lunes, 30 de junio de 2014

REVIVIENDO



Los dos lo sintieron en el mismo instante, y resbalaron el uno hacia el otro como para caer en ellos mismos, en la tierra común donde las palabras y las caricias y las bocas los envolvían como la circunferencia al círculo, esas metáforas tranquilizadoras, esa vieja tristeza satisfecha de volver a ser el de siempre, de continuar, de mantenerse a flote contra viento y marea, contra el llamado y la caída. 

Rayuela. Julio Cortazar

jueves, 26 de junio de 2014

EL ACORDE DESPLAZADO

¿Nunca os ha pasado que estáis haciendo algo –trabajando, cocinando, vistiéndoos, etc- y con algo de música puesta y de pronto ha sonado una canción –conocida o no- que os ha hecho parar en seco y contener el aliento? A mí me acaba de pasar ahora mismo con esta canción –conocida en mi caso-.



Como los sonidos acarrean muchos recuerdos, esta voz profunda me ha cogido de la mano y me he transportado a una época de mi vida que recuerdo perfectamente porque, precisamente hoy, se cumplen seis años que me convertí en doctora rodeada de un enorme porcentaje de la gente que más quiero en este mundo. En esa época –una de las más bonitas de mi vida- esta canción sonaba de fondo en muchas ocasiones. Me ha traído recuerdos de luz, de amor, de grandes despedidas, de alegría desbordada, de altibajos feroces, de juventud, de amigos enormes.

Así, en un abrir y cerrar de ojos, te ves arrastrada a islas perdidas, a oleajes de vividos. Como si una se hubiera tomado unas vacaciones de 5 enormes minutos.

martes, 24 de junio de 2014

DESANUDANDO



La libertad le da un pellizco al alma y uno no tiene más remedio que ser libre. De todos modos, la cordura vigila y amenaza con meternos en el corral de la razón. Somos frágiles y eso nos salva. El desconsuelo nos consuela y nos es imposible traicionar. 

 Mario Benedetti. Vivir adrede.

sábado, 21 de junio de 2014

LUCIÉRNAGAS



Una de las cosas geniales de vivir –y no visitar- un país que no es el tuyo es que puedes formar parte de las costumbre y tradiciones de él como si fueras una más. Eso, y otro tipo de pequeños detalles como que de vez en cuando te paren para la calle como autóctona del sitio para preguntarte donde cae el sitio tal o cual, que el panadero que te vende el pan todos los días te salude con un “Bonjour madame” cuando te encuentra por la calle, que puedas ver el futbol con un grupo de franceses con naturalidad o que puedas visitar sitios mega-turísticos un martes por la mañana sin un alma a la vista, provoca una satisfacción innata como de haber crecido un poco de raíces.

Estas fechas –en torno al solsticio de verano o a la noche más corta del año- me han sorprendido en varios aspectos. En primer lugar: ¡anochece a las once de la noche! Pasadas las diez de la noche, todavía hay tanta luz que puedes leer un libro en plena calle. Los que han vivido en países de latitudes muy altas, no se inmutarán con esto, pero a mí, me resulta maravillosa esta elongación inesperada de los días pre y post veraniegos. Por otra parte, me ha sorprendido que, al estilo de celebraciones muy nuestras como pueden ser Sant Joan, haya una gran fiesta en toda Francia para celebrar el día más corto. Esta fecha es hoy: día 21 de junio -caiga cuando caiga- y se celebra con la llamada Fete de la Musique. La ciudad entera se llena de conciertos en todos sus rincones, los medios de transporte están abiertos durante toda la noche y la gente se dedica a salir a las calles a disfrutar la luz, la alegría, la música y el calorcito. Además, en el trabajo se realiza una barbacoa con música para todos los trabajadores, que sólo ocurre otra vez más en el año, antes de Navidad.

 En fin, que esta costumbre de celebrar que el Sol llegó a un punto concreto de su órbita me parece sublime y creo que es mucho más interesante que cualquier otra conmemoración. Por mi parte, aunque seguiré haciendo mi ritual de fuego y agua el lunes, hoy me lanzo de cabeza a las calles como un parisina más, a emborracharme de música y de belleza.

martes, 17 de junio de 2014

LETRA A



No se si os habéis fijado, pero existen ciertos factores accidentales de la vida, sobre los que nadie es responsable pero que inherentemente ayudan –o perjudican- en muchos aspectos de la rutina diaria. Uno de los más claros es que, el hecho de tener un rostro o un cuerpo bonito –es algo que te viene dado por naturaleza, sin haber hecho ningún esfuerzo- , siempre produce una respuesta más amable o positiva. Si no estáis del todo de acuerdo, mirad este experimento y lo confirmaréis.

Sin embargo, existen otros casos, no tan evidentes como el físico, que producen un factor inherente de fortuna a los agraciados. Uno de los que a mí siempre me ha llamado la atención es algo tan simple como tener un apellido que empiece por la primera letra del alfabeto. Quizá porque este es mi caso, le he dado más vueltas, pero lo cierto es que, en cualquier enumeración de personas que no se quiera dar preferencia a una o a otra, se escoge un orden supuestamente neutro como viene a ser el alfabético –imagino que lo de neutro viene a que su ordenación parece aleatoria-. ¿Pero quién son los que solemos salir ganando? Los de la letra A. No por el mero hecho de ser los primeros, es por el hecho de que los seres humanos leemos de arriba abajo y por lo tanto, prestamos mucha más atención a los primeros nombres que a los últimos.

Los del club de esta letra, somos los que menos tenemos que esperar a que nos llamen en listas alfabéticas, somos los que aparecemos primeros en artículos donde todos los autores han hecho algo parecido, somos los que nos presentamos primeros a cualquier evaluación y por lo tanto el evaluador nos trata con más paciencia –antes de que le comience el cansancio-, tenemos privilegios para escoger antes que nadie... Infinidad de ventajas.

Parecerá una tontería, pero el hecho de que una desde temprana edad, exista un pequeños sesgo que haga que tu vida siempre tenga un tinte de suerte porque se ve favorecida en pequeños detalles cómo estos, hace que poco a poco, lo demás se vaya empapando de esta seguridad y la gente vaya ganando confianza… Algo parecido al chute de energía inicial que supone empezar la carrera y aprobar todas las asignaturas el primer cuatrimestre. En mi caso, sospecho que esta gran suerte que siempre me ha acompañado tiene una relación muy sutil –y diminuta frente a otros factores mucho más poderosos, por supuesto- con esta condición inicial.

sábado, 14 de junio de 2014

HISTORIAS DE MARCAPÁGINAS



Al igual que hay muchas maneras de leer, también hay muchas maneras de retener y llevar la cuenta de lo leído –o de lo bailado-. Están los que subrayan los libros –en papel o electrónicamente-, los que plegamos la esquina de las páginas y cuando acabamos recopilamos todas las frases que nos interesan, los que confían en su memoria de elefante… Cualquier cosa es válida para llevar la cuenta de las páginas que han pasado por nuestras manos o han hecho vibrar nuestra mente.

Por otra parte, existe un objeto que ha sido testigo mudo de nuestro regocijo con un libro: los marcapáginas. A menudo infravalorados, relegándose en muchas tiendas turística al nivel de imán para la nevera de la cocina, su firme trabajo de señalarnos nuestra trayectoria en la historia de amor con unas páginas es impecable. En mi caso, tengo mis tres o cuatro marcapáginas –regalos valiosísimos de buenos amigos- que llevan años conmigo. También guardo con mucho cariño algunos otros que obtuve al comprar auténticas perlas en librerías de ensueño.

Todos ellos han disfrutado una vida muy digna: han pasado por novelas de todo tipo, libros de poemas, ensayos varios, cómics, libros de haikus, tesis o incluso guías de viajes. Han repasado vocabulario en multitud de idiomas. Fieles a su papel de testigo mudo, han compartido conmigo ese vacío inexplicable, esa satisfacción conclusiva, esos pensamientos al vuelo de un libro recién acabado, esa incertidumbre de no saber qué es lo que vendrá después. Han viajado a casi todos los sitios que pone en mi pasaporte y han sufrido el desgaste típico de los vaivenes de la vida: se han mojado, llenado de arena, manchado de café o de cerveza, sufrido apretujones y pliegues inesperados. Aún así, creo que son felices: saben que en mis estanterías siempre hay una buena cola de libros esperando para ser leídos, por lo que suelen pasar más de una noche sin techo paginado.

Lo más curioso de todo, es que a veces, me da la sensación que tienen vida propia. No puedo afirmarlo con total seguridad, pero más de una vez hubiera jurado que ellos mismos tienen sus propios gustos y han llegado a un acuerdo para intercambiarse de libro o, en otras ocasiones, he encontrado a dos de ellos en el mismo libro sin ser consciente de ello… A veces, me pregunto si esta pequeña familia que hemos formado no estaremos siendo protagonista de una especie de Toy Story y me estaré perdiendo tertulias interesantísimas a mis espaldas.

miércoles, 11 de junio de 2014

SIN BIFURCACIONES



Recuerdo perfectamente –casi puedo hasta desgranar las palabras exactas- el día en que me advirtieron que el hecho de no sacar la mejor de las notas en el instituto podría repercutirme para toda la vida, teniendo como consecuencia no poder hacer lo que quisiera y por lo tanto, resignarme a hacer algo que no quería… Recuerdo que aquello me asustó tanto, que creo que puedo decir que fue el principal motor para ser una alumna de matrícula: el miedo a que mis propios actos me pusieran trabas para ser lo que quisiera.

Si bien yo era una niña bastante receptiva, hubiera deseado ahora que ya tengo unos cuantos años más, que alguien me hubiera advertido lo antes posible sobre la necesidad de aprovechar mi tiempo, mi vida y mis recursos durante la juventud… De que una vez traspasado el umbral de lo que a cada uno nos convierte en adultos, la gran mayoría de las vidas se llenan de un cansancio casi perpetuo, se embarcan en mares de responsabilidades, en sinfines de achaques y en vértigos de soledades altamente similares a estar en el centro de una cuerda floja y no tener más remedio que seguir avanzando.

Quizá alguien me lo advirtió y pensé que a mí no me pasaría. Quizá el error que cometí fue el pensar que yo era distinta. Que sólo el hecho de tener mis convicciones claras, me llevaría por un camino en el que el deterioro de la edad no me afectaría. Y si bien ahora que lo pienso, no veo muy claro como podría haber vivido una vida más intensa en mis treinta y pico años de vida, si que creo que infravaloré el valor de algunas experiencias, personas o hechos por no parecerme suficientemente auténticas.

Y ahora, cuando ya estamos inmersos en esta decrepitud inherente a nuestra edad, a nuestra situación, toca armarse de valor y salir allí fuera a luchar por lo que próximo que quieres. Aunque creas no tener fuerzas, ni ganas y sólo te apetezca recluirte en un rincón mientras te vuelves diminuta. No tienes otra opción. Como decía el gran Steve Jobs, sólo puedes confiar en que los puntos se unirán cuando mires atrás. Y eso suena a demasiad resbaladizo para una persona adulta. Pero no hay más remedio. Están rompiendo aguas ahí fuera y hay que salir urgentemente.

sábado, 7 de junio de 2014

PASOS



Percibiendo las diversas sensaciones de caminar sobre suelos de madera, de cemento, baldosas y piedra, las diferentes impresiones de poner los pies en arena, tierra y hierba, pero sobre todo la sensación de las aceras, porque así es como te ves a ti mismo siempre que te paras a pensar quién eres: un hombre que camina, un hombre que se ha pasado la vida andando por las calles de la ciudad. 

Diario de invierno. Paul Auster.

lunes, 2 de junio de 2014

SER LO QUE UNO QUIERA SER



Estos días han sido un poco duros para mí ya que he andado de hospitales, médicos varios, ambulancias, farmacias, medicamentos varios y demás bricolaje de la salud. Lo cierto es que también me ha regalado un buen montón de minutos para reflexionar –cuando el dolor de cabeza me daba tregua- y, además de algunos pensamientos que ya he comentado por aquí no hace mucho tiempo sobre la perfecta maquinaria que es nuestro cuerpo, sobre la importancia de la salud y el gran confort que supone tener gente querida cerca –especial gracias a Myriam, Gabriela, Patricia, Jara y Bea; un besazo desde aquí-; hoy quiero hablar de una urgente necesidad a nivel mundial: el mundo necesita gente que haga un trabajo que le satisfaga. Ésa es la clave para que las cosas marchen bien. Ésa y ninguna otra.

Y diréis, ¿y qué narices tiene esto que ver con la salud? Me explico. En esas largas horas que pasé hospitalizada, tuve una de sensación parecida a la de estar mirando una película surrealista en la que tú no eres sino una actriz más. Atendí, estupefacta, a la insensible mirada de una gran mayoría de profesionales de la salud –enfermeros, asistentes o médicos- al ver cómo cualquiera de nosotros se convulsionaba de dolor, pedía a gritos un calmante o cosas tan simples cómo que les trajeran un vaso de agua o les pusieran la cama horizontal. Cuando conseguías una respuesta, ésta era: J’arrive! y hasta una, dos, tres o incluso cuatro horas después no volvías a saber nada. Con esto, no pretendo denunciar un maltrato. Soy fuerte y espero no tener que volver nunca más. También debo decir que tuve dos doctoras muy buenas, amables y competentes.

Ante lo que si que quiero alzar la voz es ante la dejadez con que la gente abandona su lista de aspiraciones. Un trabajo tan vocacional como enfermero o médico, en el que, el principal motivo que te mueve a hacer eso es ayudar a la gente, evitar que sufra, hacerla sanar –afortunadamente, tengo una buena colección de amigos en ese gremio que lo corroboran-, ¿cómo es posible que haga evolucionar la esencia de esa gente al modo contrario? Si, he escuchado muchas veces lo de “se tiene que proteger porque si se involucran emocionalmente con todo, no podrían aguantarlo”. Pues ése es el momento de cambiar de trabajo. Si lo que haces, ya no es lo que quieres hacer, haz otra cosa. No hay nada malo. Es lo que deberíamos hacer todos. ¡Sólo tenemos unos 70-80 años de vida, y no podemos gastar 1/3 así a lo tonto! Y menos cuando afecta directamente y en todos los sentidos al nivel de felicidad de la sociedad. A tomar nota, que saldremos todos, absolutamente todos, beneficiados.