sábado, 27 de agosto de 2016

PLANETA NO-IMAGINARIO

Esta semana, ha sido públicamente anunciado uno de los hitos que toca más de cerca a la Humanidad como Humanidad: la detección de un planeta girando alrededor de nuestra estrella más cercana, Próxima Centauri. Este descubrimiento, que además tengo el orgullo de decir que ha sido protagonizado por varios amigos míos -un besazo desde aquí Guillem,  Cris y Zaira-, me ha dado también unas ligeros escalofríos al recordar esa fantástica novela de Ray Bradbury llamada Crónicas Marcianas. Me he puesto a imaginar como, en unos años en que nosotros ya no estaremos en la Tierra, pero quizá sí nuestros descendientes, seguiremos con nuestro ritmo de apisonadora y destruiremos cualquiera que sea el Mundo que elijamos estrenar. Ciertamente, esto no es más que Ciencia Ficción a día de hoy.

Sin embargo, una puede reflexionar qué hay implícito en nuestra naturaleza para comportarnos así y quizá, todo venga motivado por este afán de llegar a alguna parte, a darle sentido a las cosas, a nuestra vida, aunque sea ficticio, aunque no hayamos disfrutado durante el camino. Vamos, que la gran mayoría de nosotros tendemos a protagonizar un anti-viaje a Ítaca. Quizá si aprendemos a saborear un paseo, un momento tranquilo, una partida de cartas con los padres, o unas risas con los amigos, no haga falta irnos a buscar un mundo todavía mejor, porque ya estemos en el lugar donde querríamos estar.


(Subtítulos sólo disponibles en inglés)

viernes, 19 de agosto de 2016

DEL LADO DE ALLÁ

Recién llegada de la Argentina, ése país extenso con enormes costas y montañas, voy a tratar de poner palabras a las vivencias que han transcurrido durante estas tres semanas con más o menor éxito.

Así, os contaré, que una vez más, Sudamérica me ha hecho sentir como en casa. Que los argentinos son seres extremadamente amables, que cuentan con la solución a cualquiera que sea tu problema con sólo preguntarles. Que en esa Argentina tan indígena al límite con Bolivia y Chile, existen montañas multicolores –de siete y de catorce, para ser más concretos-, que los cactus gigantescos campan a sus anchas, que pasear por la Quebrada de Humahuaca se asemeja a ser una Curiosity perdida en Marte, que en los cauces de los ríos secos se pueden observar manadas de vicuñas corriendo como gacelas, que existen multitud de pájaros negros, rojos y verdes, jamás visualizados antes, que Alex y David –unos jovenzuelos cuidadores de llamas- se prestan a hacerse una foto sin el menor sonrojo a cambio de un poco de chocolate para llevar a su casa en el medio de la montaña desierta –eso sí, con paneles solares siempre-, que probar el pollo loco de Abra Pampa es una experiencia única y sensorial que te inmuniza para todos los males de por vida, que preguntes por un restaurante a un local en Humahuaca y te inviten a comer asado a casa de unos amigos es mucho más normal de lo que parece, que la mejor cerveza de Argentina es la Imperial, que es difícil de encontrar y requiere una búsqueda concienzuda.

Que ver salir el Sol tras las montañas de Tilcara al amanecer, mientras se toma mermelada casera de uva, es un lujo inexplicable, que observar la constelación del Escorpión, acompañado de Marte y Saturno durante todo el viaje es realmente memorable, que avistar la Cruz del Sur, un Orión dado la vuelta o una Vía Láctea despampanante desde cualquier aldea diminuta suprime las palabras, que en el noroste de Argentina a más de 3000m, las temperaturas suben y bajan más de 20 grados de la noche al día, que la gente vive realmente con muy poco, que sin embargo, ofrecen un plato de pasta gratuitamente y sin pedir nada a cambio, que incompresiblemente- los coches gigantescos último modelo abundan demasiado, que la sanidad es pública y universal, que las recetas médicas se escriben en trozos de publicidad electoral reciclados, que el Chevrolet como auto de alquiler es la última moda, que todas la dueñas de los hostales fantásticos se llaman Patricia –o Pato-, que Charly de Tilcara crea lámparas a partir de calabazas de una manera casi mágica, que comer carne es la única opción posible en Argentina -el pescado es casi tóxico-, que el viaje de Purmacarca en dirección a Atacama consiste en una carretera que quita el aliento a nivel de vértigo y visual, que visitar Salinas Grandes es conocer el concepto –tan borgiano- de infinito, que los tres salares mayores del mundo se concentran en 400km a la redonda, que leer un “Chancho te amo” escrito con piedras en el cauce del río Grande –siempre seco- provoca una mueca de ternura al que lo atraviesa.

Que los domingos de invierno soleados en Salta el parque se llenan de niños creativos, que los campaneros de la catedral imparten conciertos sin pedir permiso, que Heinz y Mónica –dos alemanes instalados en Salta- adoran el vino, el arte, las buenas costumbres y el pan casero, que en cualquier parque se puede encontrar un pobre poni y una pobre llama de exposición, que los 200 años de independencia de los españoles se celebran hasta en las cuevas, que la pampa no es otra cosa más que campos muy planos semi-pelados, que el Altiplano Argentino se parece muchísimo al de Bolivia –no es casualidad que estén al lado-, que la vida vale muy poco en general, que los salteños tan pronto se santiguan cada vez que pasan por delante de una iglesia como responden risueños a la proposición de hacerles una foto, que todas las calles de Argentina comparten los mismo nombres, que el negocio del estanco multi-todo está en auge en esas tierras.

Que viajar a Cafayate por la Quebrada de las Conchas es como protagonizar un cuento de hadas, que regalos como la Garganta del Diablo, el Anfiteatro, el Castillo, el Sapo o el Obelisco te reconcilian con la naturaleza, que la Quebrada de las Flechas es una aventura jasca a través de la ruta 40, que un recorrido guiado por las pinturas rupestres y los observatorio de Cafayate de–¡uy! un montón de años- de la mano de Miriam, sus parcas palabras y sus cabras, no tiene desperdicio, que por el amor a la Pachamama está completamente justificado tirar el vino en la mesa, que el bife es un plato para corredores de fondo, que el bife de chorizo no lleva chorizo ni nunca lo hizo, aunque nadie sabe porqué, que las empanadas –empanadillas españolas sin freír- es un plato tan típico como los pinchos, que realmente son manjares celestiales, que en Argentina todo tiene mil colores, que lo más normal es encontrarse personas-champiñón apareciendo al lado de la carretera haciendo tareas rutinarias, que en Cafayate cualquier vino de la casa sabe a gloria, que un desvío estrecho dirección a los Médanos aterriza en unas dunas inmensas de arena blanca.

Que La Rioja Argentina está llena de restaurantes exquisitos, que en el Joaquín –un bar homenaje a Sabina- una puede leer uno de sus poemas canciones, degustar un cabrito al horno de infarto, o charlar afablemente con sus camareros, que en el parque nacional de Talampaya habitan varias parejas de cóndores de los Andes, que éstos son monógamos y vuelan siempre juntos, que dentro del parque existe una réplica casi exacta de la Sagrada Familia, que el uso obligatorio de guía convierte la visita en atracción de la tercera edad, que la visión de la chuña es sobrecogedora, que este animal se cree descendiente de los dinosauros –y de hecho, camina como tal-, que pagar 200 pesos por lavar un gran saco de ropa interior es un regalo, que realizar carrovelismo en un desierto vacío de sal de la mano de Armando es inolvidable, que los autobuses son el medio para moverse mientras que los trenes brillan por su ausencia, que Andesmar te lleva a los Andes y al Mar, que General Güemes es una estación a evitar esperar demasiado.

Que el Aconcagua, la montaña más alta de América, está escondida entre otras montañas, a sólo 7 km de la frontera con Chile, que cuando por fin se le ve esplendoroso, viene un matamico –una especie de águila- de los Andes a posarse tranquilamente sobre el cartel que marca sus 6900 m de altitud, que cerca de allí se encuentra el precioso Puente de Inca con aguas termales incluidas que les da un color anaranjado, que en Puente del Inca se encuentra la única oficina de correos de toda Argentina con sello propio, que un sello viene a costar un riñón, que los mendozinos realizan tándems bici-vino de la mano de Mr. Hugo los fines de semana, que en la destilería Tierra de Lobo es muy recomendable probar el licor de mandarina de manos de un suizo argentinizado, que Mendoza tiene una plaza central con otra plaza más pequeña en cada esquina, que en un edificio de varios pisos en una de esas plazas, existe un restaurante no anunciado con vistas a los Andes, buena comida y mejor precio, que el restaurante Azafrán en Mendoza es demasiado pijo para ser cómodo, que el trabajo de Url consiste en aconsejar sobre el vino adecuado a su público, que Mendoza tiene socavones en todas sus calles –arreglados con mayor o menos gracia- debido a un terremoto que hundió la ciudad. Que existe un importante gradiente norte a sur –de menos a más- en cuanto a semáforos para peatones, señores champiñones, calzadas y posibilidades de pagar con tarjeta.

Que Buenos Aires es una ciudad preciosa, limpia, ordenada y con luz, que los árboles centenarios de Buenos Aires con sus troncos gigantescos son de las cosas más impresionantes que una haya visto jamás, que el barrio de Boca, lleno de colores, monumentos a Maradona, estadio de la bombonera y bailadores de tango para guiris resulta demasiado turístico casi visualmente, que San Telmo contiene la cuna de mi adorada Mafalda a la vez que una tradición más sana de tango, que Mafalda es un ídolo nacional muy querido en Argentina -al igual que Evita Perón-, que Agustina es la casera más apañada del mundo con sus cápsulas nexpreso, que todos los verbos se acentúan al final -incluso ortográficamente- en Argentina, que el acento porteño derrite nada más escuchar un ¿viste?, que la calle Corrientes es el paraíso de las librerías donde se puede pasar de una a otra –todas inmensas y repletas- casi contiguamente, que los libros están más caros que en Europa –aunque sean de Borges o Cortázar-, que resulta casi imposible encontrar una camiseta blanqui azul número 10 sin el nombre de Messi inscrito, que los abueletes más cultivados se dan cita a la sombra de un árbol milenario en el barrio de la Palermo para jugar al truco todas las tardes, que el Obelisco es el centro neurálgico de la ciudad, que es también un foco de atracción por el que se acaba pasando varias veces al día, que la Casa Blanca es Rosada en Buenos Aires, que la manifestación y la política parece un deporte nacional, que las Madres de Mayo son consideradas como heroínas para mucho, que un buen argentino no puede salir de casa sin su mate y su termo, que los autobuses urbanos intentan constantemente realizar su propio record de velocidad, que pagar con tarjeta siempre provoca un encogimiento de estómago ante la incertidumbre de si funcionará o no, que Buenos Aires está atestado de restaurantes –auténticos- italianos, que el tango improvisado resulta difícil de encontrar para un turista, que una vez identificado resulta clasista, machista e hipnotizante a partes iguales, que la catedral de Buenos Aires se enclava entre edificios y como te despistes, te la saltas, que Serrat y Sabina son conocidos y admirados, que Borges es una referencia para muchos, que en el cementerio de la Recoleta los difuntos compiten con las billeteras de sus vivos.

Que atravesar el mundo en la mejor de las compañías –un besote desde aquí, Rodolphe-, para descubrir otras maneras de ser, vivir, y existir y aún así, sentirte pequeña y también como en casa al mismo tiempo, es un lujo alcanzable que todos deberíamos disfrutar de manera ilimitada.

La candente mañana de febrero en que Beatriz Viterbo murió, después de una imperiosa agonía que no se rebajó un solo instante ni al sentimentalismo ni al miedo, noté que las carteleras de fierro de la Plaza Constitución habían renovado no sé qué aviso de cigarrillos rubios; el hecho me dolió, pues comprendí que el incesante y vasto universo ya se apartaba de ella y que ese cambio era el primero de una serie infinita. Cambiará el universo pero yo no, pensé con melancólica vanidad.

El Aleph. Jorge Luis Borges