Esta semana me enredaron –no fue muy difícil convencerme, todo hay que decirlo- para dar una charlita a unos estudiantes de instituto franceses que venían a visitar la institución donde trabajo. Aunque al principio me paralizaba mucho impartir charlas, mi pase por E.E.U.U. me nutrió con una buena formación para ello y, la verdad es que desde entonces, lo suelo disfrutar –dar una charla, ya sea a niños o a científicos, no deja de ser como dar una clase, tratar de hacer comprender algo a alguien, y transmitirle tu entusiasmo-.
El caso es que esta vez, era un reto mayor: se trataba de dar una charla muy general de mi especialidad –con montones de palabras técnicas en inglés-, en francés, a unos adolescentes de uno 13-14 años y encima en la semana antes de las vacaciones donde todo es un caos y no tienes absolutamente tiempo de preparar nada. En cualquier caso, me armé de valor y me fui a ver a esos niños.
Al presentarme, les dije que disculparan mi francés porque no era del todo bueno y ellos me contestaron con un… “Mais non, nous comprenons tout”, que ya me hizo pensar que estos niños eran un lujo. En efecto, continué mi pequeña exposición, mientras les hacía preguntas y descubrí, emocionada, que todos sabían mucho ya del tema porque habían leído o estudiado sobre él, que tenían dudas y me las preguntaban, que se respetaban al hablar, tomaban notas y escuchaban las explicaciones con seriedad. Es más, al terminar, todos me agradecieron haber utilizado parte de mi tiempo para estar con ellos.
Después, al volver a mi trabajo, me fue inevitable pensar cómo hubieran reaccionado un grupo de niños españoles que, en el caso contrario –es decir, un investigador con un gran acento francés y un vocabulario limitado en español- hubiera venido a hacer lo mismo. No lo puedo asegurar y ojala me equivoque, pero me da la impresión que hubiera habido bastante mofas y poca atención.
Y he aquí otra de las grandes puntos fuertes de los franceses: el amor a la cultura y a la educación. Desde muy pequeños, se les hace entender a los niños que, la sabiduría es sinónimo de poder, que la cultura les hará fuertes, que la educación les hará llegar donde ellos quieran. Les infiltran en vena respeto por el conocimiento. Por ejemplo, en las paredes del colegio donde voy a francés, hay varios carteles en las paredes y en particular uno, me llama mucho la atención. Se trata de un dibujo de un niño sentado leyendo un libro con una cabecera en la que ensalza los beneficios de la lectura. Debajo, hay papelitos escritos por todo ellos donde ponen porqué les gusta leer. Ahí se puede leer cosas como: “Los libros te divierten”, “Los libros son mis amigos”, “Leer es mi afición favorita”, etc… Otro ejemplo que siempre me ha llamado la atención es que en los museos siempre hay niños con sus padres. Y no niños gritando y llorando porque se quieren ir, no. Niños que miran un cuadro y sacan sus conclusiones.
Espero que algún día esa ilustración infantil se extienda por todo el globo y que los Reyes Magos cambien un poco su equipaje -ojo, los juegos son necesarios también- y añadan una pizca más de cultura.
No diré que siento envidia, porque la envidia es siempre mala. Sé por un compañero que ha trabajado en París que en Francia la figura del profesor es apreciada. Es como el que lleva la cultura, el que la acerca. Aquí no ocurre tal cosa. Y no podemos atribuirlo (esto no) al gobierno actual: siempre ha ocurrido. Un profesor lucha contra la realidad no a favor de ella.
ResponderEliminarDe modo que me alegro infinitamente de esa experiencia maravillosa. Eso no se paga. Y ojalá que sea un germen. El título de este post es más que acertado. Esperemos que no se pierda y que el tsunami de la adolescencia les aporte más de lo que les quite.
De momento, y para colaborar con la ilustración española, me llevo a mi hijo a Madrid a ver la exposición de Nikola Tesla.
Atticus: ¡Muchísimas gracias! Si, esos niños me regalaron un momento increíble.
ResponderEliminar¡Qué maravilla que haya sociedades donde consideren a los profesores embajadores de la cultura! Y qué tristeza que una de ellas no sea España, si. Ayer comentábamos con unos amigos que, en efecto, el niño más popular de la clase era el que suspendía todo, al menos en mi generación. Mientras que los llamados empollones eran unos aburridos y "sosainas".
Fantástico que ilustres a los tuyos, eso es lo que nos ha salvado a muchos. Unos padres que nos han convencido de que la educación es tremendamente valiosa. Por si os quedáis con ganas de más, éste es un video blog sobre Tesla que realizaron unos compañeros míos.
http://teslablog.iaa.es/
La exposición es magnífica, didáctica, bien diseñada. He ido con mi muchacho, al que ya no tengo nada que explicar al respecto, más bien al contrario. Para mi sorpresa sí sabía quién era: "cultura general", me ha dicho mientras yo mantenía la boca abierta. Por cierto, una o dos plantas más abajo, otra exposición explicaba el proceso creativo en la cocina de Ferran Adrià, lo que también me ha interesado mucho. No era una exposición de gastronomía, sino de lo que hay detrás. Vaya magnífico domingo, solo enturbiado por las muchedumbres que hacen imposible pasear y, consecuentemente, encontrar un sitio razonable para comer.
EliminarVeré ese blog.
Ah, temo que, salvo excepciones, las nuevas generaciones siguen igual que cuando tú estudiabas, al menos en los niveles obligatorios. Bachillerato es otra cosa, aunque tampoco es como para tirar cohetes...
Atticus: Qué bien, si, un plan estupendo de domingo. Y si, ya imaginaba que las cosas no habían ido a mejor en educación. Lástima. Aún así, siempre hay niños que tienen cultura general y ampliada, también en España. ¡Enhorabuena por eso!
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