martes, 26 de noviembre de 2013

LO QUE NOS GUSTA


Una gran lección sobre el plantearse para qué sirve nuestra vida, sobre el "fuera los miedos y adentro la aventura", sobre el atreverse a renunciar a los colchones y darse cuenta de que muchas veces eran cadenas encubiertas, sobre hacer lo que a uno le requetegusta sobre todas las cosas y a liberarse del pánico que la página en blanco de un futuro incierto puede tener apostando por cosas tan delirantes como un violín-trompeta o un serrucho musical, sobre simplificar nuestra existencia y no conformarse con hacer lo que a uno le gusta, sino lo que encanta.

Bravo por esas ideas, ese coraje y por estas dos frases de este discurso improvisado que me han obnibulado:

"No puedes hacer lo que te gusta, sino haces lo que te gusta". 

"Hay tres pasos en lo que te gusta: lo que te gusta, lo que más te gusta y lo que te gusta de verdad dentro de lo que más te gusta." 


Qué fácil. Y no hay más que hablar.

viernes, 22 de noviembre de 2013

REALISMO ILUSTRADO



(Un abrazote desde aquí, Bea, por la canción)

Llevo un tiempo buscando piso en París en la distancia para mi nueva etapa que se aproxima inminentemente y la verdad es, que si bien varias personas me habían asegurado que era toda una hazaña propia de un descendiente directo del Cid campeador encontrar algo a un precio asequible, pensaba que exageraban o que habían tenido mala suerte. No podía imagina que era completamente verídico.

Aún no he aterrizado allí y pienso hacerlo con muchísimas ganas y toda la carne en el asador, pero así a priori, me parece muy sorprendente –cuando menos- que en una de las ciudades más increíbles del mundo, abanderada de la libertad y la igualdad, la gente viva hacinada. Estoy viendo gente de más de 40 años pagar 700 euros por una habitación en un piso compartido y aún así darse de bofetadas por conseguir uno. Estoy viendo pagar cantidades astronómicas por 20 metros cuadrados. Estoy viendo multitud de trabas burocráticas para alquilar un habitación. Y no sigo, que no es el lugar ni el momento.

La verdad es que pensé que, en esta nueva aventura mía en el extranjero, al ser en otro país de Europa -además de viejo conocido, sobre todo para los que somos del norte-, no tendría un choque cultural tan grande como el que tuve en EEUU, país con una historia y desarrollo muchísimo más divergente al nuestro en comparación con los europeos. Y sin embargo, creo que aún no estoy allí y ya me estoy llevando una gran sorpresa: ¿cómo es posible que la gente aguante eso tanto tiempo? Si gente como yo, que tenemos un sueldo medianamente digno, ahorros, contactos y por eso mismo, pertenecemos a un porcentaje muy pequeño de población, casi no podemos llegar a optar a un piso de 20 metros cuadrado, ¿quienes puede hacerlo entonces? ¿Porqué, entonces, la gente sigue viviendo así? ¿Es que la belleza, el alma, de la ciudad compensa lo suficiente? ¿Por qué no se alían entre ellos en lugar de pelear por ello? ¿No se trata de uno de los países del mundo que ostenta la fama de ser reivindicativo?

Y ya en un nivel más de filosofía: ¿Por qué aceptamos ciertas cosas? Supongo que es por el mismo motivo que la gente acepta estar en paro y seguir yendo a trabajar, o piensa que su amante dejará a su mujer por amor… Por una mezcla de ceguera voluntaria, pereza, miedo y ensoñación.

De cualquier manera, es sólo una primera impresión sin haber puesto el pie allí un tiempo largo. Volveré a contaros mis observaciones de éste y mucho otros aspectos una vez allá. Si algo he aprendido viajando es que una aprende cosas nuevas que valorará toda la vida y aprende a valorar cosas antiguas que no conocía su auténtico valor.


Siempre, en todos los grandes viajes y en los libros que quieres escribir, hay una hora en que tu sentido común y tu corazón te aconsejan rendirte, cuando nada se parece a lo que has imaginado ni a lo que te han dicho o has leído, y también cuando tu propio sueño se desmorona ante la realidad de tu poco valor y tu escaso talento Incluso cuando te das cuenta de que nada es seguro y que puedes encontrarte de bruces con lo que no imaginas. Pero es ése el momento en el que debes vencer  en el que debes decirte que hay que seguir, porque luego comprendes que se trata del mejor instante de tu vida.

Vagabundo en África. Javier Reverte

lunes, 18 de noviembre de 2013

EL HOMBRE OFICIOSO


Las cosas que hacía no le importaban nada y estaba encantado. De pronto comprendió la felicidad de las gentes (hasta entonces siempre se había compadecido de ellas) que desempeñaban una función a la que no se sentían obligadas por ningún "es muss sein!" interior y que podían olvidarla en cuanto dejaban su puesto de trabajo. Hasta entonces nunca había sentido aquella dulce indiferencia. 

La insoportable levedad del ser. Milan Kundera

viernes, 15 de noviembre de 2013

FRONTERAS HUMANAS



Se aprende mucho estudiando la naturaleza humana.. No es que me guste hacer deliberadamente experimentos previamente planeados con las personas, porque, entre otras cosas, no creo que se deba hacer algo que no te gustaría que se te hicieran a ti. Sin embargo, a veces la vida se encarga de realizar un experimento sólo para tí y te planta los resultados delante de tu cara para que aprendas del comportamiento humano.

Una de las situaciones que me he enfrentado estos días ha sido una situación extrema y continua de estrés, ante la cual he observado tres comportamientos diferentes. En primer lugar, existe gente que decide cargar un peso tremendo sobre sus hombros sin importar lo que hagan los demás, por voluntad propia, porque creen en la causa del estrés, lo cual les hace tremendamente respetables y el posible mal humor que los nervios y el cansancio pueden provocar es 100% perdonable. Como contrapartida, estas personas son, por su carácter bondadoso, altamente influenciables y maleables. Por otra parte, existe los que deciden cargar mucho peso por compromiso y, como consecuencia, se preparan para juzgar a los demás si deciden no hacerlo o incluso, forzarles a actuar de la misma manera que ellos bajo pena de crear un vacío, hacer sentir mal, culpabilizando o adoptando un papel de víctima. Finalmente, existen los individuos que deciden no hacer suyo esos problemas y se desentienden de todo y de todos, haciendo lo que mejor le parece para su bien. Este comportamiento es, desde luego el más sincero bajo mi punto de vista, mucho más preferible al anterior ya que se basa en un "cuida de ti mismo y sólo si tienes tiempo preocúpate de los demás”, algo totalmente respetable.

Si bien estos tres tipos de personas pueden parecer evidentes, a mí no me lo había resultado hasta ahora. Es bueno ser consciente del entorno y sus opciones –al igual que, por ejemplo, de las diferentes maneras de viajar-, para decidir cómo quieres actuar ante cada persona y como decides actuar ante la interacción con cada prototipo. En mi caso, lección aprendida.

Lo bueno de los experimentos –conscientes o no- es que siempre arrojan resultados, es cosa nuestra aprovechar la oportunidad y aprehenderlos.

lunes, 11 de noviembre de 2013

FRECUENCIAS



Ahora podemos entender mejor el abismo que separaba a Sabina de Franz: él escuchaba con avidez la historia de su vida y ella lo escuchaba a él con la misma avidez. Comprendían con precisión el significado lógico de las palabras que se decían, peor no oían en cambio el murmullo del río semántico que fluía por aquellas palabras.

La insoportable levedad del ser. Milan Kundera

jueves, 7 de noviembre de 2013

FRÁGIL

(Una versión maravillosa de esta canción, aquí) 

Pienso en la época en que el mundo conocido apenas existía para nosotros cuatro; los días eran simplemente espacios entre sueños, espacios entre capas móviles de tiempo, de actividades, de charla intrascendente... Un flujo y reflujo de asuntos insignificantes, un husmear cosas muertas, fuera de todo ambiente real, que no nos llevaba a ninguna parte, que no nos exigía nada salvo lo imposible: ser nosotros mismos. 

 Justine. Lawrence Durrell.

domingo, 3 de noviembre de 2013

ACOPIO DE APRENDIZAJE



Una de las máximas preferidas de mi madre siempre ha sido: El saber no ocupa lugar. Haciendo que mi hermana y yo, nos imagináramos a Saber, como un señor muy muy alto y muy muy delgado, como un personaje de una historia de animación francesa. Con el paso de los años, he entendido y agradecido infinitamente a ese señor Saber –y a mi madre, su creadora, por supuesto- por todo lo que ha puesto a mi disposición.

Recuerdo que cuando éramos pequeñas, nuestros acopios de saber durante el curso consistía en las asignaturas del colegio, el conservatorio y los idiomas, además de miles de libros y cassettes que siempre rondaban por casa. Cuando llegaba el verano, las cosas cambiaban. El aprendizaje entonces se convertía en más light y en lugar de tener que hacer deberes, o empollar tochos, la cosa iba más sobre esos pequeños aprisionamientos de sabiduría que podrían sernos de ayuda – o tal vez no- en la vida, pero que, en cualquier caso, no requerían demasiado esfuerzo, dinero o tiempo.

Yo hoy día, tengo la teoría que es gracias a ese puñado de cosas extremadamente útiles que hemos sabido sobrevivir a esta vida de locos. En esa sucesión de veranos, aprendimos cosas tan útiles como mecanografía –no puedo ni imaginar lo lentísima que sería la vida sin poder escribir en un teclado a un ritmo ligero-; taquigrafía –ciertamente no ha tenido muchas aplicaciones conscientes, pero sí que me ayudó a comunicarme en clave, a parecer que escribía en árabe o apuntarme alguna palabra imposible de recordar en la mano para un examen-; corte y confección –aunque yo odiaba esas mañana eternas rodeadas de señoras que ponían el grito en el cielo por no adelgazar con su dieta frugal, aprendí mucho de ellas y además, que un buen patrón puede hacerte crear cualquier cosa-; cante y baile de jotas –una de las cosas que más orgullo me provoca. El arte jotero conlleva una actitud ante la vida, una fortaleza impresa en los descendientes de Agustina de Aragón.-; encuadernamiento de libros –donde desarrollé la buena intención de querer curar las heridas a los andrajosos volúmenes que frecuentaban ese hospital de libros (la biblioteca pública, de hecho). No pasó de una buena intención ya que, dicho sea de paso, siempre fui una chapucera indeleble-; pintura –pues eso, intentar pintar o dibujar me hizo ser consciente de que el chapucerismo es una fuerza genética más poderosa que cualquier posibilidad artística. Está bien ser consciente de tus más y tus menos.-; maquillaje –mi madre me hizo hacer esta actividad cuando comencé a tocar en un cuarteto en bodas porque, según ella, el susodicho señor Saber se convertía en una buena inversión con objetivos cortos. Así que, me encontré en aquel laboratorio de máscaras, sombras y pinturas y aprendí cosas muy curiosas: por ejemplo, que el verde mata el rojo o que el quitaojeras puede quitar casi cualquier cosa-; cocina –impartida por mi propia madre, una de las mejores cocineras que conozco, durante tres veranos seguidos. Aquí aprendí que las artes siguen un riguroso proceso científico (temperaturas, cantidades, ingredientes fundamentales) que no puedes saltarte, pero que existe una segunda cuestión: la intuición, no menos importante que la primera que marca la diferencia entre algo bien hecho y algo grandioso-.

Casi quince años después de que ya no viva con mis padres, el señor Saber sigue estando muy muy presente. Él me ha demostrado con numerosos ejemplos como algo que puedes aprender un poco al azar puede resultarte utilísimo a partir de un cierto momento –como esa prenda de ropa que compraste medio a desgana y hoy día es la cosa más cómoda y útil que tienes en el armario- o bien puede no tener resultados tangibles pero el hecho de tenerla en tu subconsciente puede darte visiones del mundo que de otra manera no hubieras podido tener.

Por eso, hoy brindo por ese señor y por esos padres –un besote desde aquí- que tenían esa sabiduría innata para hacernos aprender por el mero hecho de aprender.


Lo mejor para la tristeza –contestó Merlín, empezando a soplar y resoplar- es aprender algo. Es lo único que no falla nunca. Puedes envejecer y sentir toda tu anatomía temblorosa; puedes permanecer durante horas por la noche escuchando el desorden de tus venas; puedes echar de menos a tu único amor, puedes ver al mundo a tu alrededor devastado por locos perversos; o saber que tu honor es pisoteado por las cloacas de inteligencias inferiores. Entonces sólo hay una cosa posible: aprender. Aprender por qué se mueve el mundo y lo que hace que se mueva. Es lo único que la inteligencia no puede agotar, ni alienar, que nunca la torturará, que nunca le inspirará miedo ni desconfianza y que nunca soñará con lamentar, de la que nunca se arrepentirá. Aprender es lo que te conviene. Mira la cantidad de cosas que puedes aprender: la ciencia pura, la única pureza que existe. Entonces puedes aprender astronomía en el espacio de una vida, historia natural en tres, literatura en seis. Y entonces después de haber agotado un millón de vidas en biología y medicina y teología y geografía e historia y economía, pues, entonces puedes empezar a hacer una rueda de carreta con la madera apropiada, o pasar cincuenta años aprendiendo a empezar a vencer a tu contrincante en esgrima. Y después de eso, puedes empezar de nuevo con las matemáticas hasta que sea tiempo de aprende a arar la tierra.

The Once and Future King. Terence White.