domingo, 31 de agosto de 2014

VIEJÓVENES


Generalmente, cuando vuelvo a casa del trabajo en metro, suelo tener la mente agotada, así que o bien leo algún libro o bien estoy un rato con mis pensamientos o a veces con mis anti-pensamientos –lo que muchos llamarían meditación-.

El caso es que hace unos días, en uno de esos momentos de ensimismamiento, me fijé en las manos de la chica que llevaba delante. Eran unas manos con dedos muy largos y afilados, como de pianista, con un anillo ligero en uno de esos dedos. Mirando esas manos, supuse que la chica tendría alrededor de 40 años… Mi sorpresa fue cuando levanté la vista y se trataba de una chiquita como de 16 años de edad. Lo mismo me ocurrió poco después con un chico con barba. Si miraba solamente sus ojos, me daba la sensación de ser un señor de 50 años, sin embargo, todo el rostro conjuntamente le daba una apariencia extraña de unos 25-30. La sensación que provocaban estos viejovénes era la de uno de aquellos juegos en los que tenías que construir a personas con diferentes piezas y al final te quedaba un ser muy ambiguo.

No estoy muy segura de qué se trata, quizá sea que hay ciertos elementos –sociales, físicos, etc- asociados a la cultura que en otra, se vuelven terriblemente descoordinados, o quizás –por imaginar que no quede- se trate de una especie nueva de zombies o superhéroes que tratan de encubrirse tomando apariencias al azar. En cualquier caso, voy a estar atenta por si descubro más y puedo seguir con mi investigación.

miércoles, 27 de agosto de 2014

NO QUEDAN DÍAS DE VERANO



Ya huele a final de verano, ya empieza a oscurecer antes, los comercios ya abren sus puertas después de las vacaciones, el departamento poco a poco comienza a deralentizarse, el ritmo de la ciudad ya comienza a volver a la normalidad… Y sólo ya, de vez en cuando podemos disfrutar de algunas tarde de sol, que ya no calienta tanto, pero que apetece más.

No lo queremos admitir, evitamos mencionarlo, pero el verano, el brillante verano, ése que da de si noches larguísimas –o cortísimas según se mire-, ése en el que siempre hay un merecido descanso, ése en el que se pasan muchas horas en la calle, ya empieza a moverse hacia un punto lejano.

Sin embargo, esta vez no me quiero entristecer, después de este estupendo verano, sólo se puede esperar un estupendo resto de año. Este año aguardo al otoño con alegría. Bienvenidos a la vuelta al cole.

jueves, 21 de agosto de 2014

LA TOURNÉE DES AMIS



Es el precio que se paga con los amigos del pasado, son poseedores del catálogo de los defectos de fábrica y no van a aceptar que ni el tiempo, ni el dinero, ni tan siquiera los lógicos cambios que propician la experiencia y la educación, borren lo que fuimos. Lo gordos, lo bajos, lo maniáticos, vulnerables y risibles que fuimos. 

Lo que me queda por vivir. Elvira Lindo

domingo, 17 de agosto de 2014

LAS MIL Y UNA NOCHES

Hace unas semanas vi esta película española, Stockholm lograda gracias a la colaboración de mucho seres anónimos amantes del cine -¡gracias!-.

(Si no te gusta, como a mí, ver los trailers de las películas porque la mayoría cuentan demasiado y aminoran la impresión posterior de la película, no veas este video y casi, casi, no sigas leyendo. Eso sí, mira la película)


Tengo que decir que no me esperaba mucho más que la típica historia de amor de pareja joven, aliñada con algún toque quizá diferente. En cambio, con gran sorpresa, presencié algo muy diferente. Una vuelta, traslación y rotación a la tortilla, cuanto menos.

Esta película es una reflexión muy inteligente sobre el consumismo en el sexo –supuestamente consentido- de una noche, sobre lo desamparados y artificiales que nos hace el pensar que así somos más maduros e independientes, sobre la sustitución de la ausencia masiva de introspección por noches de experiencias con caras y cuerpos indiferentes, sobre el límite del respeto y la violencia por los demás.

Esta oda relatando la crueldad del sexo por el sexo a la que nos ha desembocado una sociedad desarrollada como consecuencia de un pasado represivo, debería servir para replantearnos nuestra definición de libertad, para pensar –sinceramente y sin clichés- si esto es lo que queremos para nosotros y para nuestros descendientes, para educar a las siguientes generaciones.

miércoles, 13 de agosto de 2014

LA COMUNICACIÓN SATURADA


Aterrador pensar que un día vamos a dejar de vivir para pasar a observar a través de una pantalla.
Que tan sólo comunicaremos imágenes, sonidos y mentiras producidos desde nuestra soledad electrónica más absurda.

Nunca podrás experimentar de nuevo un sentimiento humano. Todo habrá muerto en tu interior. Nunca más serás capaz de amar, de amistad, de disfrutar de la vida, de reírte, de sentir curiosidad por algo, de tener valor, de ser un hombre íntegro... Estarás hueco. Te vaciaremos y te rellenaremos de... nosotros. 

George Orwell. 1984.

jueves, 7 de agosto de 2014

OXÍGENO


Si hay una diferencia fundamental entre dos países del primer mundo como son EEUU y Francia, en los cuales he tenido la suerte de vivir, son las vacaciones. Resulta que en Francia –y creo que en un buen número de países europeos-, así que empieza tempranero el mes de junio, se nota un decrecimiento fundamental en gente trabajando, horas de salida y un remoloneo más prolongado en las sobremesas. Todos estamos ya con el depósito bastante vacío y la llegada del verano nos pone los dientes muy largos. Por el contrario, en EEUU, lo cierto es que una ni se enteraba. Los estudiantes desaparecían, es verdad, y por lo tanto había más sitio en los bares, en las calles y para aparcar, pero la gente trabaja con el mismo ritmo y el mismo ímpetu que el resto del año.

Como francesa adoptada que soy, lo cierto es que ya casi no veía el momento de que llegará el día de hoy, en el que se abre una pequeña ventana de descanso, de luz, de amigos, familias y fiestas y nos vamos a airear el cerebro, a tomar aire con profundidad, a dejar los ordenadores, los correos y los estreses y los temas aparentemente serios –y digo aparentemente, porque luego pasa algo que de verdad, es serio y entonces nos damos cuenta de lo que eso significa- aparcados. Nada exótico este año: dormir y comer bien, algo de Pirineo, achuchones y largas conversaciones con gente preciosa. Derroche de oxígeno a borbotones. No se puede tener más.

Así que allí voy, me lanzo a ejercer mi derecho –y casi mi obligación- de ser feliz con un gran porcentaje de la gente que más quiero en el mundo. Nos vemos en estos lares en unos días.

Percibir requiere tiempo, lentitud, la libertad del ocio que permite detenerse en un afecto de refracción de la luz o en una carnosa flor de adelfa; requiere que no estemos agobiados por las prisas ni por un resultado a alcanzar, que podamos despilfarrar el tiempo, dejarlo pasar o desecharlo como una raja de sandía apenas catada que se tira al desgaire porque la sandía, bien roja y grande, todavía está casi entera, y bastará para manchar la camisa con el jugo que rezuma entre los dientes. 

El infinito viajar. Claudio Magris

domingo, 3 de agosto de 2014

ALMA ENSEÑANTE



(No os perdáis este otro vídeo tampoco)

Esta semana acabé con los últimos exámenes de las dos asignaturas de un master de Astrofísica que he impartido este año por primera vez. La verdad es que todo el proceso de las clases ha sido una experiencia fabulosa. He de decir que he partido de un buen material ya preparado para construir mis clases, que las clases han estado suficientemente espaciadas como para no llegar a agobiar y que los alumnos estaban excesivamente motivados –son trabajadores que siempre tuvieron interés en aprender más sobre Astronomía y se nota que lo hacen con un entusiasmo impecable-.

Y yo, que siempre ando replanteándome si estoy haciendo lo correcto, me reafirmo en algo que ya sabía, pero ahora he comprobado de primera mano: de todos los posible trabajos que podría hacer, la enseñanza es uno de los trabajos más gratificantes que he probado nunca. Me encanta observar el instante preciso en el que un alumno entiende algo; alucinar con el afán de superación que los seres humanos podemos tener cuando nos gusta algo; empatizar con las dudas que otras personas pueden tener; tratar de explicar algo de maneras diferentes hasta que una de ellas funciona...

Además, me resulta un trabajo importantísimo, uno de los pocos capaz de cambiar el rumbo de la Humanidad si se hace bien. Por ejemplo, si yo no hubiera tenido la profesora de matemáticas que tuve en el instituto –un besazo desde aquí, Carmen-, probablemente estaría en algún lugar completamente diferente. Y quizá eso no tenga mucha importancia para la Humanidad, pero imaginad que Einstein hubiera tenido un profesor penoso de Física... Creo que además, es un trabajo que provoca un rejuvenecimiento instantáneo, proporciona energía, permite moldear la creatividad -nuestra y la de los demás- y no implica sentimientos de culpabilidad por no haber alcanzado límites de superhéroes –autoimpuestos o no-.

Me alegra mucho esta confirmación porque cuando yo siempre he insistido en las virtudes de la enseñanza, muchos me han reprochado un “si claro, pero eso es porque casi no la has probado”. Ahora si, y aún sabiendo que he tenido unas condiciones inmejorables, me reafirmo en que es un trabajo que encaja perfectamente con la persona que soy. Así que, profesores del futuro, hacedme un hueco, que un día -más pronto que tarde- me voy a unir a vosotros.

Yo amaba las matemáticas, y como cualquier converso a una fe rara, árida, sospechosa incluso para el reducido número de sus adeptos, experimentaba un placer extraordinario al reclutar nuevos fieles para mi templo de lógica y cifras, por eso me gustaba tanto enseñar, y en mi pequeña vida de enfermera perpetua no existía una emoción comparable al asombro que brillaba en los ojos de un crío cuando una luz desconocida se derramaba en su mente y me anunciaba, gritando casi, que de pronto había entendido el mecanismo de las operaciones con decimales, esas comas que a principio de curso ninguno era capaz de colocar en su sitio. Me gustaba enseñar, y preparar las clases, encontrar la manera más fácil de explicar lo más difícil, inventar yo misma los ejercicios que propondría cada mañana, y nunca utilicé un libro de texto, nunca seguí los programas diseñados por el Ministerio, utilizaba mis propios métodos y procuraba no mandar a los niños con deberes a casa, pero mi clase era, invariablemente, la mejor preparada de todo el curso, a pesar de que cargaba con todos los repetidores, con todos los tarugos, con los peores estudiantes del colegio, y a todos les sacaba partido porque ninguno era capaz de agotar mi paciencia, y los niños me querían, me sonreían, me besaban, venían a verme tres y cuatro años después de haber pasado por mis manos, y a mí también me gustaba verles progresar, verles crecer, contemplarles el último día del último cursos, corriendo como locos, las notas en la mano, preguntándose por dentro cómo se las arreglarían con los profesores del instituto. 

La buena hija. (Modelos de Mujer). Almudena Grandes