Ya estamos de vuelta de una escapada a Estocolmo, Suecia, uno de los países de la Escandinavia –ese norte de Europa tan grande y presumiblemente tan frío-. Aunque corto, ha sido un viaje realmente intenso y plagado de aventuras.
En Estocolmo he aprendido, que el señor responsable del síndrome -y de la canción de Muse- y sus descendientes se pasean por ahí saludando a los lugareños; que al lado del aeropuerto de Arlanda, una puede dormir en un avión Jumbo único en el mundo, que los suecos son afables, de naturaleza bondadosa y muy amigables –hicimos una media de tres amigos por hora-; que el frío polar es inexistente –al menos en septiembre- y a cambio, puedes pasearte en camiseta sin ningún problema. Que los suecos hablan increíblemente bien inglés –con un acento de lo más british que impresiona-, que además, son capaces de entender el nombre de islas-dormitorio con balbucear algo que sólo se parece muy remotamente.
Que Estocolmo recuerda un poco a Venecia y a Berlín –va a ser que Europa al final se parece mucho-, que Galma Stan es el centro muy centro donde se pasa en torno a 200 veces al día, que si uno se descuida puede acabar comiendo en el mismo sitio –con lámparas de diseño y cuadros siniestros- una y otra vez, que dormir en hoteles-cárceles tiene su aquello, con sus guillotinas como espejos y barrotes en las ventanas, que todo cuesta demasiadas coronas –incluso si se pasan a euros-, que el Vasamuseet -un enorme museo que contiene a un barco gigantesco- es curioso e indescriptible.
Que el Globen Arena es una especie de telescopio gigante visto desde fuera, que las medidas de seguridad por defecto son algo ingenuas, que pasarse seis horas con un posible psicópata con tan sólo suministro de cerveza tiene su aquello, que las madres suecas protegen a sus polluelos con una fortaleza maravillosa, que en los restaurantes post-conciertos te encuentras a amigos espontáneos que te aconsejan la pizza que debes tomar, que tener a Bono y sus chicos a menos de dos metros durante dos horas es un record mundial que jamás será superable, que la edad avanza, inexorable, pero el rock’n’roll no, que en todas partes te encuentras el típico colega de trabajo que aprovecha un rato muerto para leerse un articulito de nada, que existen australianos que aparecen como ángeles de la guarda y te regalan una entrada sin ton ni son, que junto con Anne y el maravilloso ticket man forman el podium de nuestra eterna gratitud. Que decirle “This is bullshit!” al presidente de LiveNation con educación y razón nos hace inflarnos de orgullo amiguil.
Que unos días en Estocolmo inspiran a cualquiera.
Desde aquí un abrazo a Patri, Carlo, Salo, Paula, Josan y Javi. Y muchos besos para Jarita, Manuel e Ingrid. Nos vemos en la próxima.
Adiós
Hace 4 años
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