Entonces Sara sonrió por dentro, sin curvar sus labios en un gesto que habría podido parecer indecoroso, y esa sonrisa extraña, incompleta, interior, armada incluso con matices amargos, descontentos, como el conocimiento del que había brotado, encontró un camino para echar a volar, para quedarse flotando en el aire denso e indeciso que había sucedido a la tormenta.
Almudena Grandes. Los aires difíciles.