- Yo lo que creo es que debías mirarme un poquito y no pensar tanto. Me gusta mucho que me mires.
Lo hice, y la presión de sus dedos se intensificó.
- Gracias -dijo-, ¿Probamos a aguantar un rato sin decir nada, a ver qué pasa?
Y de pronto, la vida se había remansado en el trecho que mediaba entre sus ojos y los míos, había empezado a fluir transparente y mansa, como las aguas de un río al que te puedes abandonar sin miedo.
Nubosidad Variable. Carmen Martín Gaite
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