árboles despliegan sus hojas, las barcas corren regatas, el tiempo como un abanico se va llenando de sí mismo y de él brotan el aire, las brisas de la tierra, la sombra de una mujer, el perfume del pan. ¿Qué más quiere, qué más quiere? Átelo pronto a su muñeca, déjelo latir en libertad, imítelo anhelante. El miedo herrumbra las áncoras, cada cosa que pudo alcanzarse y fue olvidada va corroyendo las venas del reloj, gangrenando la fría sangre de sus rubíes. Y allá en el fondo está la muerte si no corremos y llegamos antes y comprendemos que ya no importa. 

Julio Cortazar

sábado, 8 de octubre de 2016

AL ABRIGO DE LAS PALABRAS



Existe en París, en esta ciudad de belleza –material e inmaterial- absoluta, un lugar donde el tiempo se para y una siente que ahí se habla de lo esencial, de lo importante. Donde la atmósfera se recoge, nadie saca su smartphone, ni su cámara, ni su reloj; tan sólo libros, un respeto cordial y una predisposición a dejarse tocar por bellas palabras.

Este sitio, el club des poetes, al que suelo llevar a mis amigos cuando tengo una mínima oportunidad, se creó hace 55 años por el padre del actual dueño, Blais Rosney, también poeta. Yo lo descubrí tan sólo por casualidad, cuando llegué a París y, sabiendo que estaba en una de las ciudades más artísticas que existen, busqué un sitio donde se hablara de literatura, de poesía y, aunque sorprendentemente no hay tantos como pensaba, dí con él.

Aquí, cada martes, viernes y sábado, se cena si se quiere –totalmente casero, con su cuchillo de barra de pan-, se toma un vaso de vino y a las diez, la luz decae y se recita poesía de memoria –única norma de este sitio-, clamándola, sintiéndola y haciéndola llegar a todos. Una de los aspectos más sorprendentes es que la gran mayoría del público es verdaderamente joven, sin llegar a los 30. Desde mi punto de vista, si existen jóvenes que eligen pasar su noche de viernes recitando poesía, el mundo todavía puede ser salvado por su belleza.

Cuando, hay noches temáticas de poetas –como ha sido el caso de Lorca, el siglo de oro o Pessoa-, la cosa resulta algo artificial. Yo soy de las que opino que la poesía no puede traducirse porque la sonoridad, la caída de una palabra hacia la otra cambia y se transforma en otro poema de baja calidad.

Por otra parte, cuando, en noches como en la de ayer, la noche es libre y cada uno recita lo que quiere –y por tanto, la gran mayoría son de poetas franceses-, recibes, de vez en cuando una punzada de belleza que te anula los sentidos y te recuerda porqué en París, se puede encontrar lo que no existe en ningún otro sitio. Para muestra, un botón:

Nous étions faits pour être libres
Nous étions faits pour être heureux
Comme la vitre pour le givre
Et les vêpres pour les aveux
Comme la grive pour être ivre
Le printemps pour être amoureux
Nous étions faits pour être libres
Nous étions faits pour être heureux

Toi qui avais des bras des rêves
Le sang rapide et soleilleux
Au joli mois des primevères
Où pleurer même est merveilleux
Tu courais des chansons aux lèvres
Aimée du Diable et du Bon Dieu
Toi qui avais des bras des rêves
Le sang rapide et soleilleux

Ma folle ma belle et ma douce
Qui avais la beauté du feu
La douceur de l’eau dans ta bouche
De l’or pour rien dans tes cheveux
Qu’as-tu fait de ta bouche rouge
Des baisers pour le jour qu’il pleut
Ma folle ma belle et ma douce
Qui avais la beauté du feu

Le temps qui passe passe passe
Avec sa corde fait des nœuds
Autour de ceux-là qui s’embrassent
Sans le voir tourner autour d’eux
Il marque leur front d’un sarcasme
Il éteint leurs yeux lumineux
Le temps qui passe passe passe
Avec sa corde fait des nœuds

Nous étions faits pour être libres
Nous étions faits pour être heureux
Le monde l’est lui pour y vivre
Et tout le reste est de l’hébreu
Vos lois vos règles et vos bibles
Et la charrue avant les bœufs
Nous étions faits pour être libres
Nous étions faits pour être heureux

Un Homme passe sous la fenêtre et chante, Louis Aragon

No dejéis de pasar la próxima vez que vengáis a Paris.