Hace
unos días que llevo pensando que existen varias maneras de leer, o mejor dicho,
de apreciar la literatura. En otras palabras, los variados motivos que nos
llevan a escoger un libro y no otro, no siempre son los mismos. Está quien
valora más la rigurosidad, la belleza de las palabras, el que la historia que se
cuenta conecte con su vida, la
consistencia, las descripciones con reminiscencias económicas o políticas, la
originalidad, la capacidad de cautivar de la historia narrada… En fin, que cada
vez estoy más convencida que, cuando alguien nos recomienda un libro y nos dice
que es fantástico, que es uno de los mejores libros que ha leído, aunque
probablemente nos esté diciendo la verdad, quizá el resultado no sea el mismo
cuando atravesemos sus páginas porque el punto fuerte del libro podría no ser
el que uno aprecia.
Ahora
yo me planteo: entonces, los Clásicos Universales, esos libros que todo el
mundo parece estar de acuerdo en que son obras absolutas independientemente del
momento de la Historia en que se hayan escrito, ¿lo son porque reúnen todos los
ingredientes de tal manera que no haya nadie que encuentre carencia de la parte
(o partes) que valora de un libro? ¿tienen las proporciones exactas de matices
diferentes para que a todos nos guste? Es más, ¿tienen incluso un 100% de todos
los ingredientes a la vez -por muy incoherente que suene esto, la magia del arte a veces no cumple las normas euclidianas de la matemática-? ¿Son un elixir asegurado del éxito? Pero, ¿para qué persona
si somos todos diferentes?
Lo
cierto es que no lo acabo de ver claro. Es verdad que en el caso de los best
sellers, son capaces de llegar a millones de estanterías porque tienen la
capacidad de provocar atracción a una gran mayoría de la sociedad –si bien es
cierto que la gente que solemos leer asiduamente, tendemos a rehuirlos, en mi
caso más por un intento personal de no seguir las modas, que por otro motivo-. En
el otro extremo están los clásicos históricos, pongamos por ejemplo, El
Quijote de la Mancha. ¿Por qué comentar que no es un libro que te cautive es sinónimo de
incultura, de no saber apreciar el arte más que superficialmente? Pues desde
aquí afirmo que yo he comenzado el Quijote ya ocho (la última hace unos meses)
y a día de hoy, he sido incapaz de acabarlo. ¿Será que a Cervantes y mí, no nos
hubiera ido muy bien como amigotes de los de de tomar unas cervezas mientras se discute de la
vida? Si bien yo me esfuerzo por
valorar a los artistas por su trabajo, es cierto que el fruto de sus obras es
directamente proporcional a su materia prima personal. Mira, esta explicación
me convence más. Probablemente, con Cortazar –entre otros muchos- si que nos hubiéramos ido de fiesta por las calles de Paris.
Y la
verdad, es que, ahora que lo pienso mejor, creo que esto se aplica a cualquier
arte. ¿Cuántas veces nos han recomendado una película, un disco, un pintor, un
concierto, etc que nos ha dejado indiferentes? Bien, eso me alivia en cierto modo.
Aun dentro de lo predecibles que podemos llegar a ser, todavía tenemos margen
para definir nuestra propia esencia a través del arte. Podemos elegir qué nos
evoca y qué nos provoca. Y podemos proclamar, a grito pelado y con mucho
orgullo, que ése es nuestro patrimonio artístico.
Yo creo que el descubrimiento inesperado es algo único (tanto para un libro, como para un cuadro, una película o una persona). A veces las recomendaciones sirven de ayuda, pero la fascinación de descubrirlo por uno mismo es imposible de igualar.
ResponderEliminarDicho esto, el Quijote es un gran libro y la segunda parte es mejor que la primera. A lo mejor a la novena va la vencida, y cuando menos te lo esperas te atrapa.
HombreRevenido: Si, estoy de acuerdo en el descubrimiento inesperado, pero también es cierto que si muchas cosas no nos las hubieran sugerido -aún indirectamente- nos las hubiéramos perdido definitivamente. Y eso sería una pena.
ResponderEliminarEn cuanto al Quijote... Yo desisto. Será por libros. Pero ¿quién sabe? Lo mismo algún día hago un post retractándome de esto ;).
Linda !
ResponderEliminarPues creo que es algo bastante obvio: nos emociona lo que identificamos con nuestra vida, con nuestras vivencias, con nuestra experiencia... Como todos somos distintos, nuestras emociones son distintas... A mi se me pone la carne de gallina con cien años de Soledad, y estoy harto de escuchar por ahi que es un toston, y que no hay quien se lo lea...
Ains... Que bonito seria encontrar a la Maga por las calles de Paris...
Fuerza y alegria !
Manu: ¡Hermoso!
ResponderEliminarPero ésa es la cosa... Yo pensaba que todo el mundo buscaba eso en la lectura, pero resulta que he descubierto que no... Que hay gente -y no somos tú o yo- que le interesa otras cosas más que las que reflejen su propia experiencia...
Qué preciosidad esos cien años y qué preciosidad dar un garbeo con la Maga ;)
Abrazote