Estoy días, estoy aprendiendo una cosa interesantísima. Resulta que todos, absolutamente todos tenemos un tic al menos: bien un gesto o una coletilla. En todos nosotros habita esa pequeña característica que podemos haber ignorado durante muchos años, pero está ahí, expuesta ante el mundo.
Os lo demostraré. No tenéis más que hacer el ejercicio básico de repasar alguna grabación de video vuestra, donde aparezcáis hablando cinco minutos sobre algo que conozcáis bien, o incluso charlando con otra persona. Lo descubriréis. Está ahí. Siempre está ahí. Seguramente desenmascaréis una muletilla que nos frecuenta antes de cada punto y aparte. Por poneros un ejemplo, de sobras se nos reconoce a lo españoles cuando nos quedamos pensando con un eeehh. Sin embargo, los italianos se decantan más por un aaah. Pero escarbad un poco más y os sorprenderéis.
No sólo eso, cada uno de nosotros también poseemos un abanico de gestos autóctonos que nos definen invariablemente. Hasta antes de la era digital, nos era imposible analizar nuestros gestos más allá del reflejo de un espejo. Ahora, podemos ver cómo una persona diferente a que creemos conocer, no deja de atusarse el pelo, tocarse la ceja izquierda, apretarse la nariz o milimetrar los lóbulos de las orejas.
Os invito a estudiaros y descubrir si los vuestros pequeños gestos personales aparecen en los catálogos, o no. Os aseguro que conoceréis una nueva dimensión interna. Una nueva faceta de vuestro carnet de identidad. Y, ante todo, no temáis. Lo que puede ser una posible desventaja, una imperfección codiciable, nos define como únicos, nos complementa la personalidad, nos hace merecedores del tic único e irrepetible.
Adiós
Hace 4 años
No hay comentarios:
Publicar un comentario