Mudarse es un asunto que requiere energía, y ganas, muchas ganas. También está claro que hay magnitudes de mudanzas, como de terremotos. Por un lado, las mudanzas más intensas: a otra ciudad o incluso a un país diferente, son mucho más radicales. Implican empaquetar tu vida, eliminar lo superfluo -si bien estoy de acuerdo que todos poseemos demasiadas cosas, guardar recuerdos para no volverlos a ver más, es, cuando menos, angustiante-, y despedirte de ellas hasta quien sabe cuando, quizá nunca - ¿quién sabe si la persona que abra esas cajas dentro de 20 años seguirá leyendo ese tipo de libros, por ejemplo?-. Estas mudanzas son dolorosas. Son sinónimos de despedida, de cierre de etapa, de envejecer.
Por otro lado, mudarse de una casa a otra dentro la misma ciudad, es un ejercicio más liviano: sabes que vas a meter tus cosas en cajas, para abrirlas un par de días -o semanas- mas tarde. Puedes ir haciéndola poquito a poco. Te puedes permitir conocer tu nuevo barrio antes de tiempo y empezar a hacer nuevas migas con el panadero o frutero. También te permite despedirte del peluquero que siempre te invita a un café cuando sales de casa, o de Mireille la panadera; como el que se va de vacaciones, sabiendo que volverás a pasarte por allí, y les volverás a saludar.
En cualquiera de los dos casos, es cuando una se muda que se da cuenta de la cantidad de objetos con los que cuenta -algunos imprescindibles: esos maravillosos libros, esos cuadernos, esas cafeteras… - otros prescindibles. Renovarse, reciclar; tirar y empezar de nuevo son sinónimos de esa nueva etapa que empieza. El caos posterior que le sigue: el tener cajas esparcidas por doquier, el buscar desesperadamente un par de calcetines, o un trozo de papel…, tiene en realidad parte de su gracia. El saber que ese sentimiento es temporal, que en no mucho tiempo, todo habrá tomado su nuevo puesto y tu casa, tu nueva casa; te sonreirá expectante.
Hoy, con agujetas en los brazos y dolor en la espalda, agoto mi última semana en el increíble barrio del Marais parisino para irme a la Rive Gauche. Ni en mis mejores sueños hubiera podido pensar vivir aquí, pero es que, como bien es sabido, la realidad suele superar la ficción. Haciendo cuentas, ésta es la mudanza número once de mi vida. Tampoco parece un número demasiado alto, teniendo en cuenta que ha habido tres países y cinco ciudades por medio. Sin embargo, es suficiente para saber que espero que queden muy pocas más en lo que me queda por vivir y, que hay un puñado de cosas que son invaluables e insustituibles y éstas, caben en tres o cuatro cajas.
El inventario de tus cicatrices, en particular las de la cara, que ves cada mañana al mirarte en el espejo del baño cuando te peinas o vas a afeitarte. Rara vez piensas en ellas, pero cuando lo haces, entiendes que son marcas que deja la vida, que el surtido de líneas irregulares grabadas en la piel de tu rostro son letras del alfabeto secreto que narra la historia de quién eres, porque cada cicatriz es la huella de una herida curada, y cada herida era resultado de una inesperada colisión con el mundo; es decir, de un accidente, de algo que no debía ocurrir a la fuerza, porque por definición un accidente es algo que no sucede necesariamente. Acontecimientos contingentes en contraposición a hechos necesarios.
Diario de invierno, Paul Auster.
Guapetina viajera! mis mejores deseos para esta nueva mudanza tan especial que sé que haces con toda la ilusión! esa casa se va a llenar de luz contigo! (Me has hecho hacer mis cuentas y me salen, en 25 años, 18 mudanzas, 8 ciudades, 3 países) yo también quiero parar!! un abrazo enorme pensando en ton appart du 6ème étage :)
ResponderEliminarSi no fuera porque estás en París, de la pereza que me da leerte me volvía a la cama. Pero claro: del Marais a la Rive Gauche... Casi ná, que diría aquél. No olvides entrar al Flore y más aún al Lipp y da recuerdos de mi parte a los ecos de Camus, que aún andarán por allí, doblemente espantados por cierto: por los atentados y por los nuevos tiempos (horror) de la política francesa, con ese gañán transmutada el gobierno por mor del resentimiento y los malos tiempos para la lírica. No sigo, que estoy de puente y no me apetece amargarme. Mucha suerte dentro de tu suerte.
ResponderEliminarEt desitjo tota la sort del món en aquesta nova aventura compartida que comences! Felicitats pel blog, que interessant tot.
ResponderEliminarCristina:¡Rebonita! ¡Sabes que en mi (casi) casa tiene siempre un sitio! ¡Qué maratón de mudanzas llevamos, por Dios! Beso de una "femme du 6ème étage" (eso hasta la muerte).
ResponderEliminarAtticus: ¡Muchas gracias! Yo le doy recuerdos tuyos a ese sabor de libro perpetuo que se palpa por todos lados ... y a Camus también. Y si... Francia, ahora misma está tremenda. Como el panorama político siga así, mi próxima mudanza serán una expulsión o algo del estilo. ¡Disfruta el puente!
ResponderEliminarNuria: Quina sorpresa el teu missatge! Moltes gràcies pels ànims, tinc molta energia i moltes ganes. I gràcies pel blog, ets bienvinguda quan vulguis! Petons.
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