Como ya hemos hablado muchas otras veces, el cuerpo humano es realmente un amasijo perfecto de músculos, huesos, órganos inteligentes que activan sus defensas y sus mecanismos con una lucidez de espanto. Eso me lleva maravillando desde hace mucho tiempo: el gran Universo que tenemos en nuestro interior.
Sin embargo, hace un par de días me hicieron daño unos zapatos y me llagaron los talones… Nunca, pero nunca hubiera pensado que unas llagas –en carne viva- en los talones pudieran provocar semejante dolor. Tanto que llevo dos días que ando renqueando aun llevando la heridas con gasas y protección… Ahora entiendo a Aquiles, el angélico.
Y sí, ahora es de esos momentos en lo que me doy cuenta la poca importancia que les he dado yo a mis talones… Voy por la calle y miro a la gente apaciblemente andando como si nada con sus pies limpios de llagas y me invade una inmensa tristeza de haberme tenido que dar cuenta de este modo. Es como aquella vez hace un porrón de años, cuando aprendí a valorar mis pies al hacerme un esguince y adelantarme todo el mundo por la calle, muy a mi pesar.
En fin, talones míos, he aprendido la lección. A partir de ahora os trataré como oro en paño y nunca os dejaré desprovistos de esa piel dura y resistente.
Mi vida es una especia de Llaga No Cicatrizada, como tú dices, y que procuro mantener llena de gentes, accidentes, enfermedades, todo lo que encuentro a a mano. Tienes razón cuando me dices que es una excusa para no vivir mejor, con más sensatez. Pero aunque respeto tus disciplinas y tu saber, siento que si alguna vez he de aceptarme a mí misma, sólo lo lograré pasando a través de las escorias de mi carácter, quemándolas.
Justine. El cuarteto de Alejandría. Lawrence Durrell