Y este día va a ser perfecto.
Ni tensiones ni secretos.
Barcelona, en buen tiempo.
Ver amigos siempre que vengo.
Es curioso como con los años me da la impresión que las emociones son menos fuertes, menos pasionales. Ya casi nunca nos ponemos a palmotear, a saltar, a dar volteretas… A cambio, nos sonreimos con satisfacción, nos vamos a dar un paseo o disfrutar una comida con amigos para charlar y reconfortarnos en nuestra buena suerte. Asimismo, en muy raras ocasiones gimoteamos o nos hundimos en un infierno durante semanas sino que, en su lugar, nos llenamos de una tristeza densa como un lienzo.
Aunque esta manera de sentir lo que nos pasa tiene otro sabor, echo de menos esa sensación de euforia o amarga desgracia. Es como si ya conociéramos casi todo el espectro de la vida. Es como si, hubiéramos experimentado lo suficiente como para sentir intelectualmente.
Sin embargo, en muy muy contadas ocasiones, esa profunda manera de regocijarnos vuelve… A mi me ha pasado cuando he visitado una cultura diferente completamente, o cuando por motivos del destino, los minutos se han descalabrado en una manera en que, ni siquiera tu conciencia podía prever.
Lo cierto es que esta semana está siendo tremenda. Y, para guinda, en breves instantes estaré paseando por las calles vibrantes de mi queridísima Barcelona. Y sé que me esperan reencuentros con amigos, reconocimiento de baldosas, arrumacos de pequeñines, pulmones llenos a raudales de ese aire tan tan particular que sólo posee Barcelona. Ya casi rozo con los dedos esa ilusión antigua. Chilla, que tiemble.
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