viernes, 24 de junio de 2011

CENICERO FLOTANTE



Tras un buen porrón de años sin celebrar el auténtico Sant Joan -aquel que tiene lugar a la orilla del mar, te aromatiza con un buen olor a leña y brasas y te envuelve una ensordecedora metralla de petardos a tu alrededor-, me he vuelto a reencontrar con las noches extremadamente cortas, los amigos antiguos, recientes y nuevos, las placetas de Gràcia, las conversaciones apasionantes, la coca, el cava, el añorado sentido del humor y los deseos memorables…

Lo cierto es que este año he pedido mis buenos deseos con mucha precaución. Tengo tantas cosas buenas, que apura un poco pedir más. Así que este año, propongo el intercambio de deseos. Mis deseos ahora mismo están flotando por aire y mar en busca de una persona que los merezca para cumplirse. De la misma forma, ahora mismo, cuando me despabile y salga a la calle, un deseo sin dueño podría instalárseme en un rincón recóndito, sin que yo me de cuenta y provocar algo tan fantástico que ni siquiera podría haber imaginado de su existencia. Es la magia de Sant Joan: de entre las cenizas se crea algo maravilloso.

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