Lo creáis o no, hoy me he encontrado a Mario Vargas Llosa. Así, como lo digo. Al poco de comenzar un fin de semana fugaz con motivo de la boda de unos amigos, he aterrizado en Barcelona a primera hora de la mañana, y poco después de salir del avión, me he cruzado con alguien que se parecía mucho a él… Y en efecto era él.
Como ya viene siendo habitual cada vez que me encuentro a alguien bien conocido, me he lanzado, le he saludado, dado la mano, le he contado que me había sumergido en muchos de sus libros en mi vida -que, por cierto, muchos de ellos han sido comprados y consumidos en aeropuertos- y le he agradecido los buenos ratos que he pasado con sus historias tan cerca de mis sueños. Y él, a su vez, me lo ha agradecido. La verdad es que me he quedado petrificada. Nunca pensé que pudiera darle la mano, mirar a los ojos y sonreírle a un premio Nobel de Literatura –con el que además compartimos fecha de cumpleaños-. Increíble.
Sin embargo, me ha dejado bastante preocupada el hecho de que no he visto ni atisbo de reconocimiento a su alrededor. Generalmente, cuando me he encontrado a gente “famosa”, como actores, actrices, músicos, directores de cine, etc… Suelo ver un movimiento de masa a su alrededor. Algo parecido a saber que existe materia oscura en el universo sin verlo. Sin embargo, en el caso del señor Vargas-Llosa, el movimiento ha brillado por su ausencia. Creo que casi nadie le ha reconocido. Me juego un riñón a que si se hubiera tratado de cualquier personaje que abundan en esos seriales que ocupan las televisiones por las tardes, y cuyo trabajo consiste en insultar, berrear y ser maleducado, todo el mundo se habría volcado con ellos. Sin embargo, nadie parece notar la presencia de alguien que ha deleitado la mente de tantas personas a nivel mundial, que nos ha extasiado con historias, con diálogos, con lenguajes inusitados, con descripciones tremendamente realistas de parajes y épocas que nunca llegamos a vivir. Me parece triste. Muy triste. Tremendamente triste.
Y nadie nos salvamos de esto. El cine, como quizá la literatura, como quizá el arte en general es algo que todos podemos llegar a usar si lo cultivamos suficientemente y por lo tanto, podemos estar más acostumbrados a sus protagonistas. Sin embargo, es casi seguro que alguna vez en nuestra vida viajaremos al lado de un premio Nobel de física o economía; compartiremos mesa con el descubridor de una vacuna tremendamente efectiva; haremos cola detrás de descubridor del primer exoplanetas, etc, etc… Y nunca seremos conscientes. Supongo que inevitablemente siempre será así. Seguiremos estando solos en nuestra lista particular de
valores que admirar.
Gracias
a él, descubrí que la predisposición para los idiomas es tan misteriosa como la
de ciertas personas para las matemáticas o la música, no tiene nada que ver con
la inteligencia ni el conocimiento. Es algo aparte, un don que algunos poseen y
otros no.
Travesuras
de la niña mala. Mario Vargas Llosa