El otro día estaba pensando en a importancia de los nombres propios, en cómo marcan a un persona y más aún hoy día con la globalización.
Por un lado están los nombre clásicos en casi todas las culturas como María, Inés, Pedro o Juan, que traduciéndolos una gran diversidad de idiomas continúan siendo clásicos: Mary, Marie, Inès, Agnes, Peter, Peder, John, Yann, Jochen…
Luego, están esos nombre muy populares en una lengua concreta, pero que son completamente anticuados, inexistentes o ridículos en otra. Un buen ejemplo, sería Jara en castellano, nombre que traducido al árabe significa… algo mucho menos romántico que un arbusto silvestre. O, ¿quién no se acuerda de Themis, un chico que iba a mi clase en el colegio cuyo nombre completo era Themistocles Pitágoras?
En concreto, los nombres franceses, me resultan muy anticuados si los traducimos al castellano, aunque en francés suenen más elegantes. Por ejemplo, Fréderic (Federico), Philippe (Felipe), Pascale (Pascuala) o Brigitte (Brígida).
Además, existen ciertos nombres con una letra únicamente existente en el alfabeto de la lengua original, lo que causa un gran problema. En castellano tenemos la ñ, y nombres como Begoña e Iñaki se resienten de ello. Si tenéis curiosidad y queréis buscar la traducción de vuestro nombre propio, podéis usar esta página.
Está claro que un nombre confiere personalidad, unicidad. Dar un nombre ampliamente aceptado, que te convierte en la enésima persona con él en un grupo o extiende el halo de tu padre o madre, resta visibilidad y obliga a marcar la personalidad de otra manera. Por el contrario, un nombre demasiado raro o único, puede crear un cierto trauma de aislamiento y quizá producir inconscientemente un sentimiento de repulsa.
Con todos estos factores en juego, me parece una gran responsabilidad darle nombre a una nueva personita. Lo quiera o no, exhibirá además la personalidad de sus padres. Si bien no parece tener una importancia mayor que el colegio que vaya, o los amigos que haga; a veces son los pequeños detalles lo que cambian las vidas, y un nombre forma parte de él.
Yo tengo observado que aunque un nombre raro tiene que ser difícil de llevar, hay un montón de casos de éxito. Imagino que es porque templa el carácter y contribuye a la diferenciación.
ResponderEliminarHombreRevenido: ¿Si? Mmm... puede ser. A mí, así de pronto, también me vienen a la cabeza muchos nombres del montón muy grandes. Habría que hacer un estudio.
ResponderEliminarMe gusta la justificación. ¡Saludos!