Me he tropezado con este vídeo.
(acabad de verlo antes de seguir leyendo…)
Lo cierto que este experimento consiste en una idea de lo más simple –como casi todas las buenas ideas-. Infiltrar a un coro profesional en un centro comercial cualquiera y en un momento dado, empezar a cantar un Hallelujah de Haendel a capella, de modo que todos los que no hayan asistido nunca un concierto de música clásica no tenga escapatoria.
Sin embargo, fijaros en las caras de la gente… No hay nadie que, pasada la fase inicial, no esté disfrutando absolutamente con la sorpresa. Miradas de estupefacción, expectación, emoción… Niños, mayores, jóvenes macarras… Todo unidos por una pieza de música y el factor sorpresa.
Como hace tiempo nos contaba Benjamín Zander, el hacer que el porcentaje de la población mundial que disfruta de la música clásica crezca de un 2 a un 3% es todo un reto. Y además, el problema a resolver es de todos. Cómo casi siempre, nunca hay un único responsable.
En esta iniciativa, queda demostrado que si arrebolamos los sentidos de la gente de forma que se saturen los sentidos. ¿No es este uno de los mejores regalos que se puede hacer al mundo? ¿Cuánta gente decidirá comprar una entrada para el próximo concierto de música clásica de su ciudad? ¿Cuántos se decidirán a escuchar algún disco olvidado de música clásica que ronde por casa? ¿Cuántos se bajaran el politono de Haendel en el móvil?
Nadie disponemos del secreto para atraer a la gente hacia ciertas cosas, pero la sorpresa y la calidad es desde luego una cercamiento directo. Deberíamos diseñar sorpresas variopintas más a menudo. Está en nuestras manos. ¡Aleluya!.
Adiós
Hace 4 años
Este blog es una pequeña bocanada de alegría y aliento para la vida diaria.
ResponderEliminarGracias, Bego, un beso desde Granada. ;)
Antonio: ¡Muchas gracias corazón! Me alegro mucho que estas humildes líneas tengan eco en algunas personas...
ResponderEliminarOtro besote. ¡Se os echa de menos!
ostras! he llorado como una magdalena viendo este vídeo...ya he tenido esta experiencia formando parte de un coro amateur, cuando los veía a menudo se me saltaban las lágrimas. Un coro me llega mucho y más cuando los veo sin el encorsetamiento de un corcierto clásico. No sé, me transmiten humanidad, ilusión, sensibilidad, sensación de piña...vaya un sentimiento precioso que me embarga...es que soy muy llorona :)
ResponderEliminarAnónima: Encantada de provocar sentimientos preciosos.
ResponderEliminarUna cosa tan simple como una sorpresa en forma de Aleluya, puede hacer que el mundo entero se enternezca y olvidemos por unos minutos las penurias, obligaciones y demás. Gracias por recordárnoslo.