(Un besazo desde aquí a Nathalie por descubrirme esta película tan genial)
Hay algo especial en preparar una cena en casa para amigos. Una se pone hasta nerviosa. Y es que el asunto consiste en un delicioso ritual: hacer la compra pensando todas las cosas ricas que tus invitados y tú vais a disfrutar, comenzar a preparar algunas cosas el día de antes… Y el día señalado, encender todos los fogones, anudarse el delantal como una buena chef, abrir una botella de vino y escoger uno de tus discos favoritos para el cocineo.
No menos importante, mientras se va creando el aroma característico del fuego lento, ir preparando el decorado: sacar unas velas, poner un mantel bonito, unas flores si es la época, desempolvar las copas de vino –sagrado en cualquier cena- e ir escogiendo la futura banda sonora de la noche.
Ya, cuando comienza a sonar el timbre, ya sólo queda relajarse, disfrutar del auténtico privilegio de sabernos rodeados de amigos y de poder invitar a una buena cena y regar la noche con risas, arte, conversaciones y vaivenes de vida. Un auténtico privilegio.
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