Es curiosa cómo la vida está estructurada: nacemos, aprendemos a interaccionar con el mundo, y justo después, tenemos un tiempo de, digamos, unos 20 años para formar nuestras inquietudes, nuestras personalidades y trazar un plan de cómo va a ser la manera óptima de vivir la vida -o al menos intentar dirigir el timón hacia allí-. Todo esto, basándonos en nuestra idealista y sesgada del mundo de un lado, y en consejos que personas que han vivido antes que nosotros nos intentan traspasar.
Aún tengo que conocer la persona que haya seguido al pie de la letra estos consejos y los haya utilizado para labrarse su camino -afortunadamente-. Por mucho que esos consejos sean valiosos, y quizá las conclusiones sean las mismas que las que llegaremos nosotros 40 años más tarde -ser selectivo a la hora de adquirir amigos, experiencias, conocimiento, y hacerlo de la mejor calidad posible-, esa información está descontextualizada y sólo podemos empezar a mirar a los ojos a lo que esos consejos-perlas querían decir cuando individualmente hemos pasado por esa experiencia y llegamos a la misma conclusión.
Lo frustrante es que esta fase dura una enorme parte de la vida: 50, 60 años. Quizá sólo los años últimos donde las enfermedades suelen llegar son ya para cerrar asuntos con nosotros mismos.
Le llevo dando varias vueltas a esto últimamente, y, puesto que todavía estoy en, toco madera, lo que espero que sea mi mitad de vida al menos, me pregunto si no hay una manera de hackear esta calibración a posteriori. Digo yo, ¿no podríamos empezar a aprender desde ya de los errores que una persona de 60 años -que admiremos- cometa hoy para prevenirlos? ¿No podemos intentar extrapolar los aprendizajes pasados al futuro? ¿Quizá eso nos lleve hacia direcciones equivocadas o impropias que nos hagan profundamente infelices? (Porque reconozcámoslo, hay una satisfacción innata al cometer un error por hacer algo en lo que creíamos, aunque fuera falso. O, en otras palabras, ser idealista puede pasar factura, pero también proporciona mucha satisfacción.)
En cualquier caso, quizá planee algunos experimentos al respecto para salir de dudas ya afianzar más el terreno pantanoso de estas reflexiones… antes de que sea demasiado tarde.
Temo que soy algo mayor que tú, pese a lo cual me gusta creer que estoy en el ecuador de mi vida. Es decir, actuar como si cada día fuera el primero y el último.
ResponderEliminarDejaré cuando pase página un hijo en este mundo. Me he esforzado en su educación (no soy de la escuela de la libertad), pero tengo claro que los padres no son los únicos que educan y que, además, ellos son muy libres de tomar sus propias decisiones. De eso se trata: los educamos para que se vayan. Ojalá les aproveche algo, pero su vida les pertenece sólo a ellos.
Atticus: Gracias por tus reflexiones, me parece una buena perspectiva plantearse el aquí y ahora así.
ResponderEliminarCreo firmemente en la importancia de la educación profesional y personal (o cómo dice mi madre: el saber no ocupa lugar). Creo que sin ella estaríamos mucho más perdidos de lo estamos y no seríamos capaces de reencontrar nuestro camino. Sin embargo, las decisiones que tomamos en la vida no sólo se nutren de esta educación, sino del carácter de cada uno, del sentido que queramos darle a la vida, de nuestra jerarquía de prioridades y es allí que este terreno puede volverse confuso y no tener mucha lógica años más tarde.