Si hay una diferencia fundamental entre dos países del primer mundo como son EEUU y Francia, en los cuales he tenido la suerte de vivir, son las vacaciones. Resulta que en Francia –y creo que en un buen número de países europeos-, así que empieza tempranero el mes de junio, se nota un decrecimiento fundamental en gente trabajando, horas de salida y un remoloneo más prolongado en las sobremesas. Todos estamos ya con el depósito bastante vacío y la llegada del verano nos pone los dientes muy largos. Por el contrario, en EEUU, lo cierto es que una ni se enteraba. Los estudiantes desaparecían, es verdad, y por lo tanto había más sitio en los bares, en las calles y para aparcar, pero la gente trabaja con el mismo ritmo y el mismo ímpetu que el resto del año.
Como francesa adoptada que soy, lo cierto es que ya casi no veía el momento de que llegará el día de hoy, en el que se abre una pequeña ventana de descanso, de luz, de amigos, familias y fiestas y nos vamos a airear el cerebro, a tomar aire con profundidad, a dejar los ordenadores, los correos y los estreses y los temas aparentemente serios –y digo aparentemente, porque luego pasa algo que de verdad, es serio y entonces nos damos cuenta de lo que eso significa- aparcados. Nada exótico este año: dormir y comer bien, algo de Pirineo, achuchones y largas conversaciones con gente preciosa. Derroche de oxígeno a borbotones. No se puede tener más.
Así que allí voy, me lanzo a ejercer mi derecho –y casi mi obligación- de ser feliz con un gran porcentaje de la gente que más quiero en el mundo. Nos vemos en estos lares en unos días.
Percibir requiere tiempo, lentitud, la libertad del ocio que permite detenerse en un afecto de refracción de la luz o en una carnosa flor de adelfa; requiere que no estemos agobiados por las prisas ni por un resultado a alcanzar, que podamos despilfarrar el tiempo, dejarlo pasar o desecharlo como una raja de sandía apenas catada que se tira al desgaire porque la sandía, bien roja y grande, todavía está casi entera, y bastará para manchar la camisa con el jugo que rezuma entre los dientes.
El infinito viajar. Claudio Magris
He leído el título del post y tras saborear su contenido... ¡Qué buen y grandioso título! "Derroche de oxígeno a borbotones." ¡Magnífico! Te deseo que pases unos días maravillosos y que los disfrutes al máximo. Después de todo, ¡tienes que recuperar aire para mostrarnos nuevos rumbos! Un abrazo enorme, Timonera.
ResponderEliminarLuz: ¡Muchas gracias! Espero que tú también tengas ocasión de tomar un poco de oxígeno y que nos sigas deleitando con tu arte. ¡Hasta pronto!
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