lunes, 18 de julio de 2016

CALENTANDO MOTORES


Tras una multitud de kilómetros condensados en pocos meses por viajes de trabajo –el eterno verano de Brasil, el otoño de Paris, la luz de Lisboa, el otoño de Paris, el paraíso de Mykonos y el despiadado calor de Atenas, el otoño de Paris, y camino hacia un Bilbao ardiente, con un día de vuelta al otoño parisino el sábado-, este domingo próximo, por fin hago un viaje, pero de los de disfrutar, de los de dejar el ordenador en casa, planear una meticulosa maleta a base de utensilios de montaña, paseos por lo viñedos e incluso algún vestido por su fuera necesario echar un baile, dejar bien guardado en un cajón el estrés y partir de vacaciones.

¿Que a dónde voy? A realizar un viaje deseado y soñado desde hace muchos años. A volver a reencontrarme con mi alma de exploradora –vapuleada por tanto hotel mimético y sin personalidad de usar y olvidar de los congresos-, a respirar aire puro, a observar cielos nuevos, a dejar discurrir el tiempo a su ritmo, a dejarse broncear la piel y cortarse los labios con suavidad, a conversar con gente diferente, a minimizarme durante tres semanas en una cultura cercana y lejana. Me voy a Argentina. 

A la vuelta, os contaré sobre esos mundos. Sobre las montañas majestuosas y los desiertos en las alturas. Sobre temperaturas gélidas y gentes cálidas. En una semanita –lo anuncio desde ya, porque esta semana estaré desbordada-, en este blog cerramos por vacaciones. Que disfrutéis las vuestras, allá donde estéis.

Te gustaría sumar las horas que has pasado viajando a esos sitios [...], pero no sabrías cómo empezar, has perdido la pista de cuántos viajes has hecho por Estados Unidos, no tienes idea de cuántas veces has salido de Norteamérica para ir al extranjero, y por tanto jamás hallarás el número exacto ni aproximado de los miles de horas de tu vida que has pasado entre un sitio y otro, yendo y viniendo, las montañas de tiempo que has dedicado a ir en aviones, autobuses, trenes y coches, el tiempo desperdiciado en esforzarte por vencer los efectos del desfase horario, el aburrimiento de esperar a que anuncien tu vuelo en los aeropuertos, el tedio mortal de estar frente a la cinta de los equipajes mientras esperas a que tu maleta caiga por la rampa, pero nada te resulta más desconcertante que viajar en el avión mismo, esa extraña sensación de estar en ninguna parte que te envuelve cada vez que pones le pie en la cabina, la irrealidad de verte propulsado por el espacio a más de mil kilómetros por hora, tan lejos del suelo que empiezas a perder la impresión de tu misma realidad, como si el hecho de tu propia existencia se te fuera espaciando poco a poco,, pero tal es el precio que pagas por salir de casa, y mientras continúes viajando, esa ninguna parte que se encuentra entre el aquí de casa y el allí de algún sitio seguirá siendo uno de los lugares donde vives.

Diario de invierno. Paul Auster

jueves, 14 de julio de 2016

FISICARTE

En estos días en que el mundo gira, pero nosotros tratamos de girar más rápido que él en un vaivén de viajes, congresos, fechas límites y visitas; ahí va un respiro en forma de un poco física para explicar un poco de arte -o un poco de arte para explicar algo de física-.

 

domingo, 3 de julio de 2016

EL PADRE QUE NOS CRIÓ

Mi padre, Alfonso, es un hombre fantástico. Armado de un tremendo sentido del humor y sin dejar de hacer chistes, ha afrontado todos los problemas de su vida, con fortaleza, coraje y decisión. Aunque con sólo tres años conoció la muerte de su madre en el parto de su hermano y tuvo una vida marcada por la enfermedad, y la desaparición de dos de sus otros hermanos –mi tía Carmen y mi tío Toñín-; el increíble afán de esfuerzo y el afán de superación le dieron motores que le llevaron muy lejos: a luchar por su alegría, por su derecho a labrarse una vida feliz.

Mi padre, con su apariencia seria y su corazón enorme, es uno de los mejores ejemplos que alguien puede tener. A este trabajador incansable, este hombre bueno y voluntarioso que derrocha amabilidad para con quien se cruza con su camino, la vida le ha devuelto amistades muy sólidas, nietos que le adoran, una esposa -mi madre, Carmen- con quien se profesan un amor sólido y unas hijas que le idolatran.

Mi padre, un hombre que siempre ha respetado y apoyado todas nuestras decisiones sin ponerlas jamás en duda, que no ha dudado un minuto en llevarnos a coger un avión o un tren a donde hiciera falta, que nos ha cortado todo el jamón del universo cósmico para que no pasáramos hambre o se ha puesto al mando de una buena jauría de niños insaciables de juegos sólo para divertirlos, nos ha mostrado con su ejemplo cómo a las personas buenas se les abren todas las puertas.

Mi padre, hoy, cumple 70 años y mirándole mientras hago guardia a su lado en una cama de hospital, descubro que la mejor lección que he podido aprender de él –por supuesto, al igual que la estrategia de ese guiñote que domina totalmente- es la de que, a pesar de que las condiciones iniciales puede parecer difíciles, no hay nada que la perseverancia, el buen hacer y el empeño no puedan conseguir. 

Feliz cumpleaños, padre. Que seas muy feliz y que la vida te colme de muchos más años de vida, amor y salud.