martes, 21 de mayo de 2013

IN-SACRIFICIO



Nunca había pensado en ser escultor, y sin embargo, en este momento, mirando entre sus manos el cuerpo tendido en el pulido piso de madera, advirtió que apretando, retorciendo, remodelando de algún modo la arcilla humana, había transformado a este hombre llamado Donald Huxley, le había cambiado la cara, y hasta la forma del cuerpo. Con un leve movimiento de los dedos había borrado el particular brillo de los ojos grises de Huxley, y lo había reemplazado con la ciega opacidad de un ojo helado en su órbita. Los labios, siempre rosados y sensuales, se habían levantado para mostrar los dientes equinos., los incisivos amarillos, los caninos manchados de nicotina, los molares con incrustaciones de oro. La nariz, antes también rosada, era ahora veteada, pálida, descolorida, como las orejas.Las manos de Huxley, sobre el piso, estaban abiertas, y por primera vez suplicaban y no exigían. Si, era una obra de arte. En conjunto, el cambio había favorecido a Huxley. La muerte lo había transformado en un hombre más tratable.

La Fruta en el Fondo del Tazón. Ray Bradbury

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