lunes, 30 de enero de 2017

PIANOS DE ESTACIÓN



Hoy he acabado (por fin), mi Tour de Francia laboral. Desde Octubre, he visitado once laboratorios diferentes distribuidos por diversas localidades de Francia. La verdad que, he visto tan sólo un pequeño coletazo de sitios que no conocía ya que, mi agenda apretada – y la morriña de mi cama-, sólo me ha permitido tocar chufa, pasar un par de días y volver.

Todos estos viajes he tenido la enorme suerte de hacerlos en tren. Vivir en París, además de ser un privilegio por muchos motivos, tiene una enorme ventaja que es que está muy bien conectada con todos los rincones de Francia. Así que, además de los viajes laborales, también he consumido mucho café en numerosas estaciones de tren.

Y de éstas horas consumidas en estaciones, hay algo que me deja todavía estupefacta y es que, gracias a la maravillosa idea que algún día alguien tuvo de poner un piano en las estaciones, he disfrutado de recitales de música increíbles.

El patrón suele ser el mismo en todos los sitios. De pronto, aparece un personaje que nunca asociarías con la buena música –por ejemplo, un chiquillo con pintas de gamberro y escuchar mala música, o un señor de edad avanzada con su maletín de papeles, o una chica demasiado maquillada y muy a la moda- que posa sus manos en unas teclas inmaculadas y a partir de allí, sólo se suceden Rachmaninovs de vértigo, miradas de sorpresa, fugas de Bach, ojos como platos o improvisaciones de jazz basadas en la obra de Miles Davis, como si fuera lo más normal del mundo.

Las pocas personas que prestamos atención, –éste es otro hecho destacable, ¿qué hay más importante que hacer en una estación que escuchar una música angelical regalada por la cara?- nos quedamos, con cara bobalicona, embelesadas mirando escurrirse esos dedos por las teclas. Luego, cuando esa persona anónima se siente demasiado observada, se levanta, echa un vistazo a su reloj y desparece dejándonos desamparados.

En mi caso, toqué el piano durante seis años y aunque tengo los dedos demasiados oxidados todavía echo algunas mañanas siempre que voy a casa de mis padres. Sin embargo, el tema de las estaciones de tren es otro nivel. Muchísimo más profesional y sin absolutamente nada que ver que el ejercitar los dedos un rato. Es como, si alguna institución defensora de la música, hubiera infiltrado algunos de sus agentes para darle un toque de belleza sorpresa al mundo, que bien necesitado anda últimamente. Desde aquí, aplausos a todos esos pianistas incógnitos.

lunes, 9 de enero de 2017

FUTURO DEL SIGLO XX



El Sant Jordi pasado, uno de los libros que me regalé a mí misma fue un descubrimiento muy sorprendente –al menos para mí- encontrado en una esquina de una de las librerías inmensas que exploré en Paris. El libro se llama “Paris au XXème siècle” (Paris en el siglo XX) y es un libro bastante desconocido de Julio Verne –de hecho, fue encontrado por su bisnieto no hace muchos años después que él lo metiera en una caja tras ser rechazado por su editor-.

Después de unos cuantos meses, tras haber avanzado en mi lista de espera, por fin he dado cuenta de él. Este libro, me ha sorprendido bastante y una puede entender porqué el editor se negó a producir un libro tan diferente al estilo fiel de Verne de aventuras imaginarias y científicas como “Viaje al centro de la Tierra” –cuantas veces me habré leído ese libro-, "20.000 leguas de viaje submarino", "De la Tierra a la Luna", o muchos otros.

Este libro, en realidad, tiene un aire mucho más cercano a “Un mundo feliz” de Huxley o “Fahrenheit 451” de Bradbury. Es un libro crudo donde se relata una sociedad lejana completamente industrializada y dominada por la ciencia –cosa que a priori no tiene porque ser negativo-, donde el arte, la música, al literatura pasa a ser algo de lo que avergonzarse o esconderse –esto resulta, realmente, una pesadilla-.

Un escenario como tal, extrapolado de una lógica impacable desarrollada al principo de la era industrial produce una serie de escalofríos y estremecimientos cuando se describe con buena cuenta de detalle –y también una capacidad de predecir el futuro apabullante: ¡se habla incluso de internet!-. Una acaba el libro, triste, sorprendida y tocada. Sensaciones muy diferentes a la que se tiene al salir del centro de la Tierra, por ejemplo.

En cualquier caso, os recomiendo leerlo, es un libro cortito que se lee muy rapidamente. Os asaltará una ola de tristeza, pero también abrirá vuestros ojos a la importancia del arte, de la literatura, de la imaginación.