Creemos que somos capaces de contemplar todas las posibilidades en nuestra mente limitada y la realidad, en la gran mayoría de los casos nos devuelve una lección maravillosa de humildad en que nos recuerda -a modo de colleja cariñosa-, que en la vida hay, como mínimo, tantas posibilidades como personas o interacciones y que casi nunca no hay nada escrito. Que al final, lo que se deletrea depende de nuestra propia imaginación, esencia y modelaje.
Olvidé un detalle importante: que en el amor, y en el jazz, el placer depende de la sorpresa, de lo inesperado, de la improvisación. El momento sublime de un concierto o de una relación es precisamente ése en el que todo se descalabra, en el que lo previsible se hace imprevisible, y es entonces cuando se cumplen las armonías y los actos que segundos antes resultaban inimaginables. La capacidad para convocar lo inesperado que hizo único a Miles, la capacidad de sorprendernos que hace memorable a un amante, ese darle la vuelta a la realidad como si fuera un calcetín para presentarnos otra completamente distinta, para maravillarnos con algo con lo que ni remotamente habíamos contado.
Una historia de amor como otra cualquiera. Lucia Etxebarría
Adiós
Hace 4 años
Pues si, somos infinitos...
ResponderEliminarAnónimo/a: Yo más bien diría que somos ilimitados y tenemos infinitas posibilidades...
ResponderEliminar