No se si os habéis fijado, pero existen ciertos factores accidentales de la vida, sobre los que nadie es responsable pero que inherentemente ayudan –o perjudican- en muchos aspectos de la rutina diaria. Uno de los más claros es que, el hecho de tener un rostro o un cuerpo bonito –es algo que te viene dado por naturaleza, sin haber hecho ningún esfuerzo- , siempre produce una respuesta más amable o positiva. Si no estáis del todo de acuerdo, mirad este experimento y lo confirmaréis.
Sin embargo, existen otros casos, no tan evidentes como el físico, que producen un factor inherente de fortuna a los agraciados. Uno de los que a mí siempre me ha llamado la atención es algo tan simple como tener un apellido que empiece por la primera letra del alfabeto. Quizá porque este es mi caso, le he dado más vueltas, pero lo cierto es que, en cualquier enumeración de personas que no se quiera dar preferencia a una o a otra, se escoge un orden supuestamente neutro como viene a ser el alfabético –imagino que lo de neutro viene a que su ordenación parece aleatoria-. ¿Pero quién son los que solemos salir ganando? Los de la letra A. No por el mero hecho de ser los primeros, es por el hecho de que los seres humanos leemos de arriba abajo y por lo tanto, prestamos mucha más atención a los primeros nombres que a los últimos.
Los del club de esta letra, somos los que menos tenemos que esperar a que nos llamen en listas alfabéticas, somos los que aparecemos primeros en artículos donde todos los autores han hecho algo parecido, somos los que nos presentamos primeros a cualquier evaluación y por lo tanto el evaluador nos trata con más paciencia –antes de que le comience el cansancio-, tenemos privilegios para escoger antes que nadie... Infinidad de ventajas.
Parecerá una tontería, pero el hecho de que una desde temprana edad, exista un pequeños sesgo que haga que tu vida siempre tenga un tinte de suerte porque se ve favorecida en pequeños detalles cómo estos, hace que poco a poco, lo demás se vaya empapando de esta seguridad y la gente vaya ganando confianza… Algo parecido al chute de energía inicial que supone empezar la carrera y aprobar todas las asignaturas el primer cuatrimestre. En mi caso, sospecho que esta gran suerte que siempre me ha acompañado tiene una relación muy sutil –y diminuta frente a otros factores mucho más poderosos, por supuesto- con esta condición inicial.
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