martes, 11 de noviembre de 2014

LA FIESTA PRIVADA


Me encantan estos días de fiesta nacional –hoy en Francia, y en muchos países de Europa, se celebra el armisticio de la Primera Guerra Mundial- porque, es de esas pocas jornadas en las que te encuentras a la gente originaria del sitio en pantuflas y en su salsa.

En estas escasas fechas, puedes observar el lento movimiento de un auténtico parisino un día de fiesta entre semana: cómo toman sus cafés al sol; cómo los amigos, las familias, las parejas comparten un brunch y disfrutan de la sobremesa en alguna terraza del centro –no totalmente abarrotadas por una vez-; cómo los parques se llenan de jóvenes desperezándose con alguna novela de bolsillo o de niños jugando a la pelota despreocupadamente; cómo los vecinos se encuentran en la calle y se tiran un buen rato poniéndose al corriente de las últimas novedades; cómo el dueño del bar de la esquina –generalmente portador de un estrés similar al de un broker de la bolsa neoyorkina- tiene un aire satisfecho y se dedica a entablar conversación con todos los que le lanzamos un saludo; cómo el boulanger de la mejor panadería del barrio sale a fumarse un cigarro mientras saborea el roce del sol en la piel.

Y es que todos los sentido alertan a uno que hoy es día de fiesta, íntima y delicada, para los de aquí. Los sonidos del trasiego de un día normal llegan mucho más apaciguados –casi se diría que esta gran urbe haya colapsado en un día de domingo tranquilo en el pueblo-. Los olores emanan de muchas ventanas y balcones con flores, donde hoy se cocinan una de esas recetas que requiere dedicación, tiempo y paciencia. Hoy es un día para sentirse autóctona.

4 comentarios:

  1. ¿Me das asilo político? Por aquí hace un día frío y lluvioso. Es de noche desde hace ya mucho rato. Tengo más trabajo del que puedo sacar adelante. El telediario nos aliña todas las comidas con salsa de corrupción: "à la pujolais", "blackcard sauce", "salsa real con tropezones de urdangarín"... Llevo todo el día a base de combinados de Frenadol... Una delicia, vaya.

    De modo que tu estampa parisina soleada me ha puesto los dientes como a Nosferatu. Creo que voy a dejar de leer este blog. Dice mi psi que la envidia es muy mala para la salud.

    Entonces... ¿pillo el pasaporte y hablas con Valls para lo mío? La cerveza la pago yo.

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  2. Atticus: ¡Pues claro! Aquí tengo pasaportes para todo el que quiera, prometo una visita guiada por mis rincones predilectos, además.

    A modo de receta "depurativa", mucho menos drástica que dejar de pasarte por aquí -gracias, una vez más-, te recomiendo que apagues el televisor y ni se te ocurra mirar ni de refilón los periódicos. A mí me funciona.

    Ale, vete haciendo el equipaje, que lo de Valls es pan comido.

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  3. Oye, pues... Si aceptáis una tercera... Jajajaja... ¡También preparo yo mi bolsa de viaje! Jajaja...

    Al leer tu post me ha venido el olor del café recién hecho y un cierto estado de armonía que ha hecho que me olvide por un momento de todo lo que a día de hoy nos envuelve por aquí y que Atticus ha descrito tan bien... Jajaja...

    ¡Un placer leerte, TIMONERA!

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  4. Luz: Jajaja, claro que sí, ¡vente! ¡Veniros! Además justo ahora empieza el festival "Paris en toutes Lettres": http://www.maisondelapoesieparis.com/ que creo que ambos disfrutarías...

    Efectivamente, en mi casa nunca falta café. La armonía ya... no tanto, pero al menos encontraréis asilo de todas esas noticias que no quiero ni saber. :)

    Gracias por la visita, ¡un abrazo!

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