jueves, 31 de octubre de 2013

LA REIVINDICACIÓN DEL CUENTO


Si, lo reconozco, soy algo hiperactiva –especialmente a nivel mental-. Me encanta leer varias cosas a la vez: una novela que veas crecer a través de su hilo conductor, un ensayo que te invite a reflexionar, una buena poesía que te haga acabar el día con un toque de belleza… o un buen cuento.

Los cuentos son de las cosas más agradecidas para cuando no tienes mucho tiempo: te empapas de una historia, te presentan a unos ilustres seres –muchas veces de los que te atrapan el alma y no te la sueltan en mucho tiempo-, les acompañas en una aventura y te despides unos minutos más tarde con el corazón encogido, con el aliento congelado, con una alegría risueña, maravillada con una visión distinta…

Hace un par de días, me terminé un libro de cuentos fantastiquísimo de una grande: la gran Almudena Grandes. El libro se llama: Modelos de mujer y consiste en siete relatos protagonizados por, como bien indica el título, mujeres. En sus páginas las hay de todo tipo: mujeres fuertes – un clásico en sus historias-, débiles, egoístas, soñadoras, melancólicas, inteligentes...

En particular, os recomiendo tres de estos cuentos que me han parecido sublimes: Malena, una vida hervida; El vocabulario de los balcones y Modelos de Mujer. Los tres son relatos que desbordan humor y tremendamente impactantes. Temas como los prejuicios, los complejos, las obsesiones, los transtornos de la alimentación, el amor –y su ausencia-, la infancia, la crítica social… son los ingredientes de estas historias. Y vosotros, ¿cuales son vuestros cuentos predilectos?

Mientras tanto, ella había empezado ya a asignar un sabor y un olor determinados a cada persona, y se esforzaba por recordarlos con precisión cada vez que se tropezaba con cualquiera de sus portadores. Su madre sabía a tarta de limón con merengue tostado por encima, su padre a callos recién hechos y un poco picantes, su hermano mayor a besugo asado a la espalda, con mucho ajo...

Malena, una vida hervida. (Modelos de Mujer). Almudena Grandes.

domingo, 27 de octubre de 2013

EVALUACIÓN CONTÍNUA

Mi amigo Manu -un abrazote desde aquí- con quien, desde que nos conocimos ya hace siete años en las calles de París, mantenemos un intercambio de poemas, canciones, películas, libros, danzas y tertulias, a la vez que aprovechamos el mínimo resquicio para ponernos en la piel de Oliveira y Maga; me envió esta semana una inmensidad de poema que quiero compartir con el mundo.



Creo que se trata de un poema que está estrictamente relacionado con las comisuras de hacerse mayor, y estar más conforme con nuestra suerte y ser más maduros y más serenos. Así que creo que es un buen recordatorio para pararnos a mirar qué es lo que llevamos logrado hasta ahora y lo que queda por recorrer. Espero que lo disfrutéis.

Después de un tiempo, 
Uno aprende la sutil diferencia 
Entre sostener una mano 
Y encadenar un alma.

Y uno aprende 
Que el amor no significa acostarse. 
Y una compañía no significa seguridad.
Y uno empieza a aprender ... 
Que los besos no son contratos.
Y los regalos no son promesas.
Y uno empieza a aceptar sus derrotas.
Con la cabeza alta y los ojos abiertos.

Y uno aprende a construir.
Todos sus caminos en el hoy, 
porque el terreno de mañana 
es demasiado inseguro para planes ... 
Y los futuros tienen una forma de 
caerse en la mitad. 

Y después de un tiempo 
Uno aprende que si es demasiado 
hasta el calorcito del sol quema. 

Así que uno planta su propio jardín 
y decora su propia alma.
En lugar de esperar a que alguien 
le traiga flores. 
Y uno aprende que 
realmente puede aguantar, 
que uno realmente es fuerte, 
que uno realmente vale, 
y uno aprende y aprende, ... 
Y con cada día uno aprende. 

Jorge Luis Borges (basado en un poema de Shakespeare)

jueves, 24 de octubre de 2013

BREVE PERO INTENSO

Aquí os dejo unas joyitas ultra-compactas de la mano de Ajo, esa gran micro-poetisa que murmura verdades de manera precisa y certera. Que los disfrutéis.







lunes, 21 de octubre de 2013

EL COLOR ESPECIAL

Pedazo fin de semana bonito he disfrutado en Sevilla –un besazo desde aquí, Núria-. Dos días geniales rodeada de gente superinteresante, con la que charlar de arte, de proyectos, de música, de literatura...



Deslizándonos despacito desde el mercado para armarnos de los ingredientes para fabricar un sushi casero de lo más pintoresco, hasta las butacas de un concierto con sabor norteño. Desde la saciedad después de emborracharnos de lectura, hasta la libreta llena de recomendaciones que dibujan ese paraíso al que todavía no llegan los bancos. Desde un mundo donde lo importante son las ideas, la autenticidad y las mentes, hasta una amistad antigua y elegida, donde nos entendemos en todos nuestros logros y nuestras carencias.

En definitiva, una cuna de orígenes reencontrados al lado de casa, donde recuperar nuestra esencia.

miércoles, 16 de octubre de 2013

TESTIGOS

Ayer, acabé mi libro de poesía completa de Alejandra Pizarnik que me regalé hace cinco años –y este blog es testigo- y que me ha acompañado a través de una larga travesía de mudanzas, aromas y sonidos varios. Si, se que cinco años para un libro es una barbaridad, pero es que a mí la poesía me gusta paladearla… Tomar una cada día, como si fuera un pastilla de chocolate… Racionarla, saborearla. Así, ayer cuando concluí con todas esas páginas, me sentí un poco huérfana: uno de esos testigos de mis alegrías y mis tristezas en unos años fundamentales, llegaba a su fin. La hora de la despedida, la hora de guardarlo en –esta vez, si- una caja que no abriré hasta dentro de mucho tiempo. Alejandra no viene a París –a pesar de tener un mapa con un poema suyo escrito por sus calles-. Otros lo harán.

El caso es que hoy pensaba en aquellos objetos -para nada inertes-, que han sido testigos mudos de tantos instantes de mi vida y que me han acompañado en muchas de mis aventuras. Aquellos que, si la vida se pudiera grabar en un video y comprimirlas en un habitación, al rebobinar permanecerían, inalterables, en la estantería del fondo.

Por ejemplo, guardo con increíble cariño, una trilogía de cuadritos inspirados en rincones de Granada que me pintó Silbia hace ya más de siete u ocho años, una camiseta que tengo desde los siete años –hay documentos gráficos que lo atestiguan- que todavía me pongo de vez en cuando, un libro que me regaló mi madre sobre los 18 años y fue un impulso definitivo para ser quien soy, además de haber pasado por las manos de muchísimas personas queridas, una foto en blanco y negro de unos carnavales en la Universidad, en Barcelona, que me regaló mi amigo Ferran y hoy está arrugadísima pero todavía tiene la virtud de sacarme una sonrisa cada vez que la miro, un montón de libretas polvorientas donde he ido anotando enseñanzas y reflexiones, un puñado de poemitas-regalos de amigos varios que siempre llevo en la cartera, una camiseta de rayas rojas y naranjas que me ha acompañado a casi todos los conciertos de mi vida, un herbario clavelino lleno de luz, un CD sorpresa obra de Gemmita con millones de recuerdos en él, mi querida querida viola, el primer planisferio con el que intenté escudriñar el cielo por primera vez…

En fin, lo cierto es que, hay objetos que, por muy materiales que sean, puedes llegar a considerarlos parte de tu familia, amigos inolvidables que te acompañarán toda la vida. Desde aquí, un abrazo a todos y cada uno de vosotros, gracias por este trocito vuestro.

domingo, 13 de octubre de 2013

INSTANTES FELICIANOS

Ah, qué buenos estos días escasos otoñales –algo melancólicos a la vez que delicados- donde los rayos de sol ya debilitados nos acarician como a modo de despedida del verano agotado… Qué sensación de tranquilidad absoluta la de apoderarse de un par de libros y escurrirse por sus páginas, una, tras otra, tras otra mientras nos nutrimos de un auténtico desayuno granadino mañanero… Qué delicia el compartir una comida campestre con amigos y sazonarla con un paseo entre esos árboles teñidos ya de rojo, verde y amarillo que adornan esos pueblos blancos impolutos alpujarreños.



Sería maravilloso el poder hacer una fotografía a un día así en las n-dimensiones que tiene: la de los instantes más simples de la felicidad. Aquellos días en los que todo es suave y no querrías estar en ningún otro sitio más que disfrutando con los tropecientos sentidos de una mecedora que es un día primerizo de otoño.

Descartes escribió que la felicidad es un asunto de los sentidos. Ver, oír, tocar, oler, saber con la lengua: ésa es la felicidad. Después, Descartes escribió muchas otras hojas llenas de palabras, lo que es una lástima porque ya había llegado a la verdad en la página 25. Sí, la felicidad más sencilla, y más feliz, es sentir con los sentidos. Pensar con los ojos y la piel y la lengua y las narices y el oído. 

La mujer que buceó dentro del corazón del mundo. Sabina Berman.

jueves, 10 de octubre de 2013

LA NO-LINEARIDAD


Al amanecer, mientras contemplaba absorto la Luna, me pregunté hasta cuándo seguiría así. Dentro de poco me encontraré en alguna parte con otra mujer, me dije. Nos atraeremos de forma natural, como dos astros errantes. Entonces volveremos a esperar en balde un milagro, perderemos el tiempo, desgastaremos nuestros corazones y nos despediremos. ¿Hasta cuándo iba a seguir así?

Baila, baila, baila. Haruki Murakami.

domingo, 6 de octubre de 2013

AMOR EN PERSONA

Hace muy poco oí hablar por primera vez del arte de Marina Abramovic, una artista serbia que es una de las pioneras en explorar el arte y su relación con el publico, con el cuerpo y con la mente.

Si bien este tipo de arte me resulta difícil de entender en su totalidad, admiro a aquellos que orientan su vida a acercarnos a una imagen poética, a una idea, a un abrazo final. Por ejemplo, quizá una de sus obras más conocidas, en colaboración con alguien que fue su pareja, compañero de trabajo durante años y amor de su vida, Ulay, fue el comenzar la travesía de la Gran Muralla China por los extremos opuestos para encontrarse en el camino, darse el último abrazo y disolver la relación.

Hace un par de días supe de la existencia de un nuevo trabajo titulado El artista está presente –un besote desde aquí, Lorena-. En esta obra, Marina miraba fijamente un minuto a la persona que se quisiera sentar en frente de ella. Seguramente no por casualidad, una de las personas que se sienta al otro lado es Ulay, la persona que más había querido y de la que se había despedido hacía 23 años.



Este momento es de las cosas más expresivas, tristes y emotivas que nunca hayáis visto. En tan sólo unos segundos, ambos se abrazan, se besan, se perdonan, se dicen todo lo que se han echado de menos en todo ese tiempo, se reconcilian, se quieren… con la mirada, con unos ojos en los que se puede leer una historia de amor al descubierto. Libros enteros se podrían escribir sobre estos sesenta segundos.  Quizás lo más parecido a desenterrar a alguien y resucitarlo. Una materialización del amor sin lugar a dudas.

jueves, 3 de octubre de 2013

AL ABORDAJE


Increíble pero cierto. Volvemos a cumplir un año más de existencia. La verdad es que debemos estar madurando porque los años timoneros han volado. Parece imposible que hoy completemos cinco enormes años desde aquella vez que, en el inmenso paraje californiano decidí calzarme un Timón y comenzar esta aventura.

Si bien este blog ha pasado por muchas etapas, ha acabado desembocando en una especie de cajita de los recuerdos de latón con algunas reflexiones, pedazos de arte y múltiples fotos de vosotros: los queridísimos lectores habituales, los que aparecisteis un día y ya no volvisteis y ese puñado de gente nueva interesantísima que os asomáis tímidamente de vez en cuando.

En esta sexta vuelta al Sol que empezamos hoy, se anuncian numerosas marejadas. Un fin de etapa en Granada, un comienzo fulminante en tres meses en París. Cambio de aires, de vida, de gente y de costumbres. Sin embargo, también llevaros el bañador: las predicciones anuncian una gran calma después de la tormenta. Disfrutémoslo todos juntos.

 A todos los pasajeros y casi residentes de este barco, muchas gracias, el crucero por la vida no es siempre una tarea fácil, así que un placer compartir el paisaje y numerosas olas con vosotros.

Se le dibujó la misma sonrisa algo suplicante que yo había conocido, el mismo encanto de entonces, de cinco años atrás, un encanto no contaminado por nada, pleno de ese candor con el que algunas personas atraviesan todas las edades de la vida, tan raro en los hombres, y que les suele hacer vulnerables con las mujeres y presas fáciles del sufrimiento sentimental.

Lo que me queda por vivir. Elvira Lindo