jueves, 31 de diciembre de 2009

LA PARTIDA



Como todos los finales de año, acabo de terminar mi tradicional resumen de este año que poco a poco va a cerrar la puerta sin hacer ruido. Cada año lo puedo caracterizar por algo diferente. Y este año, lo puedo resumir por un esfuerzo meticulosamente duro para superar ciertas consecuencias de felicidades pasadas y encarar nuevas etapas que se aproximaban y ya están aquí. Los puntos de inflexión de cualquier cambio de etapa. El saber ver el rayo de sol, la hoja de árbol rojo, que se esconde cada día detrás algún minuto. Y lo cierto es que estoy satisfecha y contenta, ahora echando la vista atrás, veo con agrado, que mi tozudismo aragonés ha dado sus frutos.

Aquí estamos, acabando este año que se va tronando, como realzando su dificultad y su poder de enseñanza, -qué pasa, cada uno lo interpreta como quiere- pero que deja una inmensa paz de sabernos fuertes, honestos y coherentes con nosotros mismos.

Llamadme optimista, -siempre, siempre- pero tengo un presentimiento de que se acercan tiempos muy buenos para todos, de disfrutar los caminos trillados, de darnos un pequeño respiro y atiborrarnos de algo de esa felicidad sembrada, de echar la vista atrás y tener la certeza de que lo seguimos haciendo bien. Un abrazo para todos los que este año, nuevos o antiguos, habéis aportado un cachito a todo esto.

El lenguaje montañés es una mezcla de miradas y de silencios, de expresiones que significan mil cosas y ninguna, de minúsculos gestos amenazadores o amistosos, de suspiros que según lo profundo serán signo de algo. Con todo ello, conociéndose desde niños, hablan de amor o de odio, de amistad o de poder; tejen alianzas o infieren injurias mortales; reposan o laboran a las personas como si fuesen campos en barbecho.


Lorenzo Mediano. La escarcha sobre los hombros.

lunes, 28 de diciembre de 2009

CIUDADANOS




Qué bien sienta el reencuentro con las viejas ciudades… Como todos, ellas también han cambiado, hay cosas que nos sorprenden, y muchos detalles que antes adorábamos y ahora echamos de menos. Mucho más que un conjunto de piedras y cemento, las ciudades son algo dinámico, con vida propia, con alma y corazón. Aquellas que nos conocen desde hace años se atreven a reconfortarnos y nos preparan para la acogida de los nuevos rincones que nos esperan allá, entre desconfiados y escépticos, a que vayamos a desnudarlos.



Ciudades que recuerdan a ciudades,
Como una canción recuerda a otra,
Un olor que recuerda a una ciudad,
Como una ciudad recuerda a una persona,
Ciudades que recuerdan un beso,
Ciudades que nos recuerdan a nosotros,
Ciudades que nos olvidan,
Y ciudades que nos recuerdan,
Hay ciudades que habitan en nosotros,
Hay ciudades que habitamos,
Hay ciudades que te encarcelan,
Hay ciudades que rompen tus grilletes,
Hay ciudades para vivir,
Hay ciudades para soñar,
Hay ciudades que nos dan la vida,
Y hay ciudades para el descanso eterno.


El Retorno, Maram Al-Masri

lunes, 21 de diciembre de 2009

ARENA EN LOS BOLSILLOS



De esta parte de occidente, al otro lado del Atlántico ya, os propongo esta preciosidad que me enviaron hace unos días... Como en la gran mayoría de las cosas, sólo se necesita mucho talento, una buena idea y un ingrediente sencillo. Disfrutad.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

VAMOS QUE NOS VAMOS

Ya se vislumbra en el horizonte… Vacaciones, descanso, amigos, juergas, risas, abrazos, recuerdos, calles antiguas, acentos conocidos… Me parece increíble que en unas horitas esté sobrevolando este enorme país rumbo a esa tierra que me ha acogido durante años y que ahora simplemente visito. Una no sabe muy bien quién es ya, a donde pertenece cuando decide exiliarse… Al final todas las costumbres se hacen ajenas y extrañas. Las distancias se hacen estrechas y gigantes. Pero entre toda esta dualidad marañosa y todo este caos, siempre queda la certidumbre de que beberemos el tiempo en forma de cafés larguísimos, arrumacos repartidos, conversaciones despiadadas y brindis chispeantes. Chin, chin. Allá vamos.


El exilio tiene algo de abandono y de espantos diminutos, de expectativas inalcanzables, de flor de un día. La claridad se va poniendo oscura y nos extrañamos a nosotros mismos hasta que la oscuridad se vuelve clara. No es fácil acostumbrarse a los cambios de ruta; menos aún a dialogar con los que están. Las fronteras, el humo, las aduanas, los sabios que no saben, la esperanza dormida. Obligado o voluntario, el exilio también tiene algo de patria; segunda patria, claro. Y cuando nos propone su alrededor de prójimos, entramos en su gracia. Y damos gracias.

Mario Benedetti. Vivir adrede.

domingo, 13 de diciembre de 2009

CANEANDO

Primero aparece una sola, premonitoria, señalizadora, amenazante. Te avisa que se aproxima marejada, que se va a desencadenar un caos importante, un primer encontronazo con responsabilidades demasiado grandes, subidas y bajadas, esfuerzo y cariño rebanados a partes iguales.

Al tiempo, llegan tres o cuatro más, como por casualidad, como si pasarán por allí. Pero son solo el preámbulo de la tempestad. Pronto te ves envuelta en un caos azaroso de pensamiento revueltos, instrucciones para sobrevivir, mensajes contradictorios y cauterizaciones rápidas. En ese punto, ya han ganado la batalla. Definitivamente, te conquistan. Se empiezan a multiplicar y cada día, cuando te miras al espejo antes de salir por la puerta, te recuerdan la frágil balsa sobre la que nos movemos.

Hasta que en algún momento, vislumbras la calma allá en el horizonte, y tienes unos minutos para recuperar el aliento y darte cuenta de que ya estamos en su territorio. Somos su territorio. Empiezas a sentirte orgullosa de ellas, a mostrarlas con desafío al mundo, a reivindicar tu fortaleza y tu instinto de supervivencia.

Hay gente que las oculta y se tiñe las cicatrices, y hay otros que las lucen con la cabeza muy alta. Yo soy de la opinión que no hay porque avergonzarse de ellas, esas embajadoras del paso de la edad, de la fortaleza adquirida, de las zancadas superadas.

Físicamente, no aparentaba mucho más de veintiséis años, pero existía en ella algo que sugería edad, algo típico de una persona que ha vivido mucho; no canas ni ninguno de esos indicios puramente materiales, sino algo indefinido y seguramente de orden espiritual; quizá la mirada, pero ¿hasta qué punto se puede decir que la mirada de un ser humano es algo físico?; quizá la manera de apretar la boca, pues, aunque la boca y los labios son elementos físicos, la manera de apretarlos y ciertas arrugas son también elementos espirituales.

El túnel. Ernesto Sábato

viernes, 11 de diciembre de 2009

¡CORRE!



¿Quién se viene a hacer un poco de deporte por los Estates ? Dios, adoro esta película. No solamente está milimetrada a la perfección, sino que en el fondo tiene un corolario directo y claro, y es que, no importa quien seas o lo que los demás hayan dicho que no conseguirías, solo consiste en creer que uno mismo puede hacerlo y echar a correr, sin importar que eso no es lo que haga el 99% de la gente… Las personas diferentes son la que cambian el mundo.

¡Corre Forrest, Correeeeeee!

martes, 8 de diciembre de 2009

ENTREABRIENDO

Mafalda, con su sabiduría habitual... me acaba de recordar que cuando por fin decides extirpar de tu vida aquello que te estaba matando poco a poco -tatareando aquello de Aquí se queda la Clara- y no queda otra que afrontar el dolor de la realidad, la felicidad puede aparecer en cualquier momento, pues solo se puede ir a mejor... Habrá que hacerle una copia de las llaves.



Mi imaginación se disparaba ante esas puertas alineadas a lo largo de los pasillos, tras las cuales creía percibir susurros, gemidos, risas. Al principio, pegaba el oído y atisbaba por las cerraduras pero pronto no necesité tales métodos para adivinar universos completos allí ocultos, cada cuales con sus propias leyes, su tiempo, sus habitantes, preservados del uso y de la contaminación cotidiana...

Cuentos de Eva Luna. Isabel Allende.

viernes, 4 de diciembre de 2009

COMO UNA OLA



Que no nos podemos meter en la piel de nadie por mucho que nos parezca haberlo logrado mediante un espejismo momentáneo de fusión […] Que el amor es aventura sin designio, según reza el credo de los agnósticos, una creencia fría, nítida y azulada como la luz de luna sobre las olas agonizantes, que no hay fusión que valga, desengáñate, que cada ser es radicalmente distinto de otro cualquiera, aunque a veces estallemos al mismo tiempo, como las olas que se persiguen y coinciden un instante en su cumbre de espuma, sí, exactamente igual que las olas, repetía tristemente acunada por su rumor apagado y uniforme allá abajo en la playa, gozar, deshacerse y dejar paso a las que vienen detrás, y así una vez y otra. Somos seres discontinuos, qué le vamos a hacer. Pero se aguanta mal. Por eso nos agarramos como a un clavo ardiendo al encuentro amoroso, por nostalgia de la continuidad perdida, ya lo dice Bataille, porque nos resistimos a morir encerrados en nuestra individualidad caduca. La plétora sexual es un sucedáneo que trata de remediar el aislamiento del ser, pero sólo lo proyecta fuera de sí. Y aunque, en el mejor de los casos, pueda coincidir con la proyección fuera de sí desencadenada en otro, siempre se tratará de dos individuos que, si comparten algo, es un estado de crisis. La crisis más intensa que se pueda imaginar, pero al mismo tiempo la más insignificante. Lo mismo que las olas, perseguirse, gozar y luego deshacerse por separado.

Nubosidad Variable. Carmen Martín Gaite

martes, 1 de diciembre de 2009

SOMBRA MUSICAL



No tengo demasiado claro el proceso que me llevó a levantarme la primera en mi casa aquel domingo por la mañana cuando tenía unos diez años –si bien no es muy sorprendente, nunca supe dormir mucho-. Toda mi familia dormía, así que sigilosa, cerré la puerta del comedor, y me dispuse a leer un rato hasta que hubiera actividad mientras ponía la televisión para escuchar uno de los casi siempre magníficos conciertos de la Orquesta Nacional de España.

A partir de allí, puedo reproducir con precisión la colección de minutos intensos, densos y rugosos que pasé con el alma encogida, y unas ganas terribles de atrapar aquel momento y no soltarlo nunca, de que todo se parara, de quedarme siempre en ese instante. Recuerdo que escuché las primeras notas de esa viola desgarrada de Yuri Bashmet, interpretando la intimísima Trauermusik –la música de la tristeza- de Paul Hindemith.

Aquella fue la primera vez que me dí cuenta de que el ser humano es capaz de crear algo parecido al infinito, y que –por lo que parecía- sólo en privilegiados instantes podríamos viajar allí.

¿Conoce cómo se abrazan los sonidos de una viola y un violín? La viola emite una frecuencia avinagrada y rugosa; el violín, punzante y afilada. Pero juntos confoman un solo cuerpo, un cuerpo perfecto, simple, vigoroso, pues están hechos el uno para el otro.

El coleccionista de sonidos. Gabriel Trias de Bes.