Os parecerá increíble, pero en tan sólo cinco días he asistido a una de esas marejadas de horas arrebatadas al sueño, de montañas rusas emocionales que ascienden de una profunda incertidumbre provocada por el temor a las errores humanos a sonoras carcajadas desatadas por el motivo más absurdo, al bautizo de colegas en amigos con todas las letras, a la comprensión de las personas a través de cigarrillos apurados en cielos plagados de estrellas, al apoyo incondicional otorgado sin otro motivo que una simpatía innata nada predecible, al disfrute de la ciencia y el conocimiento con banda sonora incorporada, al respeto de las diferencias, a la identificación en lo opuesto de lo mismo, al enorme poder de la humildad, a la belleza en estado puro...
Es demasiado difícil de expresar en palabras, pero hace unas horas, cuando le ganábamos la carrera al Sol para darnos el lujo de darle un disparo a una preciosa nebulosa planetaria simplemente por diversión, recordé algo que me dijo una vez un buen amigo: que una de mis grandes habilidades era que aún a pesar de las circunstancias –a veces más a favor, a veces no- siempre he sabido rodearme de la gente adecuada, esa que no te toca, sino que escoges. Por muy imposible que pareciera. Un besazo desde aquí a todos mis imprescindibles. A todos los que hacéis que ésta, mi existencia, sea primaveresca.
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