Tanto temer la piel y sus orificios. Tanto imaginar dolores y vergüenzas cuando la sexualidad me había parecido llena de lucidez; una revelación de la intimidad entre el cuerpo y el espíritu. ¿Cómo no iba a maravillarme ver mi cuerpo actuar instintivamente seguro de sus movimientos? ¿Ver la sincronía entre piel y pensamiento? Era como encontrar un viejo mapa hundido en el inconsciente. O toparse con la lámpara de Aladino y sentir al genio salir del ombligo al primer roce, para hacer realidad el deseo y la fantasía.
El pergamino de la seducción. Gioconda Belli
He disfrutado mucho con la lectura de este post porque siempre he pensado que, además de la luz, el ritmo es otro de los ingredientes esenciales para la vida. ¡Magnífico! Un abrazo, Timonera.
ResponderEliminarLuz: ¡Gracias Luz! Si, sin ritmo nos quedaríamos anclados, no evolucionaríamos... Un placer leerte por aquí, como siempre.
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