Resulta que me he puesto a buscar
La tercera expedición de las
Crónicas Marcianas de
Ray Bradbury (para aquellos que quieran leerla, lo pueden hacer
aquí), para contaros los escalofríos que me provocó aquel capítulo y lo genial de esta novela, y parece que… No soy la única que opina esto. Internet está lleno de alabanzas hacia esta sección e incluso
Jorge Luis Borges describió este capítulo como
la historia más alarmante de este volumen.
Esto me ha hecho pensar que en el fondo, somos muy predecibles, que tarde o temprano todos evolucionamos demasiado similarmente… De hecho, los estímulos que nos dispara nuestra sociedad son los mismos para todos –música, publicidad, educación, medios de comunicación-, y nuestras condiciones iniciales no son tan dispares… Por lo tanto, y según esto, las cosas más aparentemente subjetivas -belleza, miedo, placer…- acaban siendo objetivas y cuantificables, aunque de
esto ya hablamos hace un tiempo.
Y de la misma manera, tarde o temprano, cometemos los mismos errores que otros años antes, por mucho que nos advirtieran o nos aconsejaran otros que ya lo habían experimentado. Sólo aprendemos a base de vivir las experiencias en nuestro propio cuerpo. Pero desde luego, ahí radica el carácter de éxito de nuestros errores, de la lección que recibimos…
Parece que la conclusión que sugiere todo esto es que tendemos a una homogeneidad soporífera, que no puede existir ente alguno que realmente desafine respecto la bendita campana de Gauss. Sin embargo, las evidencias demuestran lo contrario. Conozco un sinfín de gente auténtica a más no poder –y vosotros sabéis quienes sois, un beso desde aquí- gente que ante la amenaza de la uniformidad se ha moldeado, ha tratado de vencer los convencionalismos, ha optado por escoger las bifurcaciones hacia lo desconocido y por abrir su mente ante nuevas ideas…
Y eso ha hecho, que aunque si bien todos tenemos un legado de tópicos respecto nuestra generación, cultura, país, sexo o físico, también mucho de nosotros hemos luchado por no conformarnos y por eso, cerrando el círculo, fue posible que genios genuinos como
Bradbury escribieran la increíbles
Crónicas Marcianas y que talentos inconmensurables de la talla de
Borges coincidan en su opinión sobre esta obra maestra con una gran mayoría.