Ahora que tengo un par de bichillos con patas –lease los sobrinos más guapos del mundo-, me doy cuenta de lo diferente que es ser el mayor o el pequeño de los hermanos.
Los mayores son inicialmente los más mimados, todo el mundo emplea todas sus energías en correr, jugar y gustarle al chiquitín. Sin embargo, cuando el siguiente llega, hay que repartir los esfuerzos, -y reprimirse ante lo gracioso del más pequeño para no dar celos- y al pequeño, que no sabe lo que es un dulce, no le importa, pero al mayor si. Además, los mismos padres están más relajados con el segundo, ya no les pilla de improviso. Saben qué hay que hacer si llora o incluso ya no se emocionan cuando dicen “papá”, “mamá” o “tía”. Claro, eso hace que el pequeño se haga más independiente desde su más tierna edad.
Por otra parte, el mayor aprende cómo es la convivencia con su familia, sus padres, sus amiguitos… él sólo, no tiene a nadie con quien inspirarse, no tiene a nadie con el que repartirse los méritos y las culpas. El pequeño todo lo contrario. Está constantemente repitiendo e imitando a su hermano el mayor, eso hace que parezca más despabilado.
Y ahora pensándolo… ¿será casualidad que en mi pandillas de amigos casi todos hemos sido el pequeño de los hermanos? ¿Hasta qué punto esto nos puede marcar de manera definitiva? ¿El tercero siempre será el pequeño respecto al segundo también y así sucesivamente? Mmm... voy a empezar un estudio exhaustivo.
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