Aprovechando este
jet lag que se ha venido conmigo en este viaje a través del tiempo
-ayer viví dos veces varias horas del día-, voy a intentar desgranaros la infinidad de minutos nipones de estas dos ultimas semanas en cualquier orden aleatorio.
He descubierto que Japón debería aparecer como sinónimo de sauna en algún diccionario, dos minutos allí y os derretís, literalmente. Que muchas mujeres japonesas jóvenes suelen ir vestidas, peinadas y maquilladas como si estuvieran a punto de asistir a una boda y sobre unos tacones de aguja con mucha pinta de penitencia. Que todo Japón está bombardeado por cadenas de tiendas estadounidenses, siendo de lo más frecuente encontrar un
McDonalds o
7-eleven en cada vuelta de la esquina -del otro bombardeo, yo no vi ni rastro-. Que la gente lee manga a todas horas, incluso los abuelitos de 70 años. Que Tokyo es un amasijo de rascacielos al estilo americano, luces de neón y tiendas atestadas de adolescentes desconcertadamente modernos o estrambóticos. Que Kyoto, por el contrario, representa la parte ancestral, la de los incontables templos delicadamente preciosos rodeados de
Toris o puertas rojas –si se trata de sintoísta- o budas gigantes –si se trata de budistas-, todos ellos adornados con bosques enormes e impolutos.
Que el idioma nipón es agradable al oído, consiste en palabras muy largas y cantarinas, acompañados siempre de reverencias que pueden derivar en bucles infinitos. Que mi memoria occidental es capaz de retener el nombre de una barrio, calle o persona durante un máximo de dos minutos. Que una buena parte de las señoras mayores japonesas –sobre todo fuera de Tokyo- siguen llevando su elegante kimono, junto con sus chancletas con calcetín de chancleta y su moño perfectísimo. Que curiosamente, los calcetines de chancleta -manoplas para los pies- es un inventazo que no se ha exportado todavía. Que los aficionados a los deportes –vale, al fútbol- sueltan unos grititos muy agudos cada vez que un jugador merodea cerca de una portería. Que en Kyoto existe la cafetería más pequeña del mundo – medio pasillo de una casa- regentado por un japonés
heavy muy salado que adora escuchar música a todo volumen y hacer la competencia a
Starbucks. Que la gente vive en cubículos diminutos. Que incluso las habitaciones de hotel y los baños son diminutos. Que una ya no sabe si el hecho de que los japoneses sean delgaditos es una causa o consecuencia. Que las novelas de
Haruki Murakami ahora cobran más sentido que nunca.
Que los nipones son muy sonrientes. Que los váteres tienen como 15 botones al lado, para que te alivies con diferentes chorros a tu elección, ruiditos o aromas. Que
Hello Kitty o
Picachu son héroes nacionales. Que las
Geishas existen pero son difíciles de ver. Se reconocen porque van vestidas de kimono y con la cara completamente blanca. Que toda la población aprovecha cualquier viajecito en al metro para
entroncarse, es decir echarse un sueño profundo para despertarse justo en la estación que les toca –gracias por la introducción de este vocablo Susi-. Que ir con una cámara por el metro no te convierte en
guiri automáticamente, ya que todo el mundo echa fotos a cualquier cosa en la que aparezca el símbolo de victoria y se las manda por sus teléfonos de última generación a sus amigos. Que uno de los mejore restaurantes de Japón, se encuentra en Nara, donde puedes encontrar desde los monjes budistas en oración, hasta el vecino de la esquina que ha bajado a atiborrarse por un módico precio de
sushi y
tempura impresionantemente delicioso. Que incluso a los amantes del
sushi como a mi, nos puede llegar a hartar tras comerlo durante diez días seguidos. Que está prohibido fumar en muchas calles y permitido en muchos bares. Que la gente va con la cartera en el bolsillo de atrás y nadie roba a nadie. Que el museo
Ghibli -una casa encantada basada en las películas de
Hayao Mizayaki- es una joyita completamente recomendable.
Que en un lugar donde las calles no tienen nombre y hay más densidad de humanidad que en cualquier parte del planeta, sólo puedes toparte con … cualquier cosa. Un abrazote desde aquí a Susi y David por descubrirme mucho de esto y compartir muchos de estos momentos.