martes, 21 de abril de 2015

DESAPARECER



La muerte sabe a ácido. Sabemos que existe, sabemos que es lo único seguro que está allí y que es el único destino que todos compartimos –parafraseando al gran Steve Jobs-, pero aún así va discurriendo despacio gota a gota, unos desaparecen antes –generalmente más mayores- y otros después. Pero a veces, ese azar –por pura definición- se lleva a otras personas más jóvenes, a amigos cercanos, atestándonos un gran golpe. Y en ese momento, te das cuenta, de golpe y porrazo, lo que significa una amistad, lo que significa la vida.

Javi, mi primer compañero de despacho, fue quien me enseñó a hablar con su “Oh, men” baltimoriano, cosa que me salvó de más de un apuro. Le encantaba realizar poses a lo Hulk para hacerme soltar una carcajada y suavizar el efecto de alguna bronca laboral. Juntos, asistimos a clases de darbuka donde alimentábamos a los profesores-okupas con plátanos llenos de proteínas. Como él mismo decía, él era vasco e isotermo, y por eso mismo las fiestas con él eran como si no hubiera un mañana –porque resulta que un día no lo hay-. Más de una vez, vimos asomarse el lucero del alba tras la Torre de la Vela de la Alhambra desde las tumbonas de su terraza en la calle Bocanegra.

Le gustaba mucho la música y tocaba muy bien la guitarra, que había aprendido de manera autodidacta. Recuerdo como me aprendí la letra complicadísima de Gure Bazterrak sílaba por sílaba para corearla con él o como nos hizo un repaso de lo más ochentero una noche de Sant Joan en Salobreña justo antes de meternos al agua para celebrar la vida.

Aún no puedo dejar de reírme al recordar aquel guiri de Strasburgo que se nos coló en ese coche amarillo destartalado matrícula SS, y nos quedamos atrapados en el día de la marmota tras pasar 20 veces al lado del Mirador de San Nicolás. O aquel otro viaje mítico por Islandia donde, él y yo, los dos más despistados del grupo no lográbamos recordar el nombre del pueblo del que veníamos y conseguíamos llegar tarde a todos lados. O aquellos días de playa paradisíaca en Brasil donde se paraba el tiempo y nada importaba mucho.

Junto con Carlos, nos fabricamos sin proponerlo un ritual improvisado consistente en aquellas comidas de los viernes en torno a la misma mesa –reservada sin estarlo- de la misma pizzería, cada uno en su silla, donde compartíamos los altos y los bajos.

Lo que no recuerdo es haberle escuchado nunca pronunciar mi verdadero nombre, para él, yo siempre fui Carmencita y así me presentaba tanto en el mundo social como el laboral.

Tantos momentos. Más de diez años de amistad dan para mucho.

Y ahora, la ausencia. Un 21 de abril cualquiera, ya no está en el mundo. Y mañana podemos ser cualquiera. Desaparecer. Ha sido a cámara lenta, lo que aún me desconcierta más.

Puedes dar por seguro que vivirás mucho más en nuestro recuerdo.

Javi, un beso enorme.

9 comentarios:

  1. Uff. Un abrazo, Timonera.
    Muy triste y muy bonito.
    Mucho ánimo.

    ResponderEliminar
  2. HombreRevenido:
    Gracias.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  3. Era el puto amo. Él mismo se sorprendía alguna vez de que yo aún recordara la historia de sus vecinos los López, que no habían estudiado pero a base de usar el torno del abuelo en el establo tenían una fábrica de tornillos cojonudos en Eibar y se habían forrado, no como él que seguía siendo un astrónomo pringao que tenía que trabajar por la noche cuando le sonaba el puto teléfono. Cómo no me iba a acordar de los López, si con la gracia con la que Javi lo contaba parecía que hubieran sido vecinos míos desde pequeños. O de sus historias en el pisito de Baltimore. O de nuestras andanzas por Granada.

    Ahora lo que más agradezco es que la última vez que le vi, en Teruel, nos perdimos los dos juntos y estuvimos chateando (con chatos, como toda la vida) los dos por las callejas un par de horas. Dios, que jodido es esto.

    ResponderEliminar
  4. Alberto: El equipo A se quedó viudo... lo siento mucho.

    Si, Javier era muy grande. Me imagino que tendría en un pedestal a los López, porque le encantaban las ferreterías. Recuerdo una que había cerca del IAA en Granada y la cerraron y pusieron una pastelería y se estuvo lamentando un mes por aquella tremenda pérdida de tuercas y bisagras...

    Y qué curioso, yo creo que el año pasado en Teruel también fue la última vez que le vi. Yo recuerdo un coffee break partiéndonos la caja -como de costumbre- con unos chistes sobre vascos.

    Un abrazo grande.

    ResponderEliminar
  5. Joder, de Eibar... del pueblo de Orbea, de BH, de las máquinas de coser esas que ahora no me sale el nombre, de los tornillos de los López... cómo no le iban a gusstar las ferreterías. Cuando lo de los López me decía que en su entorno de pequeño todo el mundo tenía un torno en casa y se hacía las piezas, como nosotros tenemos un destornillador o unos alicates... Un beso, mocina.

    ResponderEliminar
  6. Joder, hasta ahora me consigue hacer sonreír... miro en internet a ver lo de las fábricas de Eibar sabiendo que tiene que haber más (bicis GAC, por ejemplo; y las máquinas de coser eran "ALFA")... y veo en la wikipedia la siguiente frase:

    "Éibar carece de aeropuertos, pero los aeropuertos de Bilbao, San Sebastián y Vitoria se hallan a menos de una hora por autopista."

    Lo de "Eibar carece de aeropuertos" lo podía haber escrito el propio Javi...

    ResponderEliminar
  7. Alberto: Como si lo estuviera viendo... Y lo del torno en casa encaja perfectamente con su casa de Granada, Bocanegra, donde se fabricó un sistema de riego a goteo con el que regaba... ¡más de 100 plantas! La leche...

    Y si, nunca estuve en Eibar, pero me los imagino a todos como Javier...

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  8. Quiero compartir la que para mi es la mejor historieta de Javier. La lanzo aquí para que comience una vida propia en internet. En mi mente está ciertamente distorsionada y exagerada pero creo que eso también formaba parte de la capacidad fabuladora de Javier. Aquí va:

    Estaba Javier llegando a las últimas etapas de su tesis doctoral cuando su jefe lo envío como representante de su grupo a una reunión Europea de alto nivel. Creo que fue en Copenague, pero los detalles no importan. Después de un periplo para llegar hasta el lugar de la reunión, pues entre otras cosas en aquellos momentos no dominada el inglés, en cuanto entró en la sala se percató de que los representates de los distintos paises eran pesos pesados de la gestión científica. El primero en hablar fue el representante de Alandia: a este proyecto coordinado nosotros podemos aportar 7 ingenieros superiores y 10 científicos con plena dedicación; además podemos aportar una importante cantidad de dinero para gastos de ejecución. El siguiente en hablar fue el representante de Belandia: nuestro recurso central es el capital humano experto en tecnología; es por esto que podemos aportar 20 ingenieros superiores. A lo que la palabra iba a pasar al representante Celandeño, Javier ya había empezado a sospechar que él era allí considerado el representante español y que en breve sería su turno de palabra. Desde Celandia podemos aportar 15 ingenieros y otros tantos científicos, dijo el representate Celandeño. Ya era el turno de Javier. Se levanto y con una honestidad apabullante dijo en un inglés titubeante: yo solamente les puedo asegurar la aportación de un científico a tiempo parcial ...(se hizo un silencio completo en la sala)... verán, en estos momentos estoy empezando a escribir la tesis por lo que solamente me puedo comprometer a trabajar en este proyecto a ratos libres.

    Nadie me ha hecho reir tanto en la vida ...

    ResponderEliminar
  9. Carlos: Jajaja... Me lo imagino perfectamente. Seguro que todos los representantes se estaban muriendo de la risa también en su interior.

    Para mí, una de las mejores de Javi fue aquella vez que llegó en coche al Instituto, se bajó del coche a abrir la puerta del parking, entró y se puso a trabajar. Al cabo de dos o tres horas, dijo de pronto: "Pero... ¿Yo cómo he venido hoy?", "Y... si he venido en coche, ¿donde lo he aparcado?". A lo que bajó corriendo y encontró en la puerta del parking su coche con el motor encendido, las llaves puestas, la puerta abierta y todo lo demás completamente intacto...

    Despistado y auténtico a partes iguales.

    ResponderEliminar