jueves, 15 de septiembre de 2011

LA VENTANA INDISCRETA

En mi nuevo despacho –a pie de calle- estamos a menudo con la ventana abierta por aquello de que no se acumule el olor a humanidad. Eso provoca que –lo queramos o no- escuchemos cada pedazo de conversación de todo aquel que pasa por la calle. Vamos es como una especie de feisbuk –gracias por las risas, Manu- desde el punto de vista marujil.

Se podría hacer una tesis de antropología tan solo analizando lo que se escucha… Por ejemplo, un hecho irrefutable es que, a la gente en este país, le gusta criticar. Me atrevería a asegurar que al menos, el 50% de las conversaciones traen alguna frase del tipo: alguien me dijo que la vieron justo cuando o escuché que le decían eso y me giré...

Otro punto destacable es el tonillo ácido de vacile permanente que tienen, en su mayor parte, los hombres… Frases como ¿Pues no me viene ahora el chico este y me dice que no puede? o ¿A mi me va a decir la niña esa que debería comer menos?.

Una población que da mucho juego son los adolescentes… La niñas suelen tener temas primordiales que giran, en su eterna mayoría, sobre niños. Así, conversaciones del palo Me dijo que me llamaría el sábado y al final, el capullo no … o Miraaaa qué cosa tan bonita me ha escrito…. Los chicos, por su parte, también lo hacen, no nos engañemos, desde luego con un tono mucho más despectivo y varonil -no vaya a ser que los confundan con nenazas-: La tía esa que está superbuena... Si, hombre, ¡la que le tocaste el culo el otro día! Sin embargo, hay otro tema que es casi equiparable al de las nenas: el bendito fútbol: ¡Qué crack el Casillas! -Tampoco hemos descubierto nada-.

Sin embargo, lo más divertido con diferencia, es la gente qué va con niños pequeños por la calle: abuelos, padres, tíos, cuidadores… Hasta ellos se pueden clasificar. Por una parte, están los educadores, los que dicen… ¿Y cuanto son 5+3? ¿Y 5+8?..., por otra, están los que recuerdan a los niños los lazos familiares… A ver, ¿donde vive yaya? ¿Y tía? ¿Quién es mamá? ¿Y papá? y, como no, están aquellos que usan el conocido idioma de los niños: el bobalicón. ¡¡Ay, mi niño, guapetón , ayayaya!! ¡Pero es que es guapo, guapo! –¿qué se supone que contesta a eso el niño?-.

Si seguimos trabajando en ello, quizá descubramos algún caso digno de una novela policiaca. El caso es que a eso de las 12 tenemos que cerrar que empieza a apretar el calor y se nos acaban las prácticas. Todo se andará.

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