En cualquier caso, tras hacer mi recopilatorio, me salen mis dos páginas permitidas plagadas de felicidad, amor, amigos, pequeñuelos, esfuerzos y recompensas laborales, viajes, arte y cultura. Tanta alegría que me da ganas de cantarlo a los cuatro vientos y revolcarme en ese regocijo continuo en el que vivo últimamente –con esos mismos pulmones que Montserrat Caballé y Freddie Mercury le cantaban a Barcelona, ya hace años-. Tan sólo ha habido dos cosas que han oscurecido un poco este año: la ausencia de mi amigo Javi, al que, sin embargo, lo llevo presente más que nunca y parece que no se haya ido; y vivir el terror de cerca –aunque agradecida a la vida de que no me tocara a mí-.
Poniendo todo esto en la balanza, me salen kilos y kilos de felicidad absoluta y, sin miedo a exagerar, creo que me atrevo a decir que ha sido uno de los mejores años –sino el que más, desde que llevo la cuenta- de mi vida. De hecho, me he organizado unas olimpiadas particulares y en el podium de los años vividos queda, con medalla de bronce el 2003, medalla de plata para el 2008 y, medalla de oro para el 2015.
Y como el calendario –al igual que el tiempo, los instantes-, se componen de momentos flexibles, con duración subjetiva y moldeable, he decidido –gracias a Rodolphe por la sugerencia, un beso desde aquí- que a partir de ahora los años se contarán como extensiones del 2015, segunda extensión, tercera extensión, etc… Una manera fácil y práctica de prolongar indefinidamente esta dicha.
Toda la felicidad del mundo en esta primera extensión del 2015 en la que nos zambullimos en unas horas. Chin chin.
Tuve que reírme. Me encontraba muy bien allí; la inconsciencia absoluta, la descuidada felicidad de aquel ambiente me acariciaba el espíritu.
Nada. Carmen Laforet