No se si os lo habéis parado a pensar alguna vez, pero resulta que, ante el mundo, somos lo que somos individualmente en función al conjunto externo al cual pertenecemos, temporal o permanentemente. Quisiéramos poder juzgar y prejuzgar en función a un absoluto que nosotros creemos saber en qué consiste y es inalterable, pero a la hora de la verdad, el nivel de agrado, de interés común, de belleza, de amabilidad, de amistad, de inteligencia, de virtuosismo, de absolutamente todo… viene dado por pura comparación de la gente que está a nuestro alrededor. Es importante darse cuenta de esto, porque se puede usar para empujar un poco las leyes del azar.
Pongamos un ejemplo: imaginaros a un chico muy –objetivamente muy- guapo. Si, probablemente, conocemos a este chico en un hábitat no común para los guapos –por típico que parezca hay correlaciones más que comprobadas entre diferentes entornos y su físico –, qué se yo, un congreso de ciencia, por ejemplo, es muy probable que nos ceguemos ante esa guapura que, además, vendrá a ensalzar cosas que ya valoramos inherentemente por el hecho de estar –al igual que tú- en ese congreso: intereses comunes. Si, por el contrario, lo conocemos rodeado de sus veinte amigos de profesión modelo, probablemente no destacará más que la media –en el mejor de los casos-. También pasa lo mismo con características menos beneficiosas. En este caso, la similitud ayuda a que el fallo pase desapercibido: si conocemos a alguien que tiene un tono demasiado estridente de voz rodeado de sus colegas tenores en el coro de turno, nos parecerá mucho más inaguantable que si lo conocemos rodeado de su familia o amigos de la infancia – que probablemente también hablen como él-.
Así, el aislamiento que produce ensalzamiento de la virtud –o evidencia de la desventaja- o agrupamiento, que produce dilución de la virtud –y minimización de las desventaja-, ocurre en prácticamente todos los ámbitos de nuestra vida. Somos seres sociales y juzgamos a individuos en consonancia a un grupo. Es por este motivo que los artistas: músicos, escritores, pintores, etc… suelen despertar la atracción de la gente. Son gente que tienen más oportunidad de demostrar esa sensibilidad única que ellos poseen, cultivada expresamente para ser originales y diferentes, –a no ser, claro está que los conozcamos en la quinta convención de artistas y tú también te dediques a eso-.
Esta reflexión sin embargo, tiene un tinte optimista ya que, de todo aprendizaje u observación de la naturaleza humana se puede sacar su parte buena –y se puede intentar evitar la más perjudicial-. Podemos analizar cuales son nuestras virtudes y nuestras imperfecciones –que todos tenemos- y, procurar ser lo más auténticos y únicos posible en lo bueno que nos define –eso se consigue tratando de no imitar a nadie, al menos cercano,- y que, a su vez, nuestros defectos sean lo más similares a los de los grupos en los que nos movamos. Todo esto, encontrando la mejor combinación que nos defina para todos los grupos a los que pertenezcamos de alguna manera. No es un algoritmo fácil de implementar, pero vale la pena intentarlo.
Choose your enemies carefully, 'cause they will define you.
(Elige a tus enemigos con cuidado, porque te definirán)
Cedars of Lebanon, U2
Jope. Muy interesante.
ResponderEliminarYo tengo una tele y cambia mucho en función del ajuste que hagamos del volumen, el color, el brillo, la saturación y el contraste.
HombreRevenido: Celebro que te parezca interesante.
ResponderEliminarSeguro que esa tele, además también cambia según con qué teles se junte... :)