sábado, 27 de diciembre de 2014

PROGRESIVAMENTE VACACIONAL



Las vacaciones navideñas son siempre un periodo extraño para mí. Por una parte, están llenos de reencuentros con amigos, de los de toda la vida, de los que revoloteamos por el mundo y volvemos, de los que hemos conocido en distintos lugares y hacemos cabriolas en puntos medios inventados, de los que –en sustitución a la sonrisa presencial-, aprovechamos cada pequeño rato en soledad para hacer una llamada, enviar un abrazo telefónico.

Por otra parte, están las reuniones familiares, primero los de la familia más cercana, con los que brindas por lo conseguido este año, por la salud de la gente que quieres; donde te esfuerzas en dejar una ínfima parte de ti a esos pequeñines que corren por la casa todavía totalmente moldeables. Después existen esos días señalados en casi cualquier calendario de este planeta Tierra, lleno de copiosas comidas con la familia más extensa -rebosante de primos, tíos, etc- con los que nunca tuviste mucho que ver, y hoy todavía menos; de horas interminables delante de platos, de copas, de conversaciones vacías, previsibles y vulgares, en las que una parte de ti piensa que vale la pena esforzarse en crear un mínimo de interés por otros temas, pero la otra desiste tras un par de intentos.

Finalmente, están esos ratos fragmentados –una vez pasada la marejada inicial de reencuentros y comidas- donde una puede despertarse y quedarse en la cama dando buena cuenta a un libro recién empezado, y dejarse enganchar por la trama y meterse en un mundo paralelo donde todo lo demás se desvanece -si acaso, con alguna leve interrupción de vez en cuando-. O esos otros, donde una puede salir a caminar sin rumbo fijo y acabar la ciudad en poco minutos y encontrarse en caminos de tierra mojada, ideales para relajar la mente y dejar que los pensamientos se reconcilien y se ordenen; o acabar en la biblioteca donde una pasó incontable horas en su infancia y adolescencia y pasear por sus pasillos y acariciar visualmente esos lomos que pasaron por sus manos a una velocidad de vértigo; o asistir a una representación improvisada de un guiñol callejero donde, como una lugareña más, sigues el ritmo de una ciudad que abandonaste hace tiempo.

En resumen, estos días empiezan sumergida en un huracán de adrenalina cansada, un zarandeo cuando estás casi al límite de tus fuerzas, un encuentro con gentes queridas y otros con los que no tienes ya nada que ver, una extenuante carrera que transita, casi imperceptiblemente, a una normalidad lejana, de hace muchos años, donde las cosas eran sencillas y seguras, fáciles y conocidas. Y es ése el preciso momento, en que te sientes de vacaciones.

2 comentarios:

  1. He disfrutado mucho con la lectura de este post porque me ha hecho revivir muchas de las emociones que este año he echado de menos por trabajar en Navidad. No obstante a cambio he tenido otras experiencias que no cambiaría por nada y, lo que es más importante, las personas que quiero estuvieron junto a mí de una u otra manera y... ¡ESO DEJA UNA SONRISA INCREÍBLE! :) ¡MIL GRACIAS POR PASAR POR LUZ CAROBA, TIMONERA! REQUETEBESOOOOS ENOOOORMES Y... CHIN-CHIN POR UN 2015 CIMENTADO EN LA AMISTAAAAAD!!!

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  2. Luz: Como me alegro de leer tus palabras. Celebro mucho que estés pasando unas fiestas con las personas que te quieren a tu alrededor. También celebro que hayas cruzado estos mares y así haya podido llegar a tus pensamientos, tan poderosos, tan fuertes.

    Un abrazo y chin, chin por la continuación infinita de la alegría.

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