Un hombre se propone la tarea de dibujar el mundo. A lo largo de los años, puebla un espacio de provincias, de reinos, de montañas, de bahías, de naves, de islas, de peces, de habitaciones, de instrumentos, de astros, de caballos y de personas. Poco antes de morir, descubre que ese paciente laberinto de líneas traza la imagen de su cara.
J.L Borges
No se si conocéis la sensación de que la belleza os haga daño… De someteros a tal saturación de lo precioso, de lo mágico que al final no podéis ni respirar. De que día tras día no podáis dejar de salir al a calle y admirar la confluencia de arquitectura, luz, y espíritu bohemio que se respira. De que llegues a creer que sea posible vivir de la admiración y el arte que ese entorno provoca. De que te imagines viviendo allá, hace décadas, siglos o en este mismo instante.
A mí eso me ha pasado pocas veces, en concreto tres, y hoy día son mis tres ciudades favoritas. De la tercera ya hemos hablado alguna que otra vez. Y la primera, quizá por ser mi habitual, no lo he hecho todavía, pero no hay prisa, ya llegará el día. Lo que sí puedo es proclamar orgullosamente, que voy a ser capaz de vivir a lo largo de mi vida en las tres –o muy cerca de las tres-.
Y si acaparo tantas ciudades cargadas de belleza, al igual que muchos artistas lo hicieron en el pasado –como bien conoce el gran Woody Allen- no es por avaricia, sino por tener la ilusión de que de vez en cuando, podemos conducir nuestra vida un ratito y aparcarla en el sitio más increíble. Es más, tenemos la obligación de hacerlo. En ésta, nuestra única vida, deberíamos derrochar el mejor perfume siempre que esté en nuestra mano.
Probablemente de todos nuestro sentimientos el único que no es verdaderamente nuestro es la esperanza. La esperanza le pertenece a la vida, es la vida misma defendiéndose. Julio Cortázar, Rayuela
Y vuelve a ser díada de Sant Jordi…. Y todos saldremos a la calle, y buscaremos con avidez el libro perfecto para regalar, y habrá rosas, risas, amigos, páginas y amor. Y afortunadamente, cada vez es más la gente que hace algo similar.... y esta tradición ancestral se extenderá por el mundo a paso lento, pero firme. En Aragón, bailarán su propia fiesta -más campestre y menos culta quizá, pero no menos apacible-. Todo esto ya os lo he contado una y otra vez en años pasados.
Así que hoy, aún empachada de libros que no tienen ni un mes en mi mesilla de noche, y de la mano del Quijote de la Mancha, que últimamente acompaña mis noches, me iré, una vez más, a escuchar el crujido de las páginas, a olfatear el olor a libros y rosas, a disfrutar de uno de los días más bellos del año. Disfrutadlo, allá donde estéis.
El
pensamiento avanza de palabra en palabra. Es una senda llena de sorpresas y
algunas veces totalmente inédita. Paso a paso, sílaba a sílaba, y su palabra se
abraza con la nuestra. Las maravillas y las impurezas emergen repentinamente
del olvido y se introducen sin permiso en nuestro asombro. Gracias al idioma,
sobrevivimos. Porque somos palabra, quién lo duda. El lenguaje es una bolsa de
ideas, una metafísica que no tiene reglas, una propuesta que cada día es
distinta.
Qué buenos aquellos días en los que el día amanece algo nublado, pero coges el coche, buenos amigos y te vas a otra ciudad cercana a embeberte de vida, a comer una buena paella al lado de la playa, a bailar un pasodoble con la voz legañosa del Mele, el gitano más salao de los alrededores, a tropezarte con actores y actrices –que no dejan de ser personas- que acaban charlando contigo mientras compartes tu alegría con ellos, a meter los pies en una arena sucia pero que sabe a pre-inauguración del verano, a pasear por la versión low-cost de la Alhambra con aroma a azahar, a perderse entre páginas deletreadas por un Oliveira o una Maga y celebrar un Sant Jordi prematuro, a comerse un kebab mientras escuchas de lejos el fenómeno fan quinceañero, a corretear como quinceañera poseída tras personas que has soñado en tu vida a partir de una pantalla, una radio, unas risas o un teatro y que de tanto hacerlo, se han solidificado por instantes, a dejar correr las lágrimas ante estrenos de películas de seda, a charlar de la vida, de la amistad, del arte y de las ilusiones de vuelta a casa.
Y es que, no hay mejor película, que un día de primavera en Málaga.
¿Nunca os han entrado unas ganas tremendas de escribirle una carta –de amor o cariño- a alguien? Una carta donde decirle todas las cosas –buenas, por supuesto, las que siempre hay que decir- que se quedaron en el tintero, donde hacer como si hoy fuera tu última noche en la faz de la Tierra y por lo tanto, estar en disposición de mandar el orgullo y el amor propio a paseo, donde, aún a sabiendas que es una tarea de por sí inútil, poder clausurar un vínculo de la mejor manera, expresando todo el legado que esa persona dejó en ti…
Yo lo he hecho en dos o tres ocasiones. Y guardo uno de los recuerdos más bonitos de mi vida, al bordarla, al desgranar todo el bien que a veces nos hacemos las personas queridas, al saborear el riesgo y el poder de la sinceridad, al no esperar nada a cambio más que un descanso y satisfacción interna.
Desde aquí os recomiendo a todos escribáis y mandéis una larga carta –con todo lujo de detalles- a modo de testamento de amor. Solo corréis el riesgo de recibir más amor a cambio.
Ayer estuve en un concierto de soul con una amiga que me había invitado. Hasta ahí todo bien. El caso es que cuando llegamos unos minutos antes a la puerta del bar donde era el concierto, empezó a aparecer muchísima gente con una estética algo rocambolesca. Al comentarlo con mi amiga, me enteré que eran de estilo mod o rockabilly –chicos entre despeinados con patillas y repeinados con tupé y chicas con vestidos de Lolita o pelo corto y labios con mucho carmín-. Ya con eso me quedé patidifusa porque os juro que nunca había visto a nadie así vestido por la calle (al menos no en España, EEUU es otro tema).
Enseguida, empezaron a saludarse unos a otros efusivamente con lo que se me quedó con la convicción de que ellos iban habitualmente a eventos de este tipo. Pero la sorpresa más grande me la llevé cuando el concierto empezó. Ante un grupo que cantaba canciones de soul americano de entre los 60 y 80, todo el bar estaba más que eufórico. Todos bramaban sus canciones a pleno pulmón y lo más curioso, el rango de edades iba desde los 18 hasta los 70.
Y yo, que miraba todo esto como quien mira una película, no dejaba de alucinar. No seré yo quien no se abra a nuevas músicas –aunque he de decir que la música aunque correcta, me pareció muy monótona y repetitiva-, pero eso no parecía a desanimar a ninguno de los asistentes.
Tras el concierto, me despedí de alguno de ellos que habíamos entablado conversación con la sensación de que nunca más les iba a volver a ver… de que ellos iban a volver a su refugio habitual –y probablemente yo también al mío- y sólo iban a volver a salir ataviados para la ocasión en el próximo concierto soulero de las cercanías –en el que probablemente no estaría yo-. Curioso como mínimos cambios dentro de una cultura pueden producir sociedades tan segregadas.
Me levanto por la mañana, pienso que voy a verte y siento como un impulso de dar gracias. Pero después me despejo y me digo que no, que no ha sido la suerte, que más bien ha sido un atrevimiento, nuestro atrevimiento. Tú podrías haberte ido y te quedaste. Yo podría haberte ignorado e hice todo lo contrario. Todo esto es voluntario, mágicamente voluntario. El viajero del siglo. Andrés Neuman
Ni uno, ni dos, ni tres… Ocho libros me han caído este año para mi cumpleaños: ¡ocho! Eh, yo encantada, ¿eh? Adoro leer, aunque cada vez me cuesta más encontrar la manera de hacerlo… De hecho, me encantaría tomarme un mes entero de vacaciones en la playa para devorar un poquito de este porrón de páginas intactas, estas miles de páginas, esos kilos de palabras.
Como de momento ando de la mano con Don Quijote de la Mancha –si, lo sé, ya tocaba- no tengo que tomar todavía la decisión de cual será el siguiente, seguramente lo decidiré en función a mi estado de humor de ese instante –aunque miedo me da ese Sant Jordi que se asoma en el horizonte-.
Las páginas impolutas que me esperan tienen los siguientes nombres y apellidos: “El tango de la Guardia vieja” de Pérez-Reverte, “Diario de Invierno” de Paul Auster, “Baila, baila, baila” de Haruki Murakami, “Palmeras en la nieve” de Luz Gabás, “Maldito karma” de David Safier, “El cuaderno de maya” de Isabel Allende, “Feynman” de Ottaviani y Myrick y “Maus” de Art Spiegelman. He de decir que estos dos últimos son cómics y que estas Navidades me hice con un ejemplar de “La historia interminable” por aquello de viajar un poco al pasado. Resultado: no acabo mi lista de lectura en un buen puñado de días. No se cual será el orden que la secunde, pero la diversión está garantizada.
Y así, comprobó que lo que no era más que un objeto inerte de tinta y papel, cobraba vida cuando alguien pasaba sus páginas y recorría sus líneas, proyectando allí su existencia, sus aficiones, sus gustos, sus virtudes o sus vicios. No hay dos libros iguales porque nunca hubo dos lectores iguales. Cada libro leído es, como cada ser humano, un libro singular, una historia única y un mundo aparte. La reina del sur. Arturo Pérez-Reverte.
Os dejo una reflexión en forma de lista sacada de aquí. Se trata de cosas que la gente feliz hace de forma diferente. Me ha parecido muy acertada. Sé que muchos ponemos en práctica muchos de estos puntos, pero no está de más recordarlo.
En estas páginas hay espacio para la reflexión, las bitácoras, los viajes estelares y los terrenales, las experiencias compartidas y todos aquellos instantes que hacen cada sitio, cada momento de nuestra vida, un lugar inolvidable. Bienvenid@.
We do not grow absolutely, chronologically. We grow sometimes in one dimension, and not in another; unevenly. We grow partially. We are relative. We are mature in one realm, childish in another. The past, present, and future mingle and pull us backward, forward, or fix us in the present. We are made up of layers, cells, constellations.
Anaïs Nin