La verdadera belleza no puede medirse porque es fluctuante y sólo tiene unos cuantos ángulos desde los que se deja ver, aunque no bajo cualquier luz ni en cualquier momento. Coquetea peligrosamente con al fealdad, asume riesgos consigo misma, no se aviene cómodamente a las reglas matemáticas de la proporción y extrae su atractivo justamente de esas zonas que también se prestarían a la fealdad. Nada que no asuma un riesgo calculado con la fealdad puede ser bello.
Alain de Botton. Del Amor.
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