jueves, 22 de septiembre de 2011

SABOR TEMPORAL

Deberíamos saber apreciar y aprovechar cada segundo de nuestro valioso tiempo de principio a fin –yo la primera-. De hecho, sólo deberíamos hacer cosas que queramos hacer, cada uno las que elija. Se nos olvida que somos libres, con todo lo que eso implica. Sólo en muy contadas ocasiones, la vida nos agita con algo irrecuperable, pero precisamente por eso, la plenitud de los instantes cobra todavía más sentido. El resto, en realidad, no es importante. Casi nada lo es.

Treinta y seis horas –contesté- no necesitaba mirar el reloj. Era el tiempo que tardaba la Tierra en dar una vuelta y media sobre su eje. En este lapso, repartirían dos veces la edición matutina del periódico y una vez la vespertina. El despertador sonaría dos veces, los hombres se afeitarían dos veces. Las personas con suerte tal vez hicieran el amor dos o tres veces. Treinta y seis horas no daban para más. Era la diecisiete milésima trigésima tercera parte de la existencia de un ser humano con una esperaza de vida de setenta años. y cuando hubieran transcurrido estas treinta y seis horas, algo, quizá el fin del mundo, llegaría.

El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas. Haruki Murakami

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