Estos días que estoy de descanso en casa de mis padres, me doy cuenta de lo contenta y feliz que está mi vida sin ese aparato, permanente en muchas casa, llamado televisión –también conocido como tele o TV-.
Este cacharro, además de desviar la atención de las cosas realmente importantes: conversaciones, paseos, charlas, debates… tiene el dudoso honor de hipnotizar a los pequeños. Creedme, hace unas horas lo he comprobado con mis sobrinos, una hora después de levantarse se han quedado petrificados mirando una pantalla proyectar cualquier cosa, y cuidadín no osaras intentar apagarla. Al final, hemos tenido que, como solución de emergencia, simular que se había ido la luz en la casa. Me entristece pensar en el daño que hace eso en unas mentes tan poderosas como las de unos niños.
Llamadme idealista pero aun así, tengo la esperanza –aprovecho en que estamos a las puertas de la Nochebuena-, de que este invento del siglo XX poco a poco empiece a ser desterrado de las casas en el ya afianzado siglo XXI. Que ya no tenga cabida por anticuado, que le demos un poco de aire fresco a las ideas y nos deshagamos de ese aparato digno de un primo lejano de Orwell.
Y es que, ¿quién quiere una televisión hoy en día, habiendo Internet? Y muchos dirán, pero entonces cambias una pantalla por otra… si, pero la diferencia radica en que la televisión es un buffet libre, pero Internet es para gourmets: uno escoge qué periódicos leer para estar informados –si se quiere dentro o fuera del país, para intentar se más objetivo-, qué películas quiere ver si no le apetece ir al cine, qué podcasts quiere escuchar para aprender un idioma, culturizarse o estar al tanto del mundo del deporte… lo que quiera. Pero a la carta. La gran cantidad de tiempo que vais a ahorrar para poder gastarlo en otras millones de cosas interesantes que tiene la vida, tiende a infinito, os lo aseguro, entre otras cosas porque no repetiréis el mismo plato casi nunca.
Desde aquí os invito a todos a que, en estos días tan de familias, de amigos, de reuniones, de abrazos, de achuchones, de juegos…, enviéis ese mando a distancia a un lugar muy remoto… - y si, además, se le puede acompañar del móvil, mejor que mejor-. Como recompensa, ya tenéis que un buen regalo para el que año que viene, un cuadro para tapar el hueco que tenía el televisor. Dos en uno, todo ventajas.
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